'De lo liviano', un viaje en Mazarrón por las pasiones de Pedro Serna

Isabel González está mirando al mar, y en cuanto la descubres te lanzas tú a contemplarla a ella; ese mar, ese misterio de la belleza como único escenario ante tus ojos. Isabel González está ahora, ya no frente al mar, sino leyendo, ensimismada, en una hamaca de madera y de espaldas a un festín de ropa tendida. La ves y piensas en lo a gusto que estará. Isabel González, la mujer del pintor Pedro Serna (Las Torres de Cotillas, 1944), junto al que disfruta de toda una vida unidos y de una descendencia de hijos y nietos que los adoran, es la figura humana protagonista de dos de las acuarelas –sutiles, preciosas, de pequeño formato– que forman parte de la exposición 'De lo liviano', que hasta el 17 de mayo, comisariada por la empresaria Encarna Zamora, puede disfrutarse en la Universidad Popular de Mazarrón, que dirige José María López Ballesta.

Una exposición en la que las obras de Serna, de temáticas tan distintas como las que han dado lugar a las tituladas 'Velas en el Mar Menor' y 'Julio Aparicio en Calasparra', dan testimonio de la habilidad del artista para abordar universos tan dispares como la tauromaquia, el flamenco, los bodegones, los paisajes pintados al natural, unas barcas que parecen soñadas, una sábana mecida por el viento, esa acequia resplandeciente por donde corre la vida, o sea el agua...

«Quien no haya entrado en el estudio de Pedro Serna no sabe la enorme producción que ha salido de sus pinceles», indica Zamora, «gracias a su constancia y dedicación y, ¿por qué no decirlo?, al apoyo permanente de Isabel, su mujer, que le ha acompañado siempre y a todos sitios por los que este pintor, de raíces y origen muy murcianos, ha deambulado buscando otros horizontes, otras vivencias u otros modelos, pero de los que siempre ha retornado a su tierra». «Para comisariar esta exposición ha sido necesario contar con su ayuda y colaboración total», precisa.

Sus obras, divididas en 'De lo liviano' en los apartados 'Paisajes', 'Mar Menor', 'Naturaleza muerta' y 'Toros y flamenco' se contemplan con gusto. Son balsámicas, te incitan a descansar en ellas, te animan al contacto directo con el aire puro. Se agradecen, como se agradece un beso justo a tiempo, una brisa marina, una danza de celebración del agua o de la pasión. Acuarelas sencillas, sin aspavientos, capaces, como lo han sido, de inspirar a grandes poetas y artistas.

Ama los paisajes de Archena, Ulea, Ricote, el Mar Menor, las orillas del río... «Los recuerdos de mis baños y juegos en el Segura son maravillosos», sonríe Serna, que siempre ha tenido por costumbre, fruto de una exigencia extrema, darle infinidad de vueltas a cualquier obra suya que decide mostrar. Es lo opuesto al pintor conformista, siempre ha estado «en lucha con la pintura».

«Tanto me gusta la forma de tratar la acuarela de Pedro Serna, que cualquiera de sus obras despierta en mí deseos de exponerla a los ojos de los demás», reconoce la comisaria, para la que «cualquier objeto o rincón, por sencillo o cotidiano que sean, adquieren otra dimensión mediante la magia de los pinceles de Pedro, que les da vida y frescura hasta elevarlos a obra de arte».

Los artistas flamencos Milagros Mengíbar, Farruco y Manuela Carrasco, cuyos retratos se incluyen en la muestra, derrochan duende desde las acuarelas en las que habitan. Antonio Parra, flamencólogo, pensador, poeta y colaborador de Opinión de LA VERDAD, destaca que los flamencos que aparecen en sus obras «cantando y bailando, o ambas cosas a la vez, no son nunca en Serna sombras solitarias, sino una manera de mostrar la vida en su conjunción de alegría y tragedia. Son, en definitiva, una manera de vida, uno de los cauces por el que la vida se expresa».

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