Garranzo se va al K2 en busca de un imposible
El alpinista afincado en Cartagena, de 60 años, integrará una expedición que quiere ser la primera de la historia en coronar la mítica cima en invierno
Tiene 60 años y se jubiló el pasado mes de marzo, justo cuando estalló la pandemia. La crisis del coronavirus arruinó todos sus planes para este 2020. Estos no pasaban por andar tranquilamente cada mañana camino del parque de Tentegorra. No se pararía a ver las obras en la Avenida del Cantón ni iría a recoger al colegio a los nietos que no tiene. La idea de Carlos Garranzo, alpinista madrileño afincado en Cartagena desde hace 35 años, era ascender cuatro ochomiles entre abril y junio: el Annapurna (8.091 metros), el Makalu (8.463 m), el Gasherbrum I (8.068 m) y el Gasherbrum II (8.035 m). «Todo se fue al traste por la dichosa pandemia y este año ya lo daba por perdido», cuenta quien fue cabo del Cuerpo de Bomberos de Cartagena hasta el pasado 18 de marzo. Su última guardia fue la primera en pleno estado de alarma. Paradojas de la vida.
Pero una luz se ha encendido en las últimas semanas y «el año al final no está perdido», se anima. Garranzo viajará el próximo 19 de diciembre a Islamabad, capital de Pakistán, para iniciar al día siguiente la aventura más exigente de toda su vida: ascender el K2 en invierno. Lo hará como integrante de una expedición internacional «de muchísimo nivel». Su amigo Sergi Mingote (Parets del Vallès, Barcelona, 49 años) será el líder de un equipo de himalayistas de nueve nacionalidades distintas y que estará dirigido por Dawa Sherpa.
«Sergi [Mingote] me llamó y me preguntó si quería ir. Él es puntero a nivel mundial. Ha subido 11 de los 14 ochomiles y en la agencia, Seven Summits Treks, creen que él está capacitado para ser el primero de la historia en hacer cima en el K2 en invierno. También van Juan Pablo Mohr y Mattia Conte, a quienes conozco de otras expediciones. Y al final, como estoy tan loco como ellos, me decidí. Es la primera vez que voy a subir un ochomil en invierno. Y estoy preocupado con el tema de la aclimatación porque aquí andamos todavía con mucho calor», cuenta Garranzo.
60 grados bajo cero
El K2 es la única montaña del planeta que no ha sido nunca coronada en invierno. Con sus 8.611 metros de altura, la segunda cima más alta del mundo solamente ha sido hollada por 306 alpinistas (todos en verano), por los 5.600 que han pisado la cima del Everest, el techo de la Tierra con sus 8.848 metros. El K2 es la más difícil y peligrosa, por sus pendientes y su forma de pirámide.
«El invierno en la cordillera del Karakórum es todavía peor que en el Everest. Hay días con temperaturas de 60 y 70 grados bajo cero, pero lo peor son los vientos. Soplan muy fuerte y en un momento se llevan volando una tienda. Siendo realistas, tenemos pocas posibilidades de hacer cumbre. Son varias las expediciones que lo han intentado y ninguna lo ha logrado. Lo más alto que se ha llegado son 7.800 metros. Yo creo que todo lo que sea alcanzar los 8.000 será un éxito increíble. Y una vez allí, con una ventana de buen tiempo y una picza de suerte, se podría intentar llegar a la cima», explica Garranzo.
La aventura arrancará el 20 de diciembre en Islamabad y la fecha límite para hacer cumbre en el K2 es el 28 de febrero
En cualquier caso, la motivación es tan grande que ahora mismo, a poco más de un mes de viajar hasta Pakistán, «solo pienso en lo bonito que será estar en el Karakórum en invierno, en una montaña como el K2. Y no vamos de paseo. Buscamos hacer algo que no se ha hecho antes. Sabemos que lo vamos a pasar mal, que vamos a pasar mucho frío y que será durísimo. Y que al final va a ser la climatología la que decida si tenemos éxito o no. En anteriores intentos, el principal escollo que tuvieron los alpinistas fue siempre la meteorología. El año pasado, por ejemplo, Alex Txikon podía haber logrado hacer cumbre en febrero, pero el mal tiempo se lo impidió», señala.
