De Instagram al quirófano
La cirugía estética vive un 'boom' alimentada por la presión de los cuerpos irreales en redes sociales y las ofertas 'low-cost'. El caso de Sara Gómez, fallecida tras ser intervenida en Cartagena, representa la cara más trágica de esta banalización de los riesgos del bisturí
Sara Gómez nunca debería haber estado allí, en aquel quirófano de la clínica Virgen de la Caridad de Cartagena del que salió ya prácticamente sin vida, rota por dentro tras una lipoescultura que jamás se debió realizar. Así al menos se lo había advertido un cirujano plástico que desaconsejó la operación, pero la joven agente inmobiliaria de Alcantarilla se encontró con Javier A. M., un cirujano cardiovascular que no compartía estas prevenciones, y que decidió intervenirla hace ya nueve meses. ¿Qué falló para que se desencadenase esta tragedia? ¿Cómo pudo llegar a suceder algo así?
La familia de Sara denunció desde el primer momento la falta de una regulación que impida operar a profesionales no especialistas en Cirugía Plástica. El actual vacío ni siquiera garantiza una formación mínima en estas técnicas que pueda ser contrastada. Esta es una de las sombras en un sector en el que no es oro, ni belleza, todo lo que reluce. Pero no es la única.
En la última década, el número de intervenciones se ha duplicado en España, según datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética. Ni la Consejería de Salud ni las organizaciones médicas ofrecen datos específicos de la Región de Murcia, pero todas las fuentes consultadas coinciden en que la demanda sigue al alza. «La población aumenta y envejece, y también la oferta es mayor, por lo que es lógico que cada año se incremente ligeramente el número de pacientes», señala Francisco Pedreño, presidente de la Sociedad Murciana de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre). Pero otros expertos advierten de que tras el incremento ya no solo de la cirugía estética, sino también de tratamientos no quirúrgicos como las infiltraciones de bótox, hay más factores. «Todo el mundo quiere hacerse cosas a las que antes solo accedían los sectores sociales y económicos más elevados. Se han creado nuevas necesidades por el tipo de sociedad que tenemos», reflexiona Juan de Dios García Contreras, quien compagina la jefatura de sección de Cirugía Plástica en La Arrixaca con una consulta privada en la que detecta con claridad esta tendencia.

Cirugías más demandadas
Ellas
Ellos
Blefaroplastia
(párpados)
Blefaroplastia
(párpados)
Rinoplastia
(nariz)
Rinoplastia
(nariz)
Otoplastia
(orejas)
Aumento
de mamas
Gineco-
plastia
(reducción
de mamas)
Elevación
de senos
Abdomino-
plastia
Abdomino-
plastia
Liposucción
Liposucción

Cirugías más demandadas
Ellas
Ellos
Blefaroplastia
(párpados)
Blefaroplastia
(párpados)
Rinoplastia
(nariz)
Rinoplastia
(nariz)
Otoplastia
(orejas)
Aumento
de mamas
Ginecoplastia
(reducción
de mamas)
Elevación
de senos
Abdominoplastia
Abdominoplastia
Liposucción
Liposucción
Las redes sociales, donde se impone un canon de cuerpos irreales, tienen mucho que ver con esta creciente demanda. «Las redes ofrecen una visión muy alterada de lo que es la estética real como consecuencia de los filtros. Hay aplicaciones que modifican los rasgos faciales y corporales: te estrechan la cintura, te ensanchan las caderas; es abominable», denuncia María Dolores Oñate, psicóloga experta en adicciones y adolescencia. Es en estas edades más tempranas cuando empiezan a surgir problemas que más tarde pueden derivar en un uso compulsivo de la medicina estética. «Luego llegan al cirujano plástico con una foto de Instagram con filtros y dicen: 'quiero esto'. Y empiezan con retoques faciales o relleno de pómulos», señala Oñate.
Agresividad comercial
Esta demanda social se ve retroalimentada por la agresividad comercial que muestra buena parte del sector de la medicina y la cirugía estética, ligado sobre todo a compañías 'low-cost'. «En estas clínicas, la relación ya no es médico-paciente, sino comercial. Tratan con clientes», lamenta Juan de Dios García Contreras. De hecho, «muchas veces la primera visita no es con un médico, sino con un comercial cuyo objetivo es vender cuantos más productos mejor». Es un modelo similar al que tantos problemas ha generado en el campo de la Odontología, con tratamientos financiados y supuestas ofertas que no lo son tanto. García Contreras está seriamente preocupado. «Un tercio de mis pacientes vienen por complicaciones derivadas de cirugías que no he realizado yo», advierte.
Las clínicas, sin embargo, están en buena medida 'blindadas' frente a reclamaciones desde que el Supremo fijó que un mal resultado en una operación estética no es suficiente para justificar una indemnización. Ahora es necesario que se demuestre que ha habido mala praxis, lamenta Ignacio Martínez, abogado de la Asociación del Paciente.
