La inscripción está ubicada bajo la pequeña ventana de la derecha de la fachada

Excomulgados por un apretón de vejiga en Murcia

La Murcia que no vemos ·

Un antiguo letrero en la Catedral advierte de las consecuencias de orinar junto al templo

Domingo, 17 de diciembre 2023, 07:31

Alos murcianos, durante tantos siglos que nadie recuerda y al margen de su piedad cristiana y su recta vida, podía costarles la gloria eterna un ... simple apretón de la vejiga. Al menos, si sucedía en la Catedral. Porque la pena impuesta para quienes orinasen en su entorno era la mismísima excomunión. Ante semejante castigo, resultan ridículos los 2 ducados de multa que llevaba emparejados la sanción.

Publicidad

El extremo derecho de la portada de la Catedral, según se mira, atesora el más curioso de los letreros que se conserva en la ciudad. Se trata de una advertencia, ajada por el paso de los años, donde se advierte a los caminantes de que «está excomulgado de excomunión mayor cualquier persona que echase, mandase echar o permitiese echar basura o se orinase en todo el ámbito de la Santa Iglesia bajo pena de 4 ducados».

La amenaza resulta interesante por diversos motivos. En primer lugar, la excomunión mayor suponía la exclusión total de la Iglesia, frente a la menor que solo apartaba al condenado de los sacramentos. Además, según el texto, no quedaba estigmatizado solo quien cometiera aquellas faltas. También cuantos ordenasen ensuciar las calles e incluso los que permitieran estas prácticas.

En lugar visible

La ubicación de la inscripción, visible en un lugar de mucho paso, evidencia la preocupación del Cabildo de la Catedral por mantener el primer templo de la Región en perfectas condiciones. Además, también se ordenó pintar otra advertencia, de similiar texto y hechura, al pie de la torre de la Catedral. Una y otra resisten, mal que bien, el envite de los tiempos, aunque pronto desaparecerán si nadie lo remedia.

Publicidad

A pesar de la trascendencia de la amenaza, un apretón a destiempo siempre fue difícil de dominar, si tenemos en cuenta la interminable colección de sanciones que, desde la Edad Media o incluso antes, se conservan sobre la cuestión. De una lectura detenida de las mismas puede concluirse que los murcianos tenían predilección por orinar en los edificios públicos.

A lo largo del siglo XIX, por ejemplo, los diarios incluyeron abundantes noticias de multas impuestas a ciudadanos por miccionar en las fachadas de la plaza de abastos, de la Audiencia Provincial, del Ayuntamiento de Murcia y hasta del Palacio Episcopal.

Publicidad

La antigüedad de la inscripción resulta tan complicada como evidente. A vuelapluma, se podría anotar como pista la moneda mencionada en la sanción. Los primeros ducados fueron acuñados por los Reyes Católicos. Con un peso que rondaba los 3,5 gramos de oro fue la unidad de cuenta durante los siglos XVI y XVII, cuando también se introdujeron los de plata.

La costumbre de aliviar la vejiga en cualquier sitio también provocó algunos problemas de mayor calado. Porque incluso amenazaban la seguridad de edificios y puentes. En 1893, el arquitecto municipal Pedro Cordones advierte al Consistorio de la necesidad de subsanar algunos desperfectos en las vigas del Puente Viejo «por la costumbre de orinarse sobre los estribos».

Publicidad

A lo largo del siglo XIX la sanción pintada en la fachada tampoco resultó efectiva. Incluso llegó a convertirse en una cuestión pública que se debatió en un Pleno del Ayuntamiento de Murcia. Fue en 1869, cuando un concejal preguntaba por qué razón la policía urbana no patrullaba más asiduamente por el entorno de la Catedral «para evitar la continuación del abuso que se viene comentiendo». Abuso que consistía, «sin respeto a lo sagrado del lugar», en la existencia en todas las rinconadas de «depósitos de aguas menores», que describía como «inmundos charcos».

Con pocos escrúpulos

A comienzos del siglo XX, El Liberal se hizo eco de una petición vecinal al alcalde de la ciudad que abogaba por la instalación de más urinarios públicos y por reformar los existentes, ya que «son focos hediondos que más valiera suprimir pues ridiculizan nuestra población». Al parecer, había «infinidad de hombres poco escrupulosos y poco amantes de la higiene» que hacían aguas menores «en pleno día y ante los transeúntes de ambos sexos».

Publicidad

Por aquellos años se iniciaron campañas de higiene pública y los diarios publicaron encendidas galeradas sobre sus beneficios para la salud. «Aún más perjudicial y nada decente es orinar y ensuciar en la vía pública. Tratándose de los niños indica poca o ninguna limpieza de sus padres», concluía El Liberal en 1902. La propuesta era sancionar a todos estos desahogados» con una multa de dos o tres pesetas. Ya entrado el siglo pasado sobrevivieron varios urinarios en condiciones similares. Uno de ellos estaba en plena plaza de Belluga y era un subterráneo, como también lo era otro en el jardín de Floridablanca, enfrente de la iglesia de El Carmen. El tercero estaba ubicado en el costado derecho del Teatro Romea.

En 1989, cuando en teoría éramos más civilizados, aún se propuso en Murcia una ordenanza que sancionaba con 1.000 pesetas el arrojar papeles a la calle, con 1.500 a quien fuera sorprendido orinando y con 5.000 a aquellos que «lanzaran bolsas de basura desde las ventanas». Increíble, pero cierto.

Noticia Patrocinada

La prohibición de desahogos públicos, tan denostada como secundada en noches de parranda, alcanza nuestros días aunque sus raíces se adentren en la oscuridad de los tiempos. Y hay permanece la inscripción, en pleno corazón de Murcia, y con la misma vigencia si nadie se ocupó de derogarla. Al leerla cualquiera puede recordar aquel remoto refrán castellano que reza: «Si la iglesia se le cae encima, o fue a robar o a mear a la esquina».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad