Las 'peleas' entre pedanías y barrios de Murcia por las lindes
Los límites de las poblaciones del municipio han sufrido cambios a lo largo de los años; algunos, tras no pocas discusiones antes del acuerdo
Cementerios con vecinos de una pedanía que han terminado por pertenecer a la población vecina; parroquias que ya no están en el territorio de sus feligreses, colegios que se sienten de un barrio y no del que administrativamente forman parte y crecimientos urbanísticos. Estos son algunos ejemplos que han llevado históricamente, y siguen llevando, a los representantes de los barrios y pedanías de Murcia a pedir cambios en las lindes con las poblaciones vecinas o a emanciparse de las que pertenecían.
A lo largo de la historia, se sabe que ha habido «micromodificaciones» para evitar picos o esquinas no deseadas en un lindero que partieran, por ejemplo, un edificio entre dos pedanías. Pero solo se tienen registros de estos cambios en los archivos del Ayuntamiento de Murcia a partir de 1960, un año especialmente fructífero. Entonces se delimitó el término de El Puntal, tras su segregación de Espinardo, en el norte del municipio. También se fijaron los límites de los barrios que forman la almendra o casco urbano de la ciudad, así como del resto de las pedanías.
Hubo que esperar treinta años para que se produjeran otras dos segregaciones: la de San Ginés de El Palmar y la de San José de la Vega de Beniaján. «Esto fue consecuencia del crecimiento urbanístico de las primeras, que les hizo tener un núcleo de población importante y con entidad suficiente», explica el concejal de Pedanías y Vertebración Territorial, Marco Antonio Fernández.
En 1993 se movieron las fronteras entre San Ginés y Nonduermas; dos años después entre los barrios del Carmen, Barriomar y Santiago el Mayor; y, en 2002, el barrio de San Basilio perdió terreno al crearse El Ranero, fruto, una vez más, del fuerte empuje inmobiliario, en plena burbuja del ladrillo. Ese mismo año hubo de nuevo cambios entre El Carmen, Barriomar y Santiago El Mayor. En todos los casos con sus correspondientes tira y afloja, porque a nadie le gusta perder terreno.
Desde entonces y hasta 2023, nada se ha movido. Esta «pequeña modificación» llegó a buen puerto, tras meses y meses de negociaciones, entre el barrio de Vistalegre y la pedanía de Santiago y Zaraíche. El centro de la disputa fue el colegio público Nuestra Señora de Atocha, sobre plano de Vistalegre, pero con el corazón santiaguero. La iniciativa partió de la Junta Municipal de Santiago y Zaraíche, ya que este centro escolar fue el primero de los cuatro que tiene actualmente la pedanía y, además, lleva el nombre de la Patrona de la pedanía. El proceso concluyó satisfactoriamente con el visto bueno del Pleno del Ayuntamiento de febrero, si bien no se ha hecho efectivo hasta principios de 2024 (se publicó en el Boletín Oficial de la Región en octubre de 2023). La manzana ubicada entre la avenida Nuestra Señora de Atocha (norte), la calle Periodista Encarna Sánchez (sur), las avenidas Marqués de los Vélez (este) y Juan de Borbón (oeste) queda integrada en la pedanía de Santiago y Zaraíche.
En cualquier caso, los cambios no terminan recogidos en papel si una de las partes está disconforme y el acuerdo definitivo debe aprobarse en una sesión plenaria del Ayuntamiento de Murcia, tras haber recibido el visto bueno en los respectivos plenos de las juntas municipales implicadas.
Actualmente, está en trámite un cambio en la línea que divide las pedanías de El Puntal y Churra, ya que esta última demanda recuperar la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, pared con pared con la casa señorial Torre Alcayna, que se va a convertir en un merendero.
El mayor escollo para llegar a un acuerdo estriba precisamente en esta propiedad, ya que Churra quería anexionársela junto con la iglesia, a lo que no parece dispuesto El Puntal. Eso supondría perder un importante patrimonio. «Están en las negociaciones previas, porque la propuesta no ha llegado aún al Ayuntamiento, pero parece que Churra ha aceptado que solo se cambien los lindes para incluir la iglesia», detalla Fernández.
Piques y años turbulentos
El concejal apunta que no sería la primera vez que la iniciativa de una parte se queda en agua de borrajas. Hubo un tiempo, allá por 2008-2009, en el que el entonces concejal de Pedanías, Cristóbal Herrero, abrió la veda a la solicitud de cambios en los límites y se pusieron varios casos sobre la mesa. Pero no llegaron a buen puerto porque cada parte «fue a máximos y no se llegó a concretar nada».
De aquella época «turbulenta» han quedado para el recuerdo casi media docena de carpetas con expedientes abiertos.
También ha habido momentos para los piques y anécdotas entre pedanías. Es el caso de El Puntal con Espinardo, a cuenta del Campus de la Universidad de Murcia. Aunque oficialmente se denomina Campus de Espinardo, tras la segregación, la gran mayoría del terreno pertenece a El Puntal. Y para que quedara claro, hace muchos años los de El Puntal no dudaron en dejar constancia de ello: con carteles con el nombre de la pedanía bajo el brazo, se dedicaron a colocarlos en medio del campus, si bien tuvieron poco éxito.
El Ayuntamiento no tuvo sobre papel los límites hasta 1970
El Ayuntamiento de Murcia no tuvo hasta 1970 una documentación exacta y oficial de los límites de barrios y pedanías del municipio. Hasta ese momento, funcionaba el derecho de la costumbre y los recuerdos de los vecinos. «Fue la primera vez, que sepamos, que el Consistorio decidió delimitar cada uno de los territorios sobre papel, ya que no hemos encontrado ningún documento previo a esta fecha», explica el edil Marco Antonio Fernández. Los planos están pintados a mano, en papel cebolla, con los límites en rojo, siguiendo las vertientes de montes y sierras, caminos y carreteras, acequias y otros cauces e, incluso, en alguna ocasión, grupos de casas o caseríos. Se conservan en el Archivo Municipal. Desde 2010, la planimetría está recogida en el Sistema de Información Geográfica (GIS).
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