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Pero los peligros de entrar al quirófano parecen inexistentes para quienes se ven atraídos por publicidades engañosas. El veterano cirujano García Contreras se echa las manos a la cabeza antes anuncios de rinoplastias por menos de 2.000 euros, o cirugías de mama por menos de 5.000. «Seguramente en el primer caso lo que van a ofrecerte en realidad es una rinomodelación, con infiltración de ácido hialurónico, no una cirugía. Porque una rinoplastia no puede costar menos de 5.000 o 6.000 euros», explica. En mama, «tras estas ofertas se pueden encontrar prótesis de peor calidad».
El presidente de Secpre en la Región, Francisco Pedreño, coincide en estas críticas. «Por desgracia, las ofertas llamativas en redes sociales hacen que el cliente acuda a un local donde un comercial le va a vender todo muy bonito pero donde hay que bajar la calidad del servicio. Hay pacientes que se desplazan incluso a otras ciudades ante una oferta muy económica y esto, a la larga, va en detrimento de la calidad y de su propia seguridad», reflexiona. Pedreño pide «una regulación y más vigilancia tanto en internet como en los centros donde se realizan estas prácticas». Su recomendación: ir siempre a centros «donde figuren los médicos con nombre y apellidos».
Informarse bien
Estas estrategias comerciales, unidas a la presión de las redes sociales, conducen a una banalización de la cirugía estética. «Lo crucial es que la gente entienda que meterse en un quirófano es un riesgo, y no pequeño. Si te vas a operar por una cuestión meramente estética, valóralo bien antes. Al final, se trata de sentido común, porque esto no es ninguna tontería. Hay que enterarse muy bien de quién te va a operar, y de si tiene la formación necesaria», explica el abogado Ignacio Martínez.
Ahí es donde quedan en evidencia los vacíos que actualmente hay en este campo, porque para el paciente no siempre es fácil contrastar si el profesional que tiene delante cuenta con la experiencia y currículo adecuado. «En estos momentos, la cirugía estética la puede practicar cualquier cirujano, de cualquier especialidad. Y puede decir que ha hecho muchas intervenciones de este tipo cuando en realidad no ha llevado a cabo ninguna, o solo unas pocas», advierte Ana Toledo, de la Asociación de Usuarios de la Sanidad.
«Es el caso del cirujano que operó a mi hermana. No tenía la especialidad ni la capacitación, ni experiencia previa. La magistrada está esperando a que acredite si tenía experiencia», lamenta Rubén, hermano de Sara Gómez. La movilización de la familia ha dado lugar a una moción unánime en la Asamblea Regional y a una proposición no de ley de la diputada del PSOE Marisol Sánchez Jódar para limitar la práctica de estas intervenciones a especialistas en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora, sin perjuicio de que oftalmólogos, otorrinos o cirujanos maxilofaciales puedan llevar a cabo también estas operaciones «en su ámbito de actuación».
«Será un gran avance»
La sociedad científica que agrupa a los especialistas en Cirugía Plástica y Estética aplaude la iniciativa. «Si como les han prometido a los familiares de Sara, el Parlamento aprueba una ley que regule la cirugía estética, será un gran avance para que estos desgraciados hechos no se vuelvan a repetir», señala Francisco Pedreño, el presidente de esta organización. Actualmente, lamenta, «hay un vacío legal». Hasta hace pocos años, «los médicos salían de la Facultad de Medicina como licenciados en Medicina y Cirugía», lo que significaba que cualquiera, en principio, podía coger un bisturí en el ámbito privado (no así en la sanidad pública).
Al calor del boyante mercado de la cirugía estética han acudido profesionales que suplen la falta de especialización con másteres o cursos, muchos 'online', «que no están reglados ni vinculados a ninguna sociedad científica, y que no garantizan nada», advierte el cirujano García Contreras. Este veterano profesional es escéptico ante las promesas de cambio, por los muchos intereses que hay en juego. Pero la familia de Sara tiene claro que no va a cejar en su empeño. «Todos los errores que se podían producir se concentraron en el caso de mi hermana -reflexiona -; la muerte de Sara ha marcado un antes y un después. Las cosas tienen que cambiar».
«Me engañaron y destrozaron mi vida»
El aumento de pechos al que M. P, una cartagenera de 45 años, se sometió en 2017 ha derivado en una auténtica pesadilla. «El cirujano me engañó y me destrozó la vida», cuenta la paciente, que se encuentra en tratamiento psicológico tras haber pasado por nueve operaciones con anestesia general, según consta en el informe pericial que acompaña a la demanda que ha presentado en los juzgados. A esto se suman otras cirugías menores. «He pasado por 16 intervenciones», resume M. P.