Iglús en vez de tiendas
Alex Tkikon (Lemona, Vizcaya, 38 años), fue el primero en coronar en invierno el Nanga Parbat, la novena montaña más alta del mundo. Lo hizo en 2016. Y en 2019, camino de la cima del K2 en el mes de enero, innovó como nunca nadie lo había hecho antes en el mundo del alpinismo. Construyó en el campo base, a 5.000 metros, tres iglús de tamaño muy grande en los que dormían diez personas. Así, los alpinistas pasaban la noche con una temperatura de 5 grados bajo cero, mientras que en una tienda de campaña el mercurio marcaba casi siempre 30 bajo cero.
«Hemos hablado con Alex y nos ha dado algunos consejos de su experiencia allí en invierno. Pero la estrategia todavía no está decidida y tenemos que sentarnos aún todos para ver cómo vamos a afrontar todo el proceso de escalada. Nuestra idea es ir con tiendas, pero no descartamos construir iglús, ya que el año pasado dieron muy buen resultado», dice Garranzo. Arrancan el 20 de diciembre y la fecha límite para concluir la expedición es el 28 de febrero.
Una ventaja importante para Garranzo, Mingote, Mohr, Conte y compañía es que están respaldados por una de las agencias más potentes de Nepal, Seven Summit Treks, lo que les facilita bastante «toda la logística». De hecho, esta semana una agencia pakistaní ha transportado comida, cuerdas, gas, combustible y otros materiales hasta el glaciar Godwin-Austen, donde la expedición instalará su Campo Base a finales de diciembre.
Llevar toda esa carga hasta los pies del K2 en pleno invierno representa una enorme dificultad, además de un altísimo riesgo para los porteadores. Por eso, la agencia que organiza este histórico ataque al K2 ha adelantado el traslado de buena parte de ese material a estos días, en los que la temperatura allí, a 5.000 metros de altura, es de -10ºC. La semana que viene bajará a -25ºC. Y cuando Garranzo y el resto de sus compañeros lleguen, a finales de diciembre, se encontrarán con vientos de 100 km/h y la sensación térmica será de -45ºC.
«Es peligroso, pero allí me siento más vivo que en ningún otro sitio»
Pasan los años, pero él no los nota. Es el alpinista de la tierra más laureado y le queda cuerda para rato. «Me encuentro bien, fuerte y con ilusión. Tengo 60. Es cierto. Pero ojalá pueda llegar a los 80 años escalando montañas, como Carlos Soria. Esto ya lo firmaba ahora», suelta Carlos Garranzo, el primer miembro de la Federación de Montañismo de la Región de Murcia en coronar el Everest, en 2006. Y el año pasado consiguió hollar la cima del Lhotse, su segundo ochomil. Ambos los consiguió con la ayuda de oxígeno artificial a partir de los 7.900 metros de altitud. En 2014, Garranzo se quedó a solo 20 metros de hacer cumbre en el Broad Peak.
«El gusanillo lo mantengo. Cada vez me gusta más la montaña. Luego está mi mujer, que es la que me anima y está encantada de que siga. Ella se lo pasa genial llevando todo el tema de redes sociales y los comunicados durante la expedición. Es mi mejor apoyo y mi principal patrocinadora», indica Garranzo.
«Esta expedición es la más cara en la que he estado. Al ser en invierno, los gastos se disparan. Tiro de ahorros y estoy a la espera de cerrar algún acuerdo con alguna empresa y con el Ayuntamiento de Cartagena, que siempre me ha ayudado, en mayor o menor medida. La marca Millet se hace cargo de todo el equipo y eso es un dinero importante que me ahorro», reconoce.
Garranzo no es un novato. Sabe que se jugará la vida en el K2. Casi muere bajando el Everest. «Pero lo malo siempre se olvida. Es peligroso, pero allí arriba me siento más vivo que en ningún otro sitio. Las experiencias que se viven en un ochomil se quedan para toda la vida y cuando nos juntamos a contar batallitas todo lo que se recuerda es lo positivo», subraya el madrileño de nacimiento, pero «cartagenero al 100%», matiza.
Lleva seis meses preparando esta expedición. En febrero estuvo en Chile y en verano escaló picos en los Pirineos, los Alpes, las Dolomitas, el Etna, el Vesubio y el Monte Olimpo. Estas últimas semanas pasó por Sierra Nevada. Ya está listo para afrontar el reto más importante de su vida.
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