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Mario Soler, el doctor que sueña con surcar los mares

Perfil ·

El presidente de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública, que adora navegar a vela y subir montañas, pregona la medicina universal: «Cualquier ciudadano tiene derecho a ser atendido»

Domingo, 28 de noviembre 2021

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Atiende a sus pacientes en la consulta número 17 de la primera planta del centro de salud Jesús Marín, en Molina de Segura. Sobre la mesa hay recetas, historiales, papeles con datos de Covid, bolígrafos... Pero lo que más llama la atención de su despacho es la camiseta que lleva enfundada bajo una bata blanca, donde se lee un mensaje que no deja duda alguna: «Salvemos nuestra atención primaria». Esta es la esencia que quiere transmitir el doctor Mario Soler (Madrid, 1956), presidente de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública, impulsor de las mareas blancas en la Región y fiel comprometido con la causa.

Soler pasó su infancia en una casa muy próxima al Santiago Bernabéu, aunque el hecho de vivir junto al campo de fútbol no propició que se aficionara a este deporte. Él se decantó por la medicina, y en buena parte tuvo culpa su tío materno, el único doctor hasta entonces en la familia. Un día, tras mantener una conversación con él, Soler decidió que su camino era el de salvar vidas. Y a día de hoy continúa pensando que un médico de familia puede evitar que mucha gente enferme simplemente dando algunos consejos, como dejar de beber y de fumar.

Fue en la Universidad Autónoma de Madrid donde este amante de la música clásica y los Beatles cursó sus estudios de Medicina. Y en quinto curso decidió independizarse, dejar atrás la casa de sus padres, y emprender su propia vida. Para ello, trabajaba además como celador en una residencia de ancianos, con el fin de costearse el alquiler y sus estudios. Pero llegó el momento de elegir destino para hacer la residencia. ¿El hospital? La Arrixaca, porque en Murcia tenía conocidos, lo que le invitó a venir por tierras murcianas.

Fue en aquellos tiempos cuando conoció a su esposa, la también doctora Rosa Martínez, con quien comparte su vida desde entonces en una casa de La Alcayna. «Tiene cuatro habitaciones, porque una de sus grandes pasiones es que vengan sus amigos de la infancia a pasar todo el fin de semana», cuentan los más allegados de este doctor.

Durante su trayectoria profesional, Soler fue nombrado en 1992 vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, cargo que ostentó durante cuatro años, el mismo tiempo que lleva representando a la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública. Ya desde joven, este médico tuvo claro cuáles eran los valores esenciales para todo ciudadano. Por eso, cree en la «equidad, porque no pueden existir desigualdades». Además, piensa que la Atención Primaria tiene que servir para atender de la mejor forma posible a los más desfavorecidos. Y es un firme defensor de que «la sanidad pública tiene que regirse bajo el principio de universalidad». De hecho, cuando la entonces ministra Ana Mato llevó a cabo la reforma de la ley en 2012, que no permitía que los médicos pudieran atender a inmigrantes en situación irregular, Soler se opuso de forma tajante a la norma y colgó un cartel en la puerta de su consulta en el que decía: «Yo seguiré atendiendo a mis pacientes extranjeros en situación irregular». Y se implicó con firmeza en el movimiento opositor a esta reforma desarrollado por médicos de todo el país.

Ajedrez, lectura y senderismo

Las dos mayores aficiones de Soler son viajar en velero, una práctica que lleva a cabo desde que veraneaba con catorce años en Gandía, y el senderismo. Uno de sus grandes placeres, y que intenta cumplir una vez al año, es irse en el barco junto a un amigo suyo a surcar los mares. El pasado verano estuvo quince días en una travesía que lo llevó desde Marsella hasta Roma. Esta afición le viene desde niño, cuando su padre compró un pequeño velero para el disfrute de sus ocho hijos. Ahora no tiene barco, pero eso no es problema. Si siente la necesidad de que la brisa marina le resbale en la cara, coge el coche y se desplaza hasta el Mar Menor o Mazarrón, donde alquila una embarcación. Su otro gran 'hobby' es caminar entre montañas.

Pero Soler piensa en su jubilación y en hacer las cosas que hasta ahora no ha tenido tiempo de llevar a cabo, como jugar al ajedrez, leer (su obra admirada es 'Cien años de soledad', de García Márquez) y disfrutar de las conversaciones con su esposa y sus amigos. Eso sí, entre sus planes está seguir surcando los mares y continuar luchando por la sanidad pública.

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