En 2017, la paciente acudió a una clínica de Cartagena a la que prefiere no nombrar por indicación de su abogada. «Al no haberse celebrado el juicio, solo faltaba que me demanden ellos», se lamenta. La primera intervención, con la implantación de prótesis en ambas mamas, se desarrolló sin complicaciones, pero el resultado no fue el esperado. «Quedó horrible» -resume M. P-, con los pezones demasiado bajos, «y uno más alto que otro». Se sometió a otras dos cirugías para tratar de arreglarlo, y tras el último intento comenzaron los problemas de cicatrización. M. P. tuvo que volver al quirófano por cuarta vez. Durante esta intervención se comprobó que el implante de la mama derecha estaba roto. Se retiró la prótesis, pero las complicaciones continuaron. «Estuve un año sin pecho, y el cirujano me dijo que me iba a quitar grasa del cuerpo para sacar células madre», relata la paciente. Lo que se le realizó, según el informe pericial, fue un lipoinjerto, con grasa del abdomen.
A la octava operación se le tuvo que intervenir también en la mama izquierda, ya que había perdido asimetría. Las complicaciones, además, seguían en la derecha. «Como no funcionó, me volvió a quitar más grasa». En mitad de todo este calvario llegó la pandemia. «Me sentí completamente abandonada, no tenía ni médico ni nada», confiesa. Desesperada, terminó acudiendo a otro cirujano plástico con dilatada experiencia que ha conseguido, tras «otras tres intervenciones», controlar las infecciones y reconstruir las mamas. Pero le queda una cicatriz «de axila a axila» y una importante pérdida de movilidad en el brazo derecho.
«Perdí 30 kilos y estoy en tratamiento psiquiátrico»
Alicia recurrió a la cirugía estética por motivos médicos. Sufría gigantomastia (excesivo desarrollo de las mamas), lo que le producía fuertes dolores de espalda. De ahí que, en su caso, acudiese a la sanidad pública. Sin embargo, desde el Hospital Santa Lucía la derivaron a la clínica concertada Virgen de la Caridad, tras una larga espera. Allí fue operada por R. R., «un cirujano subcontratado que ahora está en paradero desconocido», denuncia Domingo Núñez, el abogado al que Alicia ha recurrido para denunciar su caso.
La intervención, realizada en 2017, se complicó. «Cuando iba a las curas y me destapaban, mi marido me decía: esto no está bien, el pezón está negro. Pero el médico y la enfermera me aseguraban que no me preocupase, que no había ningún problema. Al cirujano lo vi solo una vez o dos», relata Alicia. En la última ocasión, R. R. insistió en que había «buena evolución». Preocupada, la paciente se fue desde allí directamente a Urgencias del Santa Lucía, donde el cirujano de guardia le informó de que sufría una necrosis parcial en el pezón izquierdo. Había que reintervenir, pero tuvo que aguardar más de 200 días para entrar al quirófano de nuevo, fruto del colapso de las listas de espera en la sanidad pública.
Los cirujanos del Santa Lucía «pudieron hacer lo que estaba en sus manos, pero no me he quedado bien. Tengo malformaciones, y en la mama izquierda me he quedado sin pezón. No me puedo poner un bikini», resume la paciente. Con 35 años, Alicia está en tratamiento psicológico y psiquiátrico a raíz de toda esta situación, que ha vivido como algo traumático. «He llegado a perder 30 kilos. Es una vergüenza cómo me han tratado: me derivaron a un centro concertado sin darme explicaciones y allí me operó un cirujano que ha recibido otras reclamaciones y que ahora está ilocalizable», denuncia.
En otras comunidades
Según su abogado, otras pacientes de R. R. en el Virgen de la Caridad sufrieron complicaciones similares. Pero también hubo reclamaciones en otras comunidades por las que pasó el profesional, como Valencia. Alicia demandó al Servicio Murciano de Salud, y su caso está pendiente de sentencia en el TSJ de la Región. El tribunal no pudo localizar al cirujano, lamenta el letrado Domingo Núñez. Este periódico también lo ha intentado sin éxito. Tampoco desde la clínica Virgen de la Caridad se han realizado declaraciones.
La Consejería realizó un centenar de inspecciones en 2021
La Consejería de Salud realizó 101 inspecciones en centros de medicina y cirugía estética el año pasado, frente a las apenas diez visitas que llevó a cabo en 2012. Este incremento obedece a la decisión de «dar prioridad al control y vigilancia de estos centros en la Región» ante «la difusa línea de separación de determinadas actividades y el incremento de la oferta de cirugía plástica» que se ha producido en estos años, explican fuentes de la Consejería. La Dirección General de Planificación, Investigación y Farmacia ha llevado a cabo actividades de formación para el personal de la Consejería «implicado en la tramitación de las autorizaciones sanitarias relacionadas con la medicina estética». Tanto la Sociedad Murciana de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora como la Asociación de Usuarios de la Sanidad reclaman un mayor número de inspecciones para poner coto a las malas prácticas.