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Paraje de la Boquera, donde nace la acequia Puxmarina. Pedro Ruiz
Doce imprescindibles de la huerta de Murcia

Doce imprescindibles de la huerta de Murcia

Una selección de lugares y monumentos que acercan los orígenes y la historia de la antigua Mursiya, en el 1.200 aniversario de su fundación

Sábado, 10 de mayo 2025, 08:22

Una por cada siglo de historia. En total, doce instantáneas de enclaves y monumentos, de fácil acceso, para adentrarse en la esencia huertana de Murcia con motivo del 1.200 aniversario de su fundación, que se celebra a lo largo de este 2025.

A partir de las sugerencias de colectivos conservacionistas y de conocedores de la huerta, este recorrido por el cinturón verde de la capital del Segura, de la mano del fotógrafo Pedro Ruiz (Murcia, 1964), habla de los orígenes de la mítica Mursiya y de su legado; pone el foco en un paisaje único y en los peligros que le acechan, y destaca la lucha para preservar el patrimonio histórico y natural, pero también el trabajo de conservación que todavía hoy queda pendiente.

Presa de la Contraparada, también conocida como azud mayor. Pedro Ruiz

1. La Contraparada

Hay quien sitúa en este vergel, a apenas diez kilómetros del centro urbano, el origen mismo de Murcia, ya que aquí nace el sistema de riego tradicional de la huerta. Enclavada entre las pedanías de Javalí Nuevo y Javalí Viejo, la presa de la Contraparada sirve para repartir las aguas a las dos acequias mayores, Alquibla o Barreras (al sur) y Aljufía (al norte), abasteciendo la extensa red de cauces, azarbes y regaderas. El histórico azud mayor hunde sus cimientos en el periodo islámico, aunque algunos investigadores apuntan a unos inicios más lejanos, en época romana. Su estampa actual, a base de sillares de piedra, data del primer tercio del siglo XVIII y responde a un diseño de Toribio Martínez de la Vega, el ingeniero del Puente de los Peligros.

Uno de los rincones del palmeral mayor de Santiago y Zaraíche. Pedro Ruiz

2. El palmeral de Santiago y Zaraíche

Ha sobrevivido, casi de milagro, a incendios y a la presión urbana. En el verano de 2017, y bajo la dirección del ingeniero y paisajista Francisco Medina, el Ayuntamiento de Murcia completó la recuperación del palmeral de Santiago y Zaraíche, en la pedanía del mismo nombre, atendiendo así una reivindicación ciudadana. Abarca una superficie de 9.000 metros cuadrados y conserva ejemplares de 150 años de antigüedad. Se trata de uno de los pulmones verdes del ensanche norte de la capital y cualquier época del año es buena para recorrerlo. Su exuberante vegetación, que aísla de los ruidos del entorno, se mantiene gracias al riego a manta que facilita la vecina acequia de Zaraíche, sobre todo en los meses de verano. En ocasiones se organizan talleres divulgativos y pequeños conciertos.

Rueda de La Ñora, sobre la acequia mayor de Aljufía. Pedro Ruiz

3. La rueda de La Ñora

La repoblación cristiana y la política de concesiones de tierras emprendida por Alfonso X el Sabio llevaron consigo nuevos asentamientos en la huerta y la ampliación de la superficie de cultivo. La norias jugaron un papel clave en ese incremento de las zonas de regadío, ya que servían para elevar el agua y llevarla hasta parcelas situadas a cotas más elevadas. En el término de Murcia solo se conserva la rueda de La Ñora, bien de interés cultural (BIC) desde 1982, sobre la acequia de Aljufía. Las crónicas de la época recogen que ya estaba en pleno funcionamiento en 1416. En todo este tiempo ha sufrido un sinfín de reformas; en 1868 se colocó la última de madera, sustituida por otra de metal en 1936. Recientemente, la asociación Huermur ha denunciado que «se cae a pedazos».

