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José Alcolea y Lorena Bernal, en casa con su hija Ángela. Detrás, su hijo José. J. M. RODRÍGUEZ/ AGM

«Esta crisis no puede aplazar la maternidad»

UN AÑO DE VIDA ·

Ángela Alcolea nació en abril de 2020, a los quince días del inicio del confinamiento, y ha compartido la situación sanitaria con sus hermanos

Domingo, 7 de marzo 2021

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La llegada de Ángela a la familia Alcolea Bernal se complicó dos semanas antes de su nacimiento. «Entonces empezó el confinamiento por la Covid-19, que ya nos puso en una situación fuera de lo común. Recuerdo la revisión prenatal del 12 de marzo. Me dijeron que cómo era posible que me hubieran mantenido la cita en esas circunstancias», comenta Lorena Bernal, junto a su tercera hija, en su domicilio de Cartagena.

Poder ir con Ángela al parque, para que juegue con otros niños ahora que está a punto de andar, es una de las cosas que esta joven de 31 años ve menos factible en los próximos meses. Atrás queda una sucesión de confinamientos y desconfinamientos, que han dado algún respiro a la hora de poder llevarla a ver a sus abuelos. «En los primeros meses no pudo ser. Solo la pudieron ver por videollamada de teléfono móvil», recuerda esta mamá. En verano, ella y su marido salieron más a la calle e incluso se establecieron en La Manga, con Ángela y sus dos hermanos, José, de seis años, y Blanca, de cinco. «Pudimos dar paseos y compartir tiempo con otros parientes», relata. De vuelta a casa, en otoño, la nueva escalada de contagios les llevó a limitar otra vez las salidas al máximo.

Desde el principio, Lorena y José estuvieron de acuerdo en no llevar a su hija a la guardería con cinco meses y esperar al próximo curso. «Lo hemos tenido claro, pese a que dicen que el contagio en bebés es muy raro», explica ella. La persona que les ayuda en las tareas del hogar se ocupa de cuidarla por la mañana. La saca un ratito cuando acompaña a los otros dos hijos del matrimonio al colegio y luego está pendiente de ella hasta la hora de comer. Después son Lorena y su marido quienes la atienden, sin volver ya a sacarla al exterior. «Hemos echado en falta la ayuda de mi madre y de mi suegra, que tanto nos apoyaron con los otros dos niños. Conciliar la atención de la pequeña con la de los otros no fue nada sencillo al principio, pero lo hemos llevado adelante», añade Lorena.

La frase

  • Lorena Bernal, administrativa «La niña ha podido ir viendo a sus abuelos desde el primer día por videollamada del móvil, pero a todos nos ha faltado su ayuda y cercanía»

Respiro navideño

La Navidad, en la que se relajó el confinamiento, supuso otro respiro y más libertad a la hora de hacer vida al aire libre y en casa de sus seres queridos. «Creo que no ha sido traumática ni para Ángela, que la vivía por primera vez, ni para sus hermanos, que ya las habían disfrutado tal como eran antes del confinamiento», explica Lorena. Ella y su esposo les procuraron un ambiente lo más festivo posible. Incluso les llevaron a ver la cabalgata estática de Reyes que el Ayuntamiento organizó en el Campus de la Muralla de la Universidad Politécnica de Cartagena, para sustituir a la tradicional, que tuvo que ser suspendida. Y, según ambos, eso les hizo mucha ilusión.

Sin embargo, la falta de convivencia con otros niños pequeños tiene, para este matrimonio, mucha menos importancia que si fuera hija única. Sus dos hermanos la acompañan y le proporcionan un entorno adecuado. «No vemos síntoma alguno de que se sienta sola, ni de que le esté afectando. Y aunque está claro que su primer año está teniendo lugar en unas circunstancias distintas, sin tanta gente alrededor ni salir tanto a la calle, es muy tranquila», asegura su madre.

Acostumbrada a la mascarilla

Para Ángela, lo habitual es que las personas que la rodean vayan con mascarilla durante parte del tiempo. «Yo creo que a ella le parece lo normal; no le provoca extrañeza», apunta su madre. Sin embargo, esta protección, recuerda, sí hizo atípico el parto, once meses atrás. A Lorena no le resultó nada sencillo acompasar la respiración con las contracciones. «Nadie estaba acostumbrado a su uso entonces y a mí se me hizo cuesta arriba. Gracias a Dios, todo fue bien y el nacimiento fue más corto que con mis otros dos hijos», subraya. Recibió el alta a las 24 horas, cuando lo habitual son 48. Y cuando iba a casa en coche, con su marido, fue objeto de un control policial.

Los agentes, relata, cuestionaron que ocupara el asiento del copiloto con el respaldo hacia atrás para sentirse más cómoda, al estar prohibido por el protocolo antipandemia. «Me hicieron bajarme, para comprobar mi estado y evitar una sanción», rememora. A su juicio, las molestias en vicisitudes como estas y en circunstancias tan excepcionales está siendo más difícil de sobrellevar para los adultos que para los niños. Ella puede hablar por los suyos y cree que están reaccionando ante las restricciones mejor de lo que se podía esperar. «En muchos aspectos, nos están dando una lección a los mayores. Lo asumieron desde el principio, también porque se lo han repetido en el colegio. Mi hijo mayor es el primero que nos avisa y está atento cuando ve algo raro que sabe que está fuera de las restricciones», argumenta Lorena.

Las familias de esta nueva hornada de niños marcados por esta crisis lo que más desean «es que esto acabe y puedan tener una vista normal», según Lorena. Su inquietud es no saber si eso será posible ni cuándo.

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«Esta crisis no puede aplazar la maternidad»