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Celia Ramos con su gata 'Pipa'. M. R.

El regreso de 'Pipa' después de 13 meses y 20 kilómetros de travesía

La gata vuelve a Torre Guil, en Sangonera la Verde, tras cruzar una autovía y unirse a una colonia de 19 felinos en el barrio murciano de Santiago el Mayor

María Ramírez

Viernes, 10 de marzo 2023, 02:00

El paradero de 'Pipa', una gata monegasca residente en la urbanización Torre Guil de Sangonera la Verde, en Murcia, fue toda una incógnita durante más de un año. Tras una búsqueda desesperada por parte de Celia Ramos, su dueña, las esperanzas por recuperarla habían mermado por completo. Una incertidumbre que, el 24 de febrero, dio un giro inesperado. La llamada de una clínica veterinaria del barrio murciano de Santiago el Mayor anunciaba el mejor de los finales: la felina había aparecido, y en perfecto estado. Al otro lado de la línea, la dueña no daba crédito a la noticia. «No me parecía real. Estaba en estado de shock», afirma la joven, que continúa inmersa en «una emoción que no se puede describir».

Mientras 'Pipa' merodea por las estancias de la vivienda, tratando de reubicarse, Celia echa la mirada atrás a ese 13 de enero del 2022, fecha en la que el animal emprendió su travesía. Los primeros rayos de sol de aquel jueves invitaron a la gata a dar un paseo por las calles contiguas. Las caminatas eran una parte indispensable de su rutina, así como sus prolongados descansos en las rotondas. Allí activaba su modo 'segurata' y observaba a sus vecinos emprender sus jornadas. Entre esa multitud localizó el rostro de su dueña, con la que cruzó su mirada sin presagiar que el contacto entre ambas cesaría durante una buena temporada.

A última hora del día, la inquietud de Celia empezó a crecer, ya que 'Pipa' no había regresado. Las horas pasaban y los nervios se apoderaron completamente de ella, que «no podía quitar la mirada de la entrada con la esperanza de verla cruzar» tras un paseo más extenso de lo habitual. Sin embargo, las jornadas en su ausencia empezaron a contabilizarse con más de una mano, lo que la llevó a «poner carteles, difundir por redes sociales y alertar sobre todo a los vecinos». Así se originó el enigma que todos sus seres queridos trataron de descifrar «durante muchos meses sin descanso».

La colaboración ciudadana no tardó en dar sus frutos. «Algunos me dijeron que la habían visto en el otro sector de la urbanización», relata la joven, para quien estos mensajes suponían un soplo de aire fresco en medio de «una pesadilla interminable». Desde ese momento, todos sus esfuerzos se concentraron en esa zona. «Hacía batidas por la noche. Seguí así por lo menos dos meses», pero el hallazgo seguía sin resultados, a pesar de esas largas horas a la intemperie.

Imagen secundaria 1 - El regreso de 'Pipa' después de 13 meses y 20 kilómetros de travesía
Imagen secundaria 2 - El regreso de 'Pipa' después de 13 meses y 20 kilómetros de travesía

El tiempo se transformó inevitablemente en su peor enemigo: el dispositivo de búsqueda se solapaba con el de otros animales, relegando a 'Pipa' a un segundo plano. A pesar de esta circunstancia, Celia fue alertada en distintas ocasiones sobre un avistamiento. «Varias veces me dijeron que la habían visto. Llegaba y era un gato que se le parecía, pero nunca era ella», rememora. La realidad es que el rastreo sin éxito la mantenía inmersa en un auténtico sinvivir, hasta el punto de que «empezaba a soñar mucho con ello». Una situación insostenible que la obligó a emprender un proceso de duelo. «No puedes estar buscando a un animal eternamente y pensar que va a aparecer», justifica. Por este motivo, dejó de luchar y dio por finiquitadas las batidas.

De Torre Guil a una colonia callejera

La llamada más ansiada llegó 13 meses después. Esta vez no era una sospecha: el microchip revelaba la identidad del animal sin posibilidad de error. La incredulidad de Celia aumentó al cerciorarse de que el aviso provenía de 20 kilómetros de distancia, con una autovía que separaba esa zona de Torre Guil. «¡Cómo iba a pensar que estaba tan lejos!», exclama sin comprender la ruta que emprendió. El nuevo hogar de la gata se ubicaba en Santiago el Mayor, junto a Mónica Rubio, una integrante de la Asociación Salvando a India que alimenta altruistamente a una colonia de 19 gatos callejeros.

Sus caminos se cruzaron a principios de diciembre, cuando la felina sacó a relucir sus grandes dotes sociales y se acercó a Mónica en reiteradas ocasiones. «Al inicio pensaba que era de la zona, porque no estaba excesivamente sucia y llevaba un collar antiparasitario», razona. Aun así, la mujer sospechaba de su procedencia y optó por cubrirse en salud publicando diversas imágenes en Facebook, «pero lamentablemente nadie la reconoció».

La hipótesis de que alguien la hubiera perdido cobró fuerza el 23 de febrero. Ese día, 'Pipa' llamó especialmente la atención de Mónica. «Salió de un coche y me siguió hasta mi casa. Me impresionó que fuera tan mimosa, parecía muy casera», relata. Por este motivo, hizo uso de su lector de chip, que arrojó un resultado tan positivo como «satisfactorio», ya que «me dedico a rescatar gatos y esto es un éxito rotundo». Sin embargo, debido a la protección de datos, la pantalla tan solo le ofreció un código. Una serie numérica que descifró al día siguiente una clínica veterinaria, la encargada de notificar a la familia sobre el suceso.

Un reencuentro poco idílico

El tan deseado reencuentro no tardó en producirse. Ese mismo viernes, Celia se personó en Santiago el Mayor, pero la cita para recuperar «a su fiel compañera de vida» no superaron las expectativas. «Yo estaba muy feliz, pero ella un poco agresiva. No fue idílico», confiesa. Un escenario que cambió en cuanto ambas pisaron la casa que antes solían compartir. «Milagrosamente» la gata «reconoció todo nada más entrar por la puerta».

Ahora, el reto al que se enfrenta la joven es conseguir que la felina vuelva a adaptarse, no solo al hogar y su nueva vida, sino a la presencia de un integrante más: Romeo, un perro que se incorporó a la unidad familiar recientemente. «Aunque ella está en su casa, yo no sé lo que ha vivido, pero seguramente cosas durillas», justifica Celia. Aun así, tan solo encuentra motivos para derrochar felicidad y consumir sus libranzas laborales con su 'querida Pipa', a la que consiente con premios y largas dosis de caricias.

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