La generosa donación de Isabel Verdejo
Arte. La viuda de Ramón Gaya anuncia su voluntad de ceder al museo más de 2.000 objetos del artista: su colección de libros, vinilos y cartas manuscritas
Este mes de octubre se han cumplido 30 años de la inauguración del museo de la Casa Palarea y quince años del fallecimiento de Ramón Gaya (Murcia, 1910-Valencia, 2005), la última conexión murciana con la Generación del 27. Su figura legendaria, reivindicada por la intelectualidad española, continúa acrecentándose con el paso del tiempo. Es justo en este momento cuando su viuda, Isabel Verdejo, ha tomado la decisión de que el Museo Ramón Gaya atesore 2.000 objetos que darán a conocer la personalidad del artista.
Su biblioteca personal –compuesta por casi 1.000 libros de arte, filosofía, ensayo, novela y poesía –, la discoteca del pintor –compuesta por alrededor de 1.000 vinilos, principalmente de música clásica–, cartas y manuscritos, entre otros materiales, serán objeto de deseo de investigadores gracias a esta donación. Verdejo confirmó ayer esta voluntad en la Casa Consistorial de Murcia, donde comunicó al alcalde su intención y luego informó al Patronato. José Ballesta valoró el «gesto solidario de Isabel Verdejo» porque de esta forma «podremos conocer más a fondo a Gaya». «Fue un artista de personalidad inquieta, alejado de dogmatismos y sectarismos, quien en su obra pictórica, en la literatura y en sus ensayos y escritos, manifestó un criterio libre e independiente, siempre comprometido con el progreso intelectual, social y moral», destacó Ballesta.
Entre esos nuevos documentos que dona la viuda al Museo Gaya se encuentra su archivo personal, formado por documentos y cartas, de personalidades como María Zambrano, Juan Ramón Jiménez, Juan Gil-Albert, Rosa Chacel, José Bergamín, Jorge Guillén, Cristóbal Hall, Elena Croce, Giorgio Agamben, Tomás Segovia, Enrique de Rivas y Nigel Dennis. Así como dos cuadros que actualmente pueden contemplarse en la exposición temporal 'Obra escogida', en el Museo Ramón Gaya, que llevan por título 'La mesa' (1950) y 'Jardín Borda' (1951). Es una decisión digna de celebración para los murcianos, pues confirma la impresión de que el 'universo Gaya' es infinitamente mayor del que hemos conocido. Todavía quedan muchos frentes que investigar para seguir encajando todas las piezas de ese puzle de incógnitas que fue su vida entre la España troquelada por los fusiles y la España que entraba a trompicones en la modernidad tras superar el franquismo. Su vida es la historia del mismo siglo XX.
El Museo conmemora estos días su 30 aniversario con una exposición que muestra algunas piezas inéditas de este ilustre murciano, reunidas por el artista Rafael Fuster. Una veintena de obras conforman 'Obra escogida', organizada en homenaje a los 30 años del Museo, que abarca toda una vida consagrada a la pintura –el primer y último cuadro pintados por Gaya abren y cierran esta excepcional muestra–.
Inventario
El concejal de Cultura de Murcia, Jesús Pacheco, señaló ayer que Gaya, «pintor y escritor magnífico», seguirá vinculado a su Murcia natal gracias a esta generosa donación de Isabel Verdejo. «Todos esos objetos nos van a permitir ahondar de una forma más íntima en la enorme figura de este gran artista murciano». Verdejo, «pese a las pandemias y a los peligros», se sumó ayer a la reunión presencial del Patronato del Museo Ramón Gaya para anunciar formalmente la donación de la biblioteca, la discoteca, cuadros, manuscritos, libros dedicados, libros de lectura, libros de arte... «En fin, que se preparen a ver si encuentran sitio porque son muchísimas cosas. Son sus objetos más suyos y hay que hacer un inventario, claro», apuntó Verdejo.
Poema a Tiziano
El Museo Gaya recordó ayer el 15 aniversario del fallecimiento con el poema 'De pintor a pintor', dedicado a Tiziano, con una fotografía que realizó Isabel Verdejo a Gaya trabajando en su estudio:
«El atardecer es la hora de la pintura. Tiziano / PINTAR no es ordenar, ir disponiendo,/ sobre una superficie, un juego vano,/ colocar unas sombras sobre un plano,/ empeñarte en tapar, en ir cubriendo;/ pintar es tantear atardeciendo/ la orilla de un abismo con tu mano,/ temeroso adentrarte en lo lejano,/ temerario tocar lo que vas viendo./ Pintar es asomarte a un precipicio,/ entrar en una cueva, hablarle a un pozo/ y que el agua responda desde abajo./ Pintura no es hacer, es sacrificio,/ es quitar, desnudar; y, trozo a trozo,/ el alma irá acudiendo sin trabajo».