Al fondo, el Castillo de Monteagudo, y, en primer plano, el Castillejo, tras su restauración. Pedro Ruiz

4. El Castillejo de Monteagudo

Ejemplo de la arquitectura de prestigio, el Castillejo recuerda que en el siglo XII Murcia se alzó como una de las ciudades más importantes del Occidente musulmán de la mano de Ibn Mardanis. Este palacete -a la sombra del imponente Castillo de Monteagudo- servía como mirador de la almunia real, una finca agrícola y de recreo que extendía sus límites más allá de Cabezo de Torres. Visible desde la distancia, la construcción amurallada era un aviso a súbditos y rivales sobre el inmenso poder del conocido por las fuentes cristianas como Rey Lobo. Tras años de abandono, la recuperación del conjunto comenzó en 2019 con su compra por parte del Ayuntamiento. En 2023 empezaron las obras del recinto inferior, que ya se puede visitar, y en breve se abordará una segunda fase para completar la rehabilitación.

Fachada principal de la iglesia del monasterio de los Jerónimos. Pedro Ruiz

5. El monasterio de los Jerónimos

La construcción del conjunto monacal de los Jerónimos parece ligada a la producción de pimentón, ya que fueron los monjes de esta orden los encargados de expandir dicho cultivo llegado de América. La imponente arquitectura, concebida por fray Antonio de San José, domina el paisaje de la huerta oeste, en el límite entre las pedanías de Guadalupe y La Ñora. El conocido como 'Escorial murciano' se levantó en la primera mitad del siglo XVIII, en estilo barroco, y hoy día acoge la sede de la Universidad Católica (UCAM). Destaca su ornamentado claustro, recientemente restaurado, que se comunica mediante tres escaleras con las otras plantas del edificio, y que albergaban las celdas de los monjes y los dormitorios de los novicios. También se puede visitar la iglesia, de tres naves y crucero cubierto con cúpula octogonal, con decoración de yeserías y pintura mural.

Molino del Amor, sobre la acequia de Aljufía. Pedro Ruiz

6. El molino del Amor

Acaba de abrir sus puertas (sábados y domingos, de 9 a 13 horas) como un nuevo centro municipal de visitantes para realizar rutas por la huerta. Ubicado en la pedanía de La Albatalía, este antiguo molino harinero utilizaba la fuerza del agua de la acequia de Aljufía para mover sus dos piedras y triturar el grano. El edificio data de mediados del siglo XVII, pero tiempo después fue adquirido por las monjas agustinas, que lo bautizaron como 'molino del amor de Dios', sufriendo una profunda remodelación. En 1946, las instalaciones quedaron fuera de servicio y pasaron a ser utilizadas como comedor por parte de los trabajadores de la fábrica de Conservas Caravaca, cuya chimenea aún se mantiene en pie a unos pocos metros de distancia. En la zona también se conservan otros ejemplos de arquitectura tradicional, como la casa-torre de los Almendros y la casa-ermita de los Clérigos.

Entrada principal al paseo del Malecón. Pedro Ruiz

7. El paseo del Malecón

Su configuración responde a un diseño de principios del siglo XVIII para defender la ciudad de las crecidas del río Segura. El dique del Malecón, catalogado como bien de interés cultural, funciona a su vez como un paseo que se introduce kilómetro y medio en la huerta, ofreciendo a los murcianos una zona de recreo y esparcimiento. Arranca en el plano de San Francisco, con una sencilla entrada con bancos de piedra arenisca, y acaba en la estatua dedicada a José María Muñoz. A un lado, una extensa zona verde agrupa el jardín botánico y unos antiguos huertos, como el de los Cipreses. En su interior se conserva la portada renacentista de la casa del Huerto de los Bombas. Mansiones de familias burguesas salpicaban el paseo, hoy la mayoría ya desaparecidas.

Vista de la huerta desde la Fuensanta; a la derecha, la Casa de Espiritualidad. Pedro Ruiz

8. El mejor mirador desde la Fuensanta

Un espacio entre la leyenda y la espiritualidad. El conjunto protegido del santuario de la Virgen de la Fuensanta, en el pulmón verde de El Valle-Carrascoy, constituye uno de los mejores miradores para disfrutar de unas vistas únicas de la vega del Segura. El enclave no solo acoge el templo barroco que custodia la imagen de la Patrona de Murcia, sino que en los alrededores se alzan otras construcciones que merecen una visita, como la Casa del Cabildo, de estilo neomudéjar, la cueva de la cómica Baltasara o la Fuente Santa. La Casa de Espiritualidad, levantada en uno de los cerros en los años 50 del siglo XX, está siendo remodelada para acoger a los seminaristas del centro Redemptoris Mater, ligado al Camino Neocatecumenal.

Canales del molino Alfatego, en la acequia del mismo nombre. Pedro Ruiz

9. El molino y la acequia de Alfatego

En uno de los últimos reductos de huerta al norte de la ciudad, la ruina amenaza el molino Alfatego (El Puntal), sobre la acequia del mismo nombre. La construcción data del siglo XVIII, perteneció al Marquesado de Espinardo y formó parte de la extensa red de molinos harineros que abastecían las necesidades de la población. Equipado con dos piedras, destacan sus robustos canales realizados a base de sillares. Pese a que cuenta con protección de la Consejería de Cultura, su abandono le ha llevado a entrar en la Lista Roja del patrimonio. La Junta de Hacendados de la Huerta estuvo interesada en restaurar el inmueble para habilitar allí su sede, pero el proyecto no cuajó, según dicha entidad, por falta de apoyo de la Administración.

Compuerta de acequia en el paraje de La Boquera. Pedro Ruiz

10. La Boquera

Entre Puebla de Soto y La Raya, el paraje conocido como La Boquera es el lugar donde nace el cauce de la Puxmarina a partir de la acequia mayor de Aljufía o Barreras, para regar una extensa zona de cultivos. El entorno, dominado por una frondosa vegetación, se ha convertido en un punto de descanso formando parte de una de las vías verdes que comunican Murcia y Alcantarilla. En las inmediaciones se localiza la ermita de San Antón, fundada por Baltasar Escudero en el último tercio del siglo XVIII. Responde al típico diseño de las capillas rurales de la huerta, de estilo barroco. Propiedad del Obispado, los vecinos se han movilizado para evitar que el pequeño templo se venga abajo, amenazado por grietas y humedades. En la vivienda aledaña se conserva un escudo nobiliario: lo único que queda de la casa torre de los Ayala.

Estructuras de los antiguos molinos en Los Canalaos. Pedro Ruiz

11. Los Canalaos

Parada obligada en la ruta entre la capital murciana y la pedanía de La Ñora, siguiendo el cauce de la acequia mayor de Aljufía. El paraje de Los Canalaos, entre parcelas de limoneros, guarda los últimos vestigios de la que fue la primera real fábrica de pólvoras. Estuvo en funcionamiento hasta el año 1805, cuando la producción se trasladó a Javalí Viejo, donde aún sigue. Antes hubo aquí un molino harinero y batán, siendo el único sobre este cauce de riego con esa doble maquinaria. En 2020, un proyecto municipal permitió recuperar el legado y la historia de este enclave industrial, y se habilitó, además, un espacio de estancia a la sombra de los chopos. En las inmediaciones también se conserva otro molino, el de los Casianos.

Cauces de riego en el entorno de la Gramansa. Pedro Ruiz

12. La Gramansa

En el Libro del Repartimiento de Alfonso X el Sabio ya aparecen referencias a este enclave, conocido como La Gramansa o La Agramansa, hoy dentro de los límites de la pedanía de Nonduermas. Se trata de un partidor en la acequia mayor de Aljufía que distribuye su caudal con los cauces Almohajar, Hila Tobar y Albalate. En otro tiempo, un vergel acompañaba a estas estructuras del sistema de riego realizadas a base de muros de sillares y tapial. En 2022, el Partido Popular, entonces en la oposición y ahora en el gobierno municipal, consiguió aprobar en el Pleno del Ayuntamiento de Murcia una iniciativa para recuperar este entorno, con vegetación autóctona, un mirador y hasta una playa fluvial. Nada más se ha sabido de la iniciativa.

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