Cabo de Palos tiembla por su patrimonio industrial abandonado
Los vecinos temen que, tras la sentencia del Tribunal Superior que retiró la protección a la Estación de Telegrafía y Radio Costera y la anulación del plan urbanístico de Cartagena de 2011, la golosa parcela pública se destine a una nueva promoción residencial
Hoy, casi 111 años después de su puesta en funcionamiento, la Estación de Telegrafía y Radio Costera de Cabo de Palos corre serio peligro ante la inactividad del Ayuntamiento de Cartagena y la Comunidad Autónoma, y la falta de entendimiento con la empresa pública estatal Correos. Así lo creen los vecinos, que llevan años luchando para proteger lo que consideran un enclave histórico, «muy necesario para comprender el devenir de la zona, ahora centrada casi exclusivamente en el turismo de sol y playa, y dotarla de infraestructuras culturales prácticamente inexistentes», opinan desde ProCabo y la Asociación Cartaginesa.
Propiedad de la Sociedad Estatal Correos y Telégrafos SA y sede de la oficina de Correos hasta el 1 de enero de 2016, las instalaciones fueron demolidas por Correos en parte, varias naves de viviendas anexas que carecían de protección, en mayo de 2022. Su catalogación como bien inventariado por la Dirección General de Bienes Culturales en 2019, a solicitud de ProCabo, fue tumbada por el Tribunal Superior de Justicia el pasado 9 de febrero tras varios recursos de Correos. Además, la empresa estatal sacó a subasta con anterioridad la parcela en un par de ocasiones, declarada como Sistema de Espacios Libres en el Plan General Municipal de Ordenación de Cartagena de 2011, sin éxito.
Sin embargo, la anulación por el Supremo de este plan y la entrada en vigor del planeamiento de 1987, que define la zona como suelo urbano de una unidad de actuación residencial, incrementa la amenaza sobre las instalaciones y ha puesto de nuevo en pie de guerra a asociaciones vecinales y profesionales de la localidad costera que confían en salvaguardar el que también es «el único terreno público» de la localidad costera.
Desde Correos, aseguran estar «abiertos a negociar, pero ni Comunidad ni Ayuntamiento han contactado con nosotros»
Para tratar de evitar la desaparición de este singular enclave –«solo quedan dos de estas estaciones en pie, la de El Prat, que rehabilitó y abrió a las visitas Aena, y esta», apunta el ingeniero en Telecomunicaciones Jesús Sánchez Miñana–, numerosas asociaciones de la zona solicitaron la declaración del secular espacio como bien de interés cultural (BIC) con categoría de sitio histórico, amparándose en la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Murcia. En ella, la Abogacía del Estado reconocía el valor histórico de la zona, aunque denegaba el valor intrínseco de los edificios que quedaban en pie. Además, han solicitado su inclusión en la Lista Roja de Hispania Nostra.
Sin noticias de la Región
Desde el Ayuntamiento de Cartagena, que ha defendido la protección del espacio por su valor cultural, histórico e industrial (al igual que la Comunidad Autónoma), se han aprobado varias mociones. La última, presentada por Movimiento Ciudadano de Cartagena y aprobada por unanimidad en el Pleno, instaba al gobierno local y, asimismo, este al gobierno regional a iniciar conversaciones con el director del Servicio Estatal de Correos, el murciano Pedro Saura, para «conseguir una cesión anticipada de los terrenos de la antigua Estación Telegráfica sin tener que recurrir a la expropiación forzosa. De esta forma, Correos podría materializar el aprovechamiento urbanístico del terreno cedido en otra parcela, adelantándose a posibles procedimientos judiciales que perturben el interés social que, sin duda, es prioritario para todos en este caso».
La Dirección General de Patrimonio Cultural adelanta que no aprobará el BIC de sitio histórico porque «sería desestimado»
Sin embargo, a fecha de hoy, ni el Ayuntamiento de Cartagena ni la Comunidad, como reconocen a través de sus gabinetes de comunicación, se han puesto en contacto con Correos para iniciar conversaciones. Algo que confirman desde Correos: «Estamos abiertos a negociar, pero ni la Comunidad ni el Ayuntamiento se han puesto en contacto con nosotros». Asimismo, ante el rumor extendido entre los vecinos de que el terreno está ya vendido a una constructora cartagenera, Correos lo niega taxativamente: «El terreno no está vendido a nadie, es propiedad de Correos y no hay ningún proceso de venta abierto».
Ayuntamiento y Cultura confían en la nueva ordenación de Cartagena para salvaguardar la secular infraestructura
Preguntados por la localización de la estación radiotelegráfica Marconi, «que se retiró cuando dejó de ser operativa» y es uno de los elementos realmente valiosos del patrimonio industrial de «esta pionera estación de radiotelegrafía» –reconoce el perito aportado por Correos para el juicio–, aclaran que «todo el material histórico relacionado con Correos y su historia, en disposición de la compañía, forma parte de los fondos del Museo Postal y Telegráfico». No obstante, aseguran que, por el momento, no tienen conocimiento de su ubicación exacta.
Todo, al planeamiento
Por su parte, tanto la Consejería de Cultura como el Ayuntamiento de Cartagena apuestan todo a la aprobación del nuevo plan de ordenación municipal, ahora en trámite. «La sentencia deja claro que la fórmula para proteger ese espacio es a través del planeamiento municipal y cualquier acción diferente será desestimada con los mismos criterios que desestimaron el intento de declararlo bien inventariado», afirma la Dirección General. Y, desde el Ayuntamiento, Pablo Braquehais, responsable de Patrimonio Cultural y Vivienda, trata de tranquilizar a los vecinos: «Mientras Patrimonio no se pronuncie oficialmente, el enclave está protegido».
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Una estación pionera para la seguridad de la navegación
El 4 de agosto de 1906, el 'Sirio', un vapor de gran tonelaje de Navigazione Generale Italiana que cubría la ruta Génova-São Paulo, encalló en los temibles Bajos de Fuera de Cabo de Palos (Cartagena) y, tras 16 días visible sobre la superficie del mar, el temporal lo partió y se hundió. Unas 500 personas -no se conoce el número exacto de pasajeros embarcados- fallecieron en el accidente naviero. Fue la mayor tragedia marítima de España hasta la fecha y la desencadenante del establecimiento del servicio radioeléctrico como monopolio del Estado en 1907, que preveía la puesta en marcha de 24 estaciones costeras para garantizar una navegación segura. De ellas, según investigadores como Jesús Sánchez Miñana, se pusieron 10 en marcha: Puntales (Cádiz), Melandra (Las Palmas de Gran Canaria), El Prat de Llobregat (Barcelona), Santa Cruz de Tenerife, Aranjuