Gente con condición. El gran salón de baile del Real Casino de Murcia, en una de las muchas celebraciones que se convocaban llegando la Navidad y el fin de año.

Las Nocheviejas que en Murcia solo celebraban quienes mandaban

La Murcia que no vemos ·

La llamada Fiesta de las Uvas del Real Casino reunió durante décadas a lo más granado de la sociedad

Domingo, 31 de diciembre 2023, 08:33

Tal día como hoy, para miles de familias huertanas, era solo una jornada de obligado trabajo más. Las bestias tienen eso: que comen todo el ... año; y los bancales no pocos cuidados exigen. Si a ello le sumamos los dispendios de la Nochebuena, tantas veces forzados porque la mata da lo que da, el último día del año fue para tantos una fecha pasajera. Otra cosa, en cambio, suponía para quienes atesoraban una economía desahogada. Y su epicentro siempre fue el Casino de Murcia.

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Aún está por investigar cuándo comenzó a organizar el hoy Real Casino veladas en Nochevieja. El diario murciano 'El Tiempo' advertía en 1915 de que la fiesta, ya señalada como de las uvas, la «creó el Congresillo, quedó constituida en firme y se seguirá viviendo mientras algunos elementos de los que la iniciaron estén decididos a que no muera».

Esos «elementos» pertenecían a uno de los grupúsculos que existían en el Casino. Recibía el nombre de la sala que antecede al imponente salón de baile y acogía reuniones de los más jóvenes asociados. La insistencia del redactor en que «habrá fiesta de las uvas, como siempre», evidencia que la tradición es más antigua. Seis años antes, en 1909, el mismo diario aseguraba que, como era tradicional, los «más jóvenes» comerán las uvas.

Las uvas murcianas

El rotativo, en su edición del 28 de diciembre, recogió la costumbre del día primero del año, cuando «la gente joven come uvas, echa los años, tiran los zapatos y ejecutan toda la interminable serie de pruebas cabalísticas para saber si serán felices en el año o se casarán durante sus doce meses».

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La fecha de 1909 tiene su intríngulis pues algunos autores sostienen que fue entonces cuando se instauró la costumbre de comer las uvas en España. Al parecer, los productores no habían logrado vender su cosecha y decidieron venderla en saquitos para dar cuenta de ellas durante las campanadas.

Lo curioso del caso es que no se sabe bien si aquellos productores eran alicantinos, almerienses o murcianos. Por eso, que en 1909 ya citara 'El Tiempo' como una costumbre el dar cuenta de las uvas decanta un tanto la balanza hacia esta tierra. Otros, en cambio, sostienen que ya veinte años antes se observaba el rito en Madrid. Bueno. como sea igual de cierto que aquello de Madrid al Cielo, frase de Zorrilla que nos robaron y cuyo original es, como es natural, de Murcia al Cielo.

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Selectos menús

Los menús que se servían en tan selectas veladas, que solían comenzar a las diez de la noche, no tenían desperdicio. En 1923, por ejemplo, dieron cuenta de entremeses variados, puré de Reina y filetes de merluza a la romana. El siguiente plato fue rosbif de ternera a la americana, con legumbres y espárragos de Aranjuez y un asado de jamón en dulce y pavo trufado. De postre, helado de turrón de Cádiz y frutas variadas. El cubierto costaba nueve pesetas de la época.

En 1917, el mismo periódico incluyó en su portada una extensa crónica de la Fiesta que, como puntualizaba el redactor, «se celebró por vez primera en el Casino hace varios años». Aquella edición sería sonada. En el salón de baile, poco después de las diez de la noche, ya no quedaba un sitio donde sentarse. En el Congresillo, se inauguró una exposición de pintura que incluyó más de 50 obras, en gran medida realizadas por «muchachas especialmente».

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Poco antes de la medianoche se repartieron «unos artísticos paquetitos conteniendo los doce clásicos y salvadores granos de uva». Mientras sonaban las campanadas resonó la Marcha Real. Entonces comenzó el sarao. Sobre un improvisado escenario, ubicado al fondo del salón, arrancó la actuación de varias bailarinas vestidas de huertana. Acto seguido, se leyó un romance del gran Frutos Baeza, con alusiones a la Nochevieja, pero también denunció el alto coste de los productos que llegaban de la huerta.

La siguiente actuación fue una comparsa de andaluzas, que bailaron sevillanas e interpretaron tientos, palo nada fácil para los profanos, por cierto. Las siguientes actuaciones fueron la «comparsa de gallegas, una monería» y la de aragonesas. Por último, un cómico hizo de ciego y, lazarillo incluido, divirtió a los asistentes.

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Hasta el alba

Ya bien entrada la madrugada se sirvió un ágape, que entonces llamaban 'lunch'. Por una sala próxima al salón desfilaron primero las mujeres y luego los hombres. Renovadas las fuerzas, no pocos aguantaron hasta las claras del día. A esas horas ya andaban los huertanos bregando en los caballones para arrancar a la tierra el sustento de los suyos.

Había otras cenas, como las del hotel Amat, en la calle de Trapería. O las del Nido en la calle Jara Carrillo. A ellas se sumaban las convocadas por el Hotel Patrón, frente al casino, o el Hotel Victoria, del que hoy solo queda un edificio residencial. Sin olvidar la del Círculo de Bellas Artes.

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Así acababa 1917 para los murcianos ricos. Aunque no crean que hemos avanzado mucho. Bien podríamos suscribir las palabras de Frutos Baeza en aquella Nochevieja cuando se refería al año ya pasado.

El celebrado autor advertía de que «en fin y pa rematar, que esto es una trampantaina, y ca quisque va a lo suyo, to er mundo está a la que sarta, ande la ve la harta e palos, y ar son que le tocan baila. Por eso, bien dijo er fraile que prenunció estas palabras: Hermanos, nulla est redemptis, qui potest cápere, capiat... Que en panocho quié icir: ¡Pepa, toma higos que se abusanan!; al que la pille, pa él; y mientras rula no es chamba». ¿Tiene o no actualidad la cita? Pues eso.

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