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Operarios de Tranvía de Murcia revisan dos vehículos en las instalaciones de La Ladera, uno de ellos, en el foso. Nacho García / AGM

Una noche en la tramoya del tranvía de Murcia

El concienzudo trabajo de puesta a punto que se desarrolla cada madrugada en las cocheras de la empresa tiene buena parte de la culpa en sus crecientes cifras de usuarios

Domingo, 16 de octubre 2022

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La friolera de 30.782 usuarios. Esa es la cifra de pasajeros que logró mover Tranvía de Murcia el pasado 22 de septiembre y que permitió romper el récord histórico de servicio diario de este medio de transporte en la ciudad de Murcia. Es cierto que la pandemia truncó la progresión de una demanda creciente que rozó los 6 millones en el año 2019, pero los datos del pasado mes avalan una rápida recuperación en el número de viajeros, fundamentada en buena parte en la confianza que les merece esta propuesta de movilidad urbana.

Sin embargo, esta percepción positiva del servicio no se logra por casualidad y buena parte se basa en el trabajo de precisión que se desarrolla entre bambalinas, en lo que vendría a ser la tramoya de este gran auto sacramental diario del transporte sostenible en Murcia. El engranaje de este complejo mecanismo no se encuentra en otro sitio que en las cocheras y talleres del tranvía, donde cada noche se trabaja sin pausa para asegurar que todos los vehículos y sistemas funcionan a la perfección.

Suele ser sobre las 21.30 horas cuando arranca la actividad en las instalaciones que Tranvía de Murcia tiene en la urbanización de La Ladera, en la pedanía de Churra. Este es el momento en el que comienzan a recogerse poco a poco los once vehículos que han circulado durante toda la jornada por los 18 kilómetros de raíles que posee la infraestructura en la que se apoya la Línea 1, cubriendo una distancia de en torno a unos 260 kilómetros por unidad, una etapa y media del Tour de Francia. Allí les esperan los 25 operarios que acometen esta puesta a punto desde distintos perfiles profesionales, pasando por el personal de limpieza y siguiendo por los técnicos de mantenimiento, incluyendo mecánicos, electromecánicos y expertos en electrónica y comunicaciones. «También contamos con algún especialista en chapa y pintura, pero estos actúan cuando se produce algún incidente, como por ejemplo el choque con algún vehículo despistado», explica Joaquín Abel, jefe de mantenimiento de Tranvía de Murcia.

Galería. Un operario realiza ajustes en la parte delantera de un convoy.

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Galería. Un operario realiza ajustes en la parte delantera de un convoy. NACHO GARCÍA/ agm

Inmediatamente después de salir de línea, cada vehículo pasa por la llamada estación de 'servicing', donde se procede a realizar una inspección visual interior, inferior -parte en la que se encuentra el material rodante y de frenado- y superior, donde ubican tanto los motores de tracción como las antenas de comunicaciones y el pantógrafo, que toma la corriente de la catenaria. Así se comprueba, por ejemplo, que las ramas descolgadas de una palmera no hayan dañado las varillas de este último o las hayan descalibrado. A continuación, un día a la semana, se realiza el llenado de los depósitos de arena de cada vehículo.

«Utilizamos estas partículas como un sistema de ABS en los 'bogíes' -ejes donde se asientan los distintos pares de ruedas- con tracción, ya que al soltarlas sobre el raíl durante el roce permite tanto frenar de forma menos brusca como no salir derrapando», explica Abel, ingeniero de minas especializado ahora en materia ferroviaria. «Será que no hay raíles en las galerías subterráneas», aclara. El siguiente paso es asegurarse de que los convoyes ofrezcan un aspecto exterior presentable, y para ello, estos atraviesan un gran túnel de lavado dos veces a la semana.

A la 'playa' o a revisión

Una vez secos, dos son los caminos que puede enfilar cada vehículo: el de 'playa', lugar donde estos deben dormir, tras ser sometidos a una limpieza interior; o el de los talleres. Esta visita al especialista se produce cuando se ha detectado una incidencia durante el día -que ha podido ser aislada, gracias a la duplicidad de los sistemas, hasta la recogida del convoy- o cuando toca un mantenimiento programado, los cuales se suceden de manera continua. Estas tareas calendarizadas se ejecutan en base a los kilómetros recorridos y a las horas de mantenimiento. Es cada medio millón de kilómetros cuando se produce un examen completo del vehículo, momento en el que este se desmonta pieza por pieza, enviando cada una de sus partes al fabricante, que las devuelve revisadas y homologadas. Pero hasta que se produce este 'renacimiento', cada tranvía debe ser sometido a revisiones periódicas para detectar y poner remedio a posibles achaques.

Diversos son los grandes bloques de revisión. Uno es el mecánico y el del material rodante puro y duro. Por ejemplo, las ruedas se perfilan cada 70.000 kilómetros en un torno, para que mantengan su geometría. «Cuidado con esa viruta metálica, parecen papelillos, pero cortan como cuchillas de afeitar», advierte el ingeniero. Además, los 'bogíes' montan elementos de suspensión y antivibración, que también se comprueban, así como barras de control de carga, que permiten cuantificar la demanda de pasajeros y optimizar de la manera más ajustada posible el servicio. «Los datos nos dicen que el pico está sobre las 8.15 de la mañana, de martes a jueves», puntualiza.

Hasta 25 operarios realizan tareas de mantenimiento a diario siguiendo un calendario fijado por horas y kilómetros de servicio

Dentro de los dos fosos de mantenimiento pueden revisarse elementos como los patines electromagnéticos, que «permiten clavar el tranvía a la vía y frenarlo de golpe en caso de necesidad. Y más de una vez se han usado ya», añade. También se revisan elementos electromecánicos como los motores o los sistemas de climatización. «Tenemos piezas como para montar el tranvía número 12 desde cero en caso de necesidad, pero lo que hacemos es utilizar sus elementos para sustituir rápidamente uno que no funciona», expone el jefe de mantenimiento.

Electrónica e informática

No es menos importante la revisión de los elementos electrónicos o de la parte informática, que es la que habla al conductor mientras circula y que permiten desarrollar cualquier actuación sobre el tranvía en función de lo que esté ocurriendo en cada momento, incluso desde la sala de control de La Ladera. Fundamentales son también todos los sistemas de seguridad. «La conducción de uno de estos vehículos requiere un ciclo de aceleración determinado; si no se ejecuta de manera adecuada, el convoy se frena por defecto», añade Abel, destacando que formar a un chófer de manera específica para sus tranvías supone hasta 120 horas de teoría y entre 180 y 300 horas de ejercicios prácticos.

Asimismo, tampoco es extraño que los convoyes sean sometidos en los talleres a otras actuaciones, como la rotulación por motivos comerciales. Concluidos ya todos estos procesos, es a las 5.15 horas cuando los conductores inician la preparación para ponerse en marcha, comprobando absolutamente que todos los sistemas funcionan correctamente. Si nada falla, se vuelve a levantar el telón: el medio de transporte público mejor valorado de Murcia vuelve a iniciar su función.

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