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El actor Toni Servillo como protagonista de la celebrada cinta italiana.
Cine

Diez años de 'La gran belleza' de Sorrentino

El filme es, ante todo, una caricatura de una Roma que existe, oculta entre la pomposidad de sus rincones más hermosos. Una Roma que ha muerto de éxito, ahogada por el champán y el vacío

Jueves, 21 de diciembre 2023, 00:48

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Roma era bella antes de que llegara Sorrentino, por supuesto, pero a veces es necesario que alguien nos recuerde que el agua moja, que el color azul es el más hermoso para una mañana de invierno y que las grandes obras de la creación se componen de una belleza que hay que descubrirla, desenterrar el Panteón cada día, luchar por defender la estética de los pasillos de los Museos Capitolinos de noche, limpiar el cuerpo de Ramona de las miserias cotidianas.

Es lo que hizo Paolo Sorrentino hace diez años exactamente. No se trata de convertir a Roma en un objeto de culto. Arquitectos, emperadores, papas y poetas lo llevan haciendo más de dos mil quinientos años. El éxito del director napolitano ha sido desnudar a la ciudad con todos sus excesos y banalidades. Precisamente, por el camino de la exageración. El resultado es un mundo mitológico que no renuncia a la realidad, a la fealdad del día a día, a la radiografía de la política corrupta, al brutalismo con el que la alta burguesía se cree reinante en un mundo de cadáveres, alcohol y cocaína. 'La gran belleza' es, ante todo, una caricatura de una Roma que existe, oculta entre la pomposidad de sus rincones más hermosos. Una Roma que ha muerto de éxito, ahogada por el champán y el vacío. Pero emerge con la luz de una conciencia crítica, la de Jep Gambardella, escritor de una única obra. Digamos, autor de una única ciudad: Roma.

Quemar la vida

En el momento en el que la urbe ya había perdido el sentido vital de su existencia, acorralada por el turismo de masas, Sorrentino creó un último homenaje a la ciudad de sus sueños. Utiliza para ello un lenguaje extremadamente poético. La película es un paseo continuo por las plazas que han enseñado al mundo qué es la estética. El caminante se detiene delante de los templos de la Antigüedad. Mira de tú a tú al Coliseo, de noche, cuando se viste de intimidad. Habla con Dios en las iglesias barrocas, empleando la oración corta y cargada de simbolismo. Algunos dirán que todo esto se reduce a mero artificio, a grandilocuencia vacía, a palabras impresas en la pompa del mundo, pero entonces los críticos no habrán entendido nunca el verdadero significado de Roma. A la ciudad se la conoce a través de la fastuosidad, de las hogueras donde se quema la vida, se celebra la muerte y se ama la decadencia. ¿Qué otro lenguaje se puede emplear para hablar de Roma que el grotesco lirismo exacerbado?

El director del filme, Paolo Sorrentino, en San Sebastián. A. Ortega / EP

Memoria y tumbas

Todo gira en torno a este grito, el de la ciudad que pretende salvarse de la miseria a base de poesía. Las reflexiones de Gambardella [interpretado por Toni Servillo] invitan al espectador a sumergirse en una Roma deshabitada, donde las calles aspiran el silencio cansado de una noche que ya fue y que se pierde. Es la paz de los cementerios, el de una ciudad compuesta sobre todo de memoria y tumbas. Se para la música, los ministros desalojan las fiestas, los escritores y artistas llegan a la somnífera resaca de sus rutinas y emerge una voz que va recorriendo todos los rincones de Roma, íntima, creada solamente para el espectador, un laberinto hermoso que nos ha estado aguardando desde hace milenios, desde que Rómulo y Remo fueran amamantados por una loba. Ahí nace la genialidad de Sorrentino, la de regalarnos la belleza de una ciudad única, interpretada infinidad de veces pero nueva tras las cámaras del director italiano.

La película es un paseo continuo por las plazas que han enseñado al mundo qué es la estética

He leído en numerosas ocasiones que la película funciona como un homenaje a 'La dolce vita' de Fellini. Y no estoy de acuerdo. Es más un recuerdo de Roma, una película también del genio de Rimini, más desaforada e irregular que la anterior. Sorrentino mantiene un diálogo con Fellini. Un pulso, si queremos. Una conversación de luz en la que el espectador puede leer ambas películas al mismo tiempo. Pero a Sorrentino se le va la mano y el recuerdo al maestro se transforma, por momentos, en una caricatura. A 'La gran belleza' le sobran minutos, monjas y pelícanos, y tal vez le falte mesura.

Pero aun así, es una película difícil de superar, con una banda sonora, 'The beatitudes', de Martinov, que acompaña cada paso de Gambardella y se inscribe en la propia esencia de lo que es Roma.

Roma es una ciudad náufraga de la historia que apenas puede mantener el pulso de la vida, la respiración de la modernidad

Un viaje a la infancia imposible, ese paraíso perdido al que los personajes aspiran a volver. Esa es la Roma de Sorrentino. Un incendio hermoso. Los últimos instantes antes de la hecatombe. Una belleza que duele y perdura en la mente del espectador. Una ciudad náufraga de la historia y que apenas puede mantener el pulso de la vida, la respiración de la modernidad. Y, sin embargo, sola, incomprendida, emerge como el milagro que ilumina el mundo de los que buscan la belleza.

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