Cinco generaciones de luchadoras Hernández
Vicenta Hernández López vive entregada a su familia de 15 bisnietos, 9 nietos, 2 hijos y su tataranieta de 13 meses
Cien años de lucidez, muy activos intelectual y físicamente –a excepción del último lustro–, en los que destaca por encima de todo la entrega a la familia, que desde hace trece meses alcanza ya su quinta generación de mujeres «fuertes, con coraje y valentía para superar las adversidades del camino» y abrir paso a las que vienen detrás para hacérselo un poco más fácil. Y que se sientan acompañadas.
Este es el pequeño retrato que hacen de Vicenta Hernández López (Cartagena, 1924) su hija, nieta y bisnieta, para quienes la matriarca es una figura imprescindible en el desarrollo de sus vidas. También lo es para el resto de la familia, hombres incluidos. Pocas familias de Cartagena pueden reunir a cinco generaciones de mujeres.
A su tataranieta Carla García, que apenas ha comenzado a dar sus primeros pasos, aún le queda tiempo por delante para ser consciente de la fortuna de tener una tercera abuela centenaria con la que comparte una «mágica conexión» en forma de juegos, complicidad y risas desde la más absoluta ternura e ingenuidad. Por ahora, es la alegría de vivir de Vicenta, su entretenimiento preferido junto a la compañía de sus quince bisnietos, nueve nietos y dos hijos.
Niña de la Guerra Civil
Vicenta fue hija única y como cualquier niña de la Guerra Civil recuerda con horror tener que esconderse en el refugio de la calle Gisbert cuando caían las bombas. «Nadie debería pasar por ese drama, que te marca por siempre. Mucho menos un niño», dice la centenaria mujer.
Entre los sueños que le truncó la contienda le duele especialmente el no haber podido estudiar Medicina para «curar y poner inyecciones», como le enseñó su padre, Paco Hernández, militar que estuvo un tiempo destinado en Cádiz. «Cuando acabó la Guerra Civil estábamos arruinados y no había ninguna posibilidad», se sincera. La Imprenta Marín, fundada por su marido, Carmelo Marín, en la calle Balcones Azules, permitió al matrimonio costear estudios superiores a sus tres hijos: Francisco hizo arquitectura; Jero estudió magisterio; y Alfonso Marín, se licenció en farmacia. Este último falleció de cáncer a los 45 años.
Vicenta, que también conoció a su bisabuela y ha sido una lectora voraz, conserva intacta su memoria y «el genio», según confirman –y algunas veces hasta padecen, bromean– sus familiares. Le asombra cómo ha cambiado Cartagena en estos años y la evolución social, donde lamenta una «menor humanidad y unión» entre las personas. «Antes los vecinos éramos una familia. Ahora no sabes quién vive en tu edificio y si puedes pasar sin saludarlo, lo haces», lamenta Vicenta, a cuya celebración de cumpleaños hace unas semanas asistió su amiga y exvecina en la Serreta, Antonia.
«Le cuesta aceptar ciertos cambios, como la alimentación más variada de los niños desde temprana edad. Siempre dice, ¡qué disparate, eso es una barbaridad! a las recomendaciones nutricionales de hoy», reconoce su hija Jero Marín, de 78 años.
Pese a la inevitable brecha generacional, a Vicenta le despierta interés todo lo que le rodea y se esfuerza por intentar entender las costumbres actuales en las que se mueven las nuevas generaciones y sobre las que tendrá que construir su vida su tataranieta Carla. Como herencia tendrá «la unidad de la familia y el respeto por los demás. Tan sencillo como intentar hacer el bien y nunca lo que no quieres que te hagan», confirman sus antecesoras.
Cambios desde pandemia
Desde la pandemia, la matriarca vive con ella y su marido Carlos, en la calle Capitanes Ripoll, debido a los achaques de salud que le han mermado la movilidad y la visión. En el mismo edificio conviven otras dos generaciones: Belén González, hija de Jero y abuela de Carla, y Marta López, nieta de Jero y tía de la niña.
Belén define a su abuela Vicenta como «pura vitalidad». Valora especialmente que «nunca se ha mirado el ombligo», ni cuando le ha tocado recomponerse de los envites del destino, como los fallecimientos de su hijo y de un nieto de cuatro años. «En la entrega a los demás ha construido la plenitud de su vida, su verdadero sentido y bienestar», añade.
En breve la familia crecerá porque Eva López, la madre de Carla, está embarazada de 20 semanas. «Vicenta nos ha enseñado el valor de una familia unida, la importancia de luchar por lo que uno quiere con paciencia. Es nuestra guía».