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En un sueño. Javier Gil, en un partido con el filial de la Juventus, antes de asistir a un compañero. JUVENTUS
Javier Gil, el murciano que emigró al Calcio con 17 años para brillar en la Juve
Erasmus del balón

Javier Gil, el murciano que emigró al Calcio con 17 años para brillar en la Juve

El joven abandonó su tierra para fichar por el Alavés, donde el equipo italiano se enamoró de él y se lo llevó hasta Turín para construir un defensa moderno

Sábado, 19 de abril 2025, 08:40

En Turín, considerada la capital italiana del chocolate o la ciudad del Diablo, cuentan que se originó la Italia actual. Allí, donde se une lo clásico con lo modernista, hoy se construye un futbolista que también cuenta con un físico más propio de años atrás, pero que atesora todos los atributos que debe reunir un jugador del futuro. Javier Gil (Molina de Segura, 18 años) se enfunda cada día la camiseta bianconera de la Juventus, un equipo que enamoró al mundo plagado de estrellas (Del Piero, Nedved...) pero a las que este jugador molinense apenas pudo ver y difícilmente retener en la mente por su insultante juventud.

La historia (de amor) entre Javier Gil y el balón viene desde que el chico tiene uso de razón. El pequeño de tres hermanos, fueron ellos los que le pusieron una pelota en los pies cuando tan solo alcanzaba a andar. «Sabía desde el principio que quería ser futbolista», confiesa el defensa central del filial de la Juventus. Su primera camiseta fue la del equipo de su pueblo, el San Miguel, un club que acabó siendo el ahora Unión Molinense. Por aquel entonces era benjamín y extremo, una posición que ahora le suena a chino. Aún así también destacaba en el ataque, porque con 11 años llamó la atención del Real Murcia, el club al que iba a ver a la Nueva Condomina agarrado de la mano de su padre Joaquín y acompañado de sus hermanos. «No me pierdo ningún partido del equipo desde Italia. Tengo hasta la suscripción de FEF TV», reconoce Javier a LA VERDAD desde Turín, sin ánimo de esconder ni un poco el color grana de su corazón.

El club pimentonero descolgó el teléfono para llamar al padre de la criatura, que cumplió un sueño al ver a su hijo con la elástica grana, aunque fuera en alevines, infantiles y cadetes. En esa etapa fue dando pasos atrás en el verde y cambió lo de correr para meter goles y surtir de centros a los delanteros por hacerlo para evitar que el rival hiciera justo eso en la propia portería. «Un defensa de mi equipo dejó el club, faltaba uno y como yo era grande y zurdo me pusieron de lateral izquierdo. Al año siguiente, de central, y ahí me he quedado», cuenta Javier.

El primer viaje

Este central zurdo de casi dos metros de altura (193 centímetros) había pasado de animar a su equipo del alma en la grada a ponerse su camiseta en las bases. Estaba en el sitio que había anhelado cuando era un bebé, pero hay veces que los sueños son efímeros. Javier siguió brillando en la liga autonómica cadete, jugando en campos en cuyas gradas se dan cita ojeadores y representantes con la caña preparada para pescar talento.

Y así fue en 2021. La pandemia castigaba las competiciones y truncaba su duración. Fueron pocos los partidos de Javier en su segundo año como cadete, pero volvieron a ser suficientes. El teléfono de Joaquín [padre del jugador] volvió a sonar. «Un representante le llamó y le habló del interés del Alavés. Fuimos a Vitoria y nos enseñaron la ciudad, la residencia, la ciudad deportiva y nos detallaron el proyecto y los planes que tenían conmigo. Nos convencieron de inmediato», señala el futbolista, hijo pequeño de una familia a la que se le partió el corazón viéndolo partir solo a la otra punta de España con apenas 15 años.

Javier jamás olvidará sus primeros entrenamientos en Vitoria. Al poner un pie en la ciudad deportiva del equipo babazorro sintió que entraba en otro mundo. Es ahí donde se empezó a construir el futbolista que es hoy. «Pasé de niño a hombre. Fue un crecimiento deportivo inmenso porque era otro mundo. Tenía entrenamientos con el equipo y, a parte, sesiones individuales para perfeccionar todos los aspectos del juego. Te pulían cada detalle», relata.

Para volverse locos

La etapa vestido de blanquiazul no duró mucho, apenas dos años. Él no era consciente, pero desde el principio parecía que su experiencia en Vitoria tenía fecha de caducidad. Otra vez en las gradas había un cazador de talentos, pero en esta ocasión hablaba italiano y llegaba desde Turín. La Juve había puesto sus ojos en un Javier que exprimía su segundo y último año de cadete. «Yo no supe nada y mi familia casi que tampoco. No querían desconcentrarme, todo se fraguó a través de mi agente», confiesa el chico.

El Alavés no quiso soltarlo, veían en Javier Gil un diamante que pulir. Por eso pelearon en los despachos para retenerlo un año más en Vitoria, donde vivía en una residencia con otros compañeros de equipo. Pero solo hizo falta un año como juvenil para que la Juventus echara todas las redes sobre él. El Calcio llamaba a su puerta y otra vez volvió a sonar el teléfono, esta vez para perder la cabeza del todo. «Todo se cocinó desde que llegué al Alavés. Al final, cuando ya estaba casi hecho llamaron a mis padres y se volvieron locos. Dejaron de escuchar otras ofertas que había y empecé a hacer las maletas», asegura el defensa, que recuerda el momento con emoción.

Uno de los fútbol más duros había visto en Javier el central perfecto para la transición que vivía el Calcio: un central duro, de gran envergadura dispuesto a pelearse con cualquiera y, al mismo tiempo, un jugador zurdo, rápido y con una gran salida de balón capaz de aclarar el horizonte de las jugadas de un gran equipo. Con solo 17 años, Javier Gil entraba en otro mundo. «Al llegar parecía que estaba viviendo una película. Las instalaciones, la preparación...aquí tenía tres fisios encima y una persona encargada de todo lo extradeportivo», cuenta.

Acababa de aterrizar en un club doble campeón de Europa y en un fútbol duro donde mostrar el talento muchas veces es la tarea más complicada. «Pasé de ir sobrado en Vitoria a pelear con jugadores que iban volando en físico y talento. Los primeros cuatro meses fueron difíciles, pero entrené duro para adaptarme pronto», confiesa el central titular del segundo equipo de la Juve.

Esta temporada compite en la Serie C, donde recibió una calurosa bienvenida: «Es una jungla. En el primer córner me cogió un delantero rival que me sacaba 20 años y me agarró de la cabeza. Me espabilé desde el primer minuto». El viejo fútbol chocando con el fútbol moderno. No ha terminado aún su segundo año en Turín, pero ya ha ido convocado tres partidos con el primer equipo. Ayer jugaba con Vlahovic en el Fifa, hoy tiene que pararle en el césped. La realidad está superando la ficción, pero Javier quiere más: «Estoy a gusto, voy a exprimir Italia al máximo, pero quiero que mi futuro sea en España, soy fan de nuestro fútbol».

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