Santi Jiménez, este jueves, en la puerta de su vivienda ubicada en la Travesía Miguel Ballesta de Alcantarilla. Foto: José Luis Ros Caval / AGM | Vídeo: Rebeca Martínez Herrera

Aplazan el desahucio de una vecina de Alcantarilla: «Estoy pasando el peor año de mi vida»

La afectada, de 61 años, califica como «una auténtica pesadilla» la situación que está atravesando

Jueves, 30 de octubre 2025

Santi Jiménez vio amanecer este jueves sin haber pegado ojo. Esta vecina del barrio de Casablanca de Alcantarilla se pasó toda la noche rezando el rosario y encomendándose a su patrón, San Antonio, y a la Virgen de la Fuensanta, a la que tiene mucha devoción, mientras besaba la cruz de Caravaca que luce en su pecho. «Soy muy religiosa, creo mucho y tengo mucha fe», confesaba esta mujer, que a sus 61 años asegura que está pasando «el peor año de mi vida» a raíz de la notificación de desahucio que recibió a principios de este 2025.

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Santi cuenta que se divorció de su marido hace 17 años y, aunque su exesposo se comprometió a contribuir al pago de la hipoteca de la vivienda que adquirieron entre los dos hace más de dos décadas, finalmente no cumplió su palabra y ha sido ella sola quien ha tenido que hacer frente a la deuda que adquirieron con el banco, que en la actualidad asciende a unos 42.000 euros.

Un impago que Santi no ha podido asumir, pese a que el banco le embargó un local comercial propiedad de su padre, quien le avaló en su día. «Menos mal que se murió antes de que le quitaran su bajo, hacía solo unos días que había fallecido; yo pensaba que el asunto se iba a solucionar entonces porque el local valía su dinero», rememoraba llorando desconsoladamente en la puerta de su inmueble, ubicado en la Travesía Miguel Ballesta de Alcantarilla.

Desde aquel fatídico día, Santi asegura que ha intentado solucionar el problema, pero no ha podido ponerle final a lo que define como «una auténtica pesadilla». «La hipoteca ha ido pasando de un banco a otro y todos me han ido dando largas», detallaba sobre las circunstancias que le han llevado a recibir una orden para irse de su casa.

«Estoy muy desesperada»

«Mi situación es totalmente precaria. Ahora mismo estoy recuperándome de una lesión de rodilla y en tratamiento psiquiátrico; cobro 480 euros y solo me puedo hacer cargo de pagar la luz, el agua y poco más. Me veo en la calle durmiendo», explicaba sobre sus adversas circunstancias con lágrimas en los ojos. «Estoy muy desesperada; he pedido ayuda, pero no encuentro ni una habitación para poder irme con mi perra 'Laly' y mi gato (de nombre 'Gato'), si al final tengo que abandonar mi casa», lamentaba.

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«Rezando y fumando»

Aunque Santi vive sola con sus dos mascotas, desde primera hora de la mañana de este jueves la puerta de su casa se llenó de familiares, amigos y vecinas como Manolita, de 94 años, que apareció con su andador acompañada de su cuidadora para mostrar su apoyo a la que definió como «una buena mujer que no se merece que la echen de su casa; me da mucha lástima».

Santi también sintió el calor de miembros del Sindicato de Vivienda y del colectivo de los Yayoflautas, además de la mano siempre tendida del cura Joaquín Sánchez, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que llegó poco después de las siete de la mañana para tomarse un café con ella y confirmó que la mujer se pasó la velada «rezando y fumando» para aplacar los nervios que no la dejaron dormir.

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Después de unas horas de alta tensión, la comisión judicial que acudió a la vivienda de Santi escoltada por agentes de Policía Local le concedió un aplazamiento. «Tiene hasta el 2 de diciembre para llegar a un acuerdo con la inmobiliaria que está ofreciendo su piso, que fue comprado previamente por un fondo buitre», destacaba Joaquín Sánchez, quien aprovechó para pedir la «humanización» de entidades y administraciones» para que las personas que se encuentran en la misma situación de Santi no tengan que abandonar su hogar y verse en la calle. «Le van a dejar el dinero para comprar la casa, no quiere que se la regalen», resaltaba el sacerdote sobre las futuras negociaciones. Mientras tanto, Santi celebraba que el milagro que tanto pidió a Dios se cumplió. «Ahora tengo muchas promesas que cumplir», adelantaba inmensamente agradecida.

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