El bar J.J. de Alguazas, cercano y certero

La barra central del bar J.J., en la localidad de Alguazas, suele mostrar las tapas disponibles del día, aunque en cocina hay más. Desde bien temprano surte de cafés a los más madrugadores y de los almuerzos para quienes no quieren fallar. Buenas tortillas de patatas, de chorizo o de calabacín, croquetas, empanadillas caseras y jamón al corte son algunos de los más requeridos.

Cuando la cocina abre sus puertas de par en par, los fines de semana, la carta crece con caballitos, calamares a la andaluza, tomate con bonito, pulpo e incluso entrecot y chuletones de ternera. A mí me gusta su salchicha de pellizco con almendras y sus crujientes gambas en gabardina. Pero son los platos que pasan por la plancha donde el bar obtiene uno de los mejores resultados. Los champiñones con salsa verde llegan bien dorados a la mesa, así como la fuente de verduras variadas, que lleva pimiento rojo, berenjena, calabacín y cebolla en cantidades generosas y sin mucho aceite, como debe de ser.

La pipirrana es una versión propia del bar. Sale sobre una tostada de pan de barra, pero la cebolla que compone el plato en vez de quedar ácida por el vinagre tiene un sabor dulce, lo que la convierte en un bocado untuoso y goloso, pero un poco alejado de la pipirrana tradicional. Muy tierna la carrillera de cerdo en salsa con patatas fritas y un auténtico festín el bacalao encebollado, donde ahora la cebolla más pochada sí cumple con el objetivo de maridar el pescado y dejarlo meloso sin perder su sabor. Además, el plato suelta un poco dela aceite de la fritura para los que nos gusta hacer barquitos.

El local también prepara comidas por encargo, como arroces de todo tipo, y es uno de los referentes para las celebraciones -que no incluyan muchos miembros-, como comuniones y cumpleaños. Pulpo rockero, croquetas, cafés asiáticos, carnes a la brasa, patatas a la plancha -típicas de la zona- y torta de chicharrones con el café para que te vayas con un buen sabor de boca.

Por si fuera poco, buen servicio en mesa de cualquiera de los miembros de la familia en donde todo el que entra por la puerta pasa a ser parte de la familia, con cercanía y alegría. Cocina tradicional a buen precio y siempre con una sonrisa. Un buen bar, de verdad.

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