El orgullo de una fiesta única

Caravaca de la Cruz exhibe cada mañana del 2 de mayo su orgullo caballista. Un reguero de miles de vecinos y visitantes, ataviados con el pañuelo rojo, se extiende por las calles del centro para disfrutar de esta fiesta única: los Caballos del Vino. Y así lo ha reflejado desde siempre LA VERDAD en sus páginas, dedicando una amplia cobertura a esta tradición enmarcada en las fiestas de la Vera Cruz, junto a los desfiles de Moros y Cristianos.

Una cita que tras su declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco se convierte definitivamente en un referente cultural para la Región de Murcia. Una cima conseguida con el esfuerzo de muchas personas e instituciones, tal como sucedió antes al ser distinguida de Interés Turístico Internacional en 2004, y al ser catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC) en 2011 por la Comunidad.

La carrera de equinos enjaezados tiene su origen en el siglo XIII, cuando Caravaca pertenecía a la Orden del Temple. Cuenta la leyenda que la población, refugiada en la fortaleza ante el cerco musulmán, se quedó sin agua y bajaron a buscarla, pero solo pudieron subir vino con los caballos a la carrera, aunque tras ser bendecido con la Cruz, milagrosamente, perdió sus propiedades alcohólicas.

Una muestra de seguimiento del periódico la tenemos en las edición del 1 de mayo de 1963, calificando la cita del día siguiente en la cuesta del castillo como «prueba originalísima, única en España»; o cuando el 3 de mayo de 1968, Antonio López 'El Arturo' rememoraba que «en principio a los caballos se les ponía colchas y flores de tela», hasta que «fue doña Lola la Michilena la que después de la guerra comenzó a enjaezarlos».