Las Fuerzas Armadas cuentan con casi 130 reservistas voluntarios en la Región
Desde segadores y obreros a profesores, psicólogos e informáticos; estos son algunos de los perfiles profesionales que conforman este cuerpo castrense edificado sobre el sólido pilar de la «pura vocación de servicio a España»
DANIEL VIDAL
Lunes, 21 de marzo 2022
«Tocan campanas alarma, deja el segador la mies. Pon en el yunque la espada. Pon en la patria tu fe. Tocan sirenas alarma. Deja el obrero el taller. Pon en el yunque la espada. Pon en la patria tu fe». Las primeras estrofas del himno de los reservistas voluntarios, creado por Francisco Díaz de Otazu y Carlos Cerveró, evoca metafóricamente la llamada de la patria al ciudadano español, que en tiempo de necesidad deja sus habituales quehaceres civiles para poner «en el yunque la espada y en la patria la fe».
Esto es, en resumen, el denominador común que une a los más de 3.000 reservistas voluntarios que actualmente forman parte de las Fuerzas Armadas, 127 de ellos localizados en la Región de Murcia y a los que no hay que confundir con los militares jubilados que pasan a situación de Reserva. Desde segadores y obreros, como recuerda el himno, a profesores, psicólogos e informáticos, por poner solo un puñado de ejemplos de los muchos perfiles profesionales que conforman este cuerpo castrense edificado sobre el sólido pilar de la «pura vocación de servicio a España», coinciden sin ambages los reservistas entrevistados para este reportaje. Todos ellos son «personas que desean aportar, de forma voluntaria y temporalmente, sus capacidades, habilidades y conocimientos en las diferentes misiones que llevan a cabo nuestras Fuerzas Armadas», según el Ministerio de Defensa. Son ciudadanos de a pie que lo dejan todo si la patria les dice ven. Civiles que se colocan los galones para servir a su país de forma habitual, no solo cuando estalla un conflicto bélico en Europa como el que ahora tiene en vilo a todo el mundo. La labor del reservista tiene múltiples vertientes, y puede ir desde analizar datos para zonas de interés estratégico a solucionar problemas técnicos, pasando por el asesoramiento sobre cuestiones relacionadas con la psicología, como le corresponde a la alférez de Cuerpos Comunes María Antonia Soto. Muchos de ellos arrimaron el hombro hace justo dos años en la llamada 'Operación Balmis', cuando las Fuerzas Armadas desplegaron un importante contingente de 2.500 militares para hacer frente a la pandemia de Covid-19.
Dependiendo de la formación y de las titulaciones mínimas del aspirante, un civil puede convertirse en alférez reservista voluntario (primer ciclo de carrera, licenciatura, diplomatura o grado); sargento (bachiller, FP o equivalente) o soldado/marinero (EGB, segundo de la ESO o equivalente). A partir de la obtención de la plaza, tras superar las correspondientes pruebas, los reservistas firman un compromiso inicial de tres años y señalan cuánto tiempo desean estar activados al año, así como su predisposición para realizar misiones en el extranjero o participar en misiones de mantenimiento de la paz y la seguridad. «Como norma general, los reservistas voluntarios no participamos en misiones fuera del país y creo que esta es una cuestión pendiente», valora el capitán del Ejército de Tierra César Pintado, que lleva 17 años vistiendo el uniforme en un cuerpo que representa a la perfección la conexión entre la sociedad civil y la vida castrense.
Los reservistas voluntarios pueden estar en situación de activación –con los mismos derechos y deberes que un militar profesional de su mismo empleo, y sujeto a las mismas leyes y reglamentos–, o disponible no activado. En esta situación, estos profesionales dependen de su delegación o subdelegación de Defensa y están dedicados a sus obligaciones civiles, pero en una especie de 'prealerta', pendientes de la llamada de los superiores y con la plena consideración de militares en sus relaciones con el Ministerio de Defensa.
«Aquí nadie se hace rico»
Una buena muestra del componente vocacional del personal reservista, así como de cualquier militar, es que «aquí nadie se hace rico», resume Pintado. Pero, ¿cuánto cobra un civil por poner su talento al servicio del Ejército? «Durante el tiempo de activación, recibirá una indemnización o un sueldo según el tipo de activación. Las retribuciones serán las fijadas para los militares profesionales con empleo equivalente», explica Defensa. La satisfacción personal del deber cumplido y el trabajo bien hecho tampoco tiene precio.
Joaquín Martínez. Teniente del Ejército del Aire
«Aquí se viene a prestar un servicio público»
Licenciado en Traducción e Interpretación y traductor jurado acreditado por el Ministerio de Asuntos Exteriores, también es máster en Dirección y Administración de Empresas y especialista en estrategia y empresas estructuradas en red, con amplia experiencia en el extranjero. Podría trabajar perfectamente para cualquier mutinacional que se preciara, pero Joaquín Martínez (Torrevieja, Alicante, 1971) decidió en su día prestar sus servicios al Estado (actualmente trabaja en la Delegación del Gobierno de la Región). No contento con eso y picado desde crío por el gusanillo castrense por obra y gracia de varios miembros de su familia materna, con un padre funcionario y una madre profesora, Martínez se dejó llevar por la «vocación de servicio público» y decidió «poner al servicio del Ejército mis conocimientos profesionales». Eso también suponía para este padre de familia «una oportunidad de conocer la institución por dentro y de formar parte del Ejército del Aire, por el que siempre me he sentido atraído», admite.
Reservista desde 2007, su labor en los últimos años se ha centrado en la docencia – en el departamento de Idiomas de la Academia General del Aire (AGA)– y en la traducción –dentro del gabinete técnico del Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad)–. Por un lado, enseña inglés a los cadetes de la AGA, y ese contacto con la gente joven, con la 'cantera' de pilotos, «es muy gratificante», señala. Por otro, también es «apasionante» su responsabilidad de traducir información en inglés para las altas esferas militares.
Aunque no está activado en la actualidad, Joaquín Martínez sabe que pronto volverá a llegar la llamada de sus superiores. Y no tiene nada que ver con el conflicto en Ucrania, deja claro. «Es el Consejo de Ministros el que tiene que decidir qué perfiles de reservistas se activan en una situación de crisis y en base a un reglamento muy claro», explica. Por eso no hay «nervios especiales» estos días, y este teniente del Ejército del Aire no tiene más objetivos a corto plazo que seguir traduciendo textos y procurar que los futuros pilotos de la AGA manejen a la perfección la lengua de Shakespeare. «Para ser reservista hay que tener claro que aquí se viene a aportar nuestras capacidades, a prestar un servicio público», zanja.
María Antonia Soto. Alférez de Cuerpos Comunes
«Es una gran oportunidad de servir a la sociedad»
«Desde pequeña siempre me he sentido atraída por las Fuerzas Armadas, los valores que transmite, y siempre he admirado y respetado la labor de sus profesionales». Sin embargo, el empujón definitivo hacia el cuerpo de reservistas voluntarios lo sintió María Antonia Soto (Corvera, Murcia, 1977) tras intervenir en simulacros y dispositivos de emergencia como el del terremoto de Lorca.
Soto es licenciada en Psicología con habilitación sanitaria y especializada en Psicología de Emergencias y Catástrofes. Actualmente, desarrolla su tesis doctoral sobre las 'Bases de la intervención psicológica en emergencias', y lo hace mientras está activada en la Sección de Psicología de la Jefatura de Apoyo Sanitario del Cuartel General de la Armada en Madrid. Allí lleva a cabo principalmente tareas asistenciales y de reconocimientos psicológicos, así como actividades formativas dirigidas al personal de la Armada y de asesoramiento a los mandos en cuestiones relacionadas con la psicología. Consiguió la plaza de reservista en diciembre de 2019, aunque el confinamiento impuesto por la pandemia retrasó el obligado periodo de formación hasta enero de 2021. Este mes de marzo cumple Soto su primer aniversario como alférez de Cuerpos Comunes. «Consideré que era una gran oportunidad de poder servir a la sociedad, aportando mis conocimientos y experiencia formando parte de nuestro Ejército y, de este modo, vivir la experiencia desde dentro y compartir sus valores: lealtad, compañerismo, disciplina, sacrificio, servicio y excelencia profesional», explica la psicóloga.
Soltera y sin hijos, asume su pertenencia a las Fuerzas Armadas «con orgullo, gran responsabilidad y vocación de servicio», y coincide con sus compañeros al asegurar que, «si hay algo indiscutible que caracteriza la labor del reservista, es su voluntad de servicio a España y a los ciudadanos». Para Soto, «poder aportar la experiencia que tenemos en el ámbito civil y complementarla con el ámbito militar es, sin duda, algo enriquecedor para ambas partes».
También cree esta alférez de los Cuerpos Comunes que «sería interesante replantear la convocatoria anual de plazas para facilitar el acceso a personas más jóvenes» y también valora como «oportuno» la posibilidad de «ampliar el periodo máximo de meses de activación permitido al año, pues eso daría oportunidad a muchas personas de servir de un modo más continuado».
Roberto de Paula Mendoza. Capitán en la Escuela de Infantería de Marina de Cartagena
«Esto es para personas con capacidad de trabajo, dedicación y ganas de hacer bien las cosas»
«En mi familia están encantados porque me ven disfrutar cada vez que me incorporo a filas», asegura Roberto de Paula Mendoza (Cartagena, 1970). A punto de cumplir los 52 años, lleva 18 como reservista de la Armada en su ciudad natal. Entró en 2004, al conseguir una vacante en la primera promoción que se convocó, y recomienda «esta experiencia para todo aquel dispuesto a aprender que servir a la patria se consigue con orden, disciplina y compañerismo. Esto no es para todo el mundo, es para personas con capacidad de trabajo, dedicación y ganas de hacer bien las cosas».
A De Paula, que se reincorporó hace cuatro días al destino en el que presta servicio un mes al año, la vocación castrense le viene de familia. Es hijo de un guardia civil e hizo el servicio militar en 1997, «cuando lo más sencillo era librarse». Como informático, sirvió en el antiguo Hospital de Marina, que pronto pasó a ser sede de la Universidad Politécnica de Cartagena. Poco después entró en la institución académica y ahora trabaja como técnico en la Facultad de Ciencias de la Empresa, ubicada en el antiguo Cuartel de Instrucción de Marinería, donde también estuvo durante la milicia.
«Tras salir de la mili intenté enrolarme como militar de complemento, en aviación. Pero fue en 2004 cuando vi mi verdadera oportunidad. Y eso que me había casado un año antes. Nadie en mi familia me ha puesto nunca ningún problema. Tampoco en la Politécnica, donde te puedes coger la excedencia sin problemas», subraya De Paula. Ser funcionario también facilita las cosas, admite.
Durante el periodo anual que presta servicio en la Armada, trabaja en la Escuela de Infantería de Marina Albacete y Fuster. «Me toca hacer el mantenimiento de las aplicaciones y remediar problemas que pueden fastidiar su funcionamiento», indica. En los dos últimos años le ha tocado adecuar el sistema de calificaciones, que había dado algunos fallos, y también un programa de aprendizaje para planificar el embarque de tripulación y equipos en un buque.
Con todo, De Paula ha demostrado sus ganas de hacer más cosas durante sus 18 años de carrera. «En 2015 estuve en la Unidad Militar de Emergencia en Canarias y, aunque no me toco ninguna movilización importante, pude ver cómo se preparan sus integrantes», recuerda. «Y, siempre que he podido, he ayudado en la Ruta de las Fortalezas». Este año también espera colaborar en la celebración de la carrera, prevista para el 2 de abril.
Entre los reconocimientos que guarda como oro en paño, a Roberto le enorgullece especialmente la medalla Balmis. Le fue concedida en abril de 2021 y la recibirá el próximo mes de mayo.
A su juicio, «los reservistas somos un cuerpo intermedio entre el Ejército y la sociedad, podemos transmitir a los ciudadanos cómo se trabaja». También deja claro que «hay ciudadanos muy confundidos al respecto. Lo del autoritarismo y esos sargentos que maltratan a los reclutas es cosa de las películas», concluye.
César Pintado. Capitán del Ejército de Tierra
«Los reservistas tenemos una evaluación continua»
César Pintado (Murcia, 1973) es profesor, pero también es capitán del Ejército de Tierra. Como civil, imparte clases 'online' en el Campus Internacional de Seguridad y Defensa. Como reservista voluntario, realiza labores de análisis de datos sobre la zona del Sahel para el Estado Mayor de la Defensa durante un periodo máximo de cinco meses al año, uno de ellos de formación. Eso, claro, si las evaluaciones realizadas por sus superiores después de cada activación son favorables. «Es una especie de evaluación continua», define Pintado, que entró al Cuerpo en la primera convocatoria que realizó el Estado, en 2003. «Ningún reservista tiene asegurado cada año un periodo máximo de activación, como he disfrutado yo últimamente. Por eso me siento un privilegiado», reconoce.
Él es «uno de los últimos soldados de reemplazo» durante los últimos años de existencia del servicio militar obligatorio. Esa 'mili' que algunos repudian pero que a César Pintado le dejó buen sabor de boca. Tanto que, en su caso, le supuso el trampolín vocacional para convertirse en reservista voluntario. «Esto es pura vocación de servicio a España, de servicio público. Pensé que podía ser útil y podía ofrecer un buen servicio, y que podía ser muy gratificante. Y, en líneas generales, lo ha sido». A César Pintado le gusta «la vida militar» y asegura que «todos aquellos que sientan ese patriotismo por vía militar, esa vocación de servicio a España, tienen aquí una oportunidad muy interesante si tienen los perfiles adecuados». Porque, como también destaca este capitán del Ejército de Tierra, «el reservista es un profesional cualificado al servicio de su patria y sus compatriotas».
Soltero y sin hijos a su cargo y la espera de su próxima activación, evita pronunciarse sobre el conflicto en Ucrania y las tensiones internacionales asociadas: «Hay personas que saben más de este tema que yo, analistas de la zona de Eurasia con más conocimientos. Zapatero, a tus zapatos». Sus botas, por cierto, lucen impolutas.