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Tomás Navarro inspecciona algunos de sus árboles en la finca familiar, entre Lorca y Caravaca de la Cruz. Jaime Insa / AGM
GARUM | Reportaje

El aceite virgen extra ecológico más exclusivo del mundo se elabora en la Región de Murcia

Un coronel retirado de la Guardia Civil lo produce entre Lorca y Caravaca de la Cruz. Es de acebuchina y el litro ronda los 50 euros, aunque la producción ha caído este año en picado: «No habrá para todos»

Jueves, 30 de noviembre 2023, 01:15

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Así, de primeras, el nombre del producto puede sonar un tanto exagerado, cuando no pretencioso. ¿Oleum Deos? ¿El aceite de los dioses? A 50 euros el litro, multiplicando hasta por cinco el precio del aceite de oliva virgen extra de la mejor calidad y más expuesto a la inflación, ya puede ser un aceite divino. ¿Qué tiene de especial el aceite más caro del mundo? ¿De dónde sale? ¿Quién paga por ello? Todas las respuestas esperan en una pequeña y humilde casa de pueblo situada junto a la iglesia de San José, en la pedanía de Coy, en las tierras altas de Lorca. Es la vivienda de Tomás Navarro, coronel retirado de la Guardia Civil de 70 años que sigue cumpliendo con un viejo anhelo de la familia: extraer el oro líquido de la acebuchina, que no es otra cosa que el fruto del acebuche, el milenario, indómito y «anárquico» padre del olivo. El rey de la Península Ibérica antes de que llegaran los fenicios con sus injertos.

En la mesa camilla de la vivienda hay varias botellas de este producto y una enorme carpeta de papeles que Tomás Navarro se pone a repasar. En realidad, todos esos papeles son estudios de universidades y reseñas en prensa y revistas científicas sobre las excelentes propiedades del aceite de acebuchina que, a simple vista, podría pasar por cualquier aceite de oliva virgen extra de buena calidad. Pero no. Este es uno de los pocos aceites de acebuchina virgen extra 100% ecológico que se produce y comercializa en todo el mundo.

Para empezar, alecciona Navarro, la acebuchina es mucho más pequeña y mucho menos carnosa que la oliva, por lo que la producción de aceite es mucho más reducida. «De cada cien kilos, se extraen seis litros, mientras que la oliva convencional proporciona hasta 25 litros de aceite por cada cien kilos. No es rentable, pero es único», explica. De ahí el elevado precio, claro. Esos cien kilos de acebuchina eran los que recolectaban los empleados de la finca de Paquirri, en la época. «Y con eso tenía para las tostadas de todo el año», recuerda Navarro. El torero -y otros tantos consumidores de la alta sociedad- también era conocedor, al parecer, de las cualidades de la acebuchina para el organismo que han revelado diferentes investigaciones. La más reciente, publicada este noviembre en la prestigiosa revista 'International Journal of Pharmaceutics', sobre los beneficios de este fruto contra los problemas de retina asociados a la hipertensión arterial, como también demostró otro estudio de la Universidad de Sevilla.

Otra buena pila de informes científicos han desvelado el enorme poder antioxidante de la acebuchina. Algo que ya se sabía del aceite de oliva virgen extra, pero es que el contenido en tocoferoles -que aportan vitamina E- en la acebuchina es casi cinco veces superior a la oliva. También tiene un 18% más de polifenoles. «Está demostrado que estos compuestos estimulan el proceso inmunológico y frenan el inicio y desarrollo de enfermedades como el alzhéimer, la diabetes o problemas cardiovasculares», relata el portavoz de esta empresa, en la que también trabajan sus tres hermanos. También se considera este aceite un bien aliado contra la esclerosis múltiple, la fibromialgia y el cáncer de páncreas.

El mayor bosque del país

Este aceite milagroso «salvó al pueblo de algunas hambrunas y de la pandemia de 1918», recuerda Navarro, quien sigue cumpliendo el deseo de su abuelo de cuidar de las cien hectáreas de la familia donde sigue creciendo el mayor bosque de acebuches de toda España. De forma salvaje, claro, porque estos más de 30.000 árboles «no se pueden domesticar, son totalmente anárquicos», subraya con énfasis Navarro. Y esto implica que, por ejemplo, este año haya caído la producción de forma radical. Cuesta encontrar algún fruto en los árboles en un paseo rápido por la finca, y además solo se recogen los frutos de la parte exterior del árbol, que no se puede varear por la delicadeza de las ramas. Además, las herramientas agrícolas propias de la recolección del olivo tampoco valen aquí, donde se hace todo de forma completamente manual, como se hacía muchos siglos atrás. «Alrededor del 85% del fruto se queda en el árbol», cifra. Tomás Navarro, que se mueve con una agilidad extraordinaria sobre el pedregal, confirma sus peores presagios acerca de la exigua cosecha de este año, que como mucho será de unos pocos cientos de kilos, de 4.000 posibles «en el momento más favorable».

Navarro aconseja tomarlo crudo, en una buena tostada. OD

«El calor del mes de mayo hizo que no saliera la flor. Estas navidades no tendremos para todos», se lamenta Tomás Navarro, que ya en junio tuvo que cortar el suministro a los pocos supermercados del país que contaban con estas preciadas botellas. Otros clientes habituales, desde Simeón de Bulgaria a los médicos de Asisa, pasando por un buen puñado de cocineros de renombre, también lo van a tener complicado para pillar cacho de la cosecha de este año, que dará «para la familia y poco más». Y no será porque no lo advirtió en su día el padre de Tomás: «Cuidado, que este árbol es muy traidor. No lo dominaron los fenicios y no lo vamos a dominar nosotros...». Menos mal que aún quedan en el almacén unas pocas botellas de la cosecha anterior para poder cumplir con los compromisos más serios.

Es un árbol «rebelde y anárquico» que se trabaja a mano y que aporta un fruto más pequeño y con menos carne que la oliva, por lo que su producción no suele ser rentable

A cucharadas

Tomas Navarro hace cálculos mentales al volante del destartalado todoterreno que sirve para recorrer la extensa finca familiar, donde los acebuches conviven con sus 'hijos' los olivos, varios cipreses y algunos pinos a mil metros de altitud. Todo suma para explicar el carácter único del jugo que se extrae de estos frutos. «Una esencia», define el coronel retirado de la Guardia Civil. Por supuesto, no hay desayuno en esta familia que no incluya una tostada con aceite de acebuche. «Para freír no lo aconsejo -por el precio, obviamente- pero sirve para casi todo en la cocina», explica Navarro, padre de cuatro hijos y abuelo de tres nietas. «Hay muchos que se lo beben a cucharadas», desliza.

Pero, ¿qué diferencias de sabor y textura puede haber con un aceite de oliva de buena calidad? «Es distinto, un perfume. Te llena la boca de fragancia, con un leve amargor y picor que se pasa enseguida», trata de explicar Tomás Navarro. La revista 'Hola' lo definió en su día como «puro elixir». Y de esto ya habló hace tiempo el presidente de la Real Academia de Gastronomía de España, Rafael Ansón, quien aseguró que este producto «tiene un sabor excelente y una textura muy agradable. Ideal para tomar en frío y creo que, muy especialmente, para incorporarlo a una tostada de pan de campo. También va muy bien en aliños para ensaladas». O «para echar un chorrito al pescado o la carne», añade Navarro, que fue capitán del puesto de Cieza y de La Unión y que a sus 70 años ha revalidado el título de buzo de combate de la Armada. «¡Qué árboles más rebeldes, qué salvajes! Aquí seguirán dentro de 200 años», vaticina. Otra cosa será que alguien siga produciendo este aceite dentro de dos siglos sin arruinarse en el intento. «Esto es un reto y un desafío, más que un negocio. Para nosotros es casi una cuestión de romanticismo familiar», zanja Tomás Navarro.

Paquirri recolectaba unos cien kilos al año de los acebuches de Cantora, con los que sacaba unos seis litros de aceite que daban «para las tostadas de todo el año»

Un premio en las olimpiadas

Más allá de esta nueva vida exclusiva de la mano de empresas como la de Tomás Navarro y sus hermanos, el acebuche lleva varios milenios en lo alto del escalafón no solo culinario, sino también social. En los juegos olímpicos de la antigüedad se coronaba a los vencedores con ramas de acebuche, atribuyendo de esta manera las grandes virtudes de la planta al ganador de las pruebas.

Pero, ¿tanto como decir que es el aceite de los dioses? Pues sí, al menos para la mitología griega. Porque Atenea, la diosa de la sabiduría, se ganó el favor de Zeus en su lucha contra Poseidón gracias a una ramita de acebuche «cuyo fruto dará fuerza al organismo, aliviará a los enfermos e iluminará las noches de los seres humanos». Y Zeus, claro, se quedó con la rama de acebuche. Puede que luego se hiciera unas tostadas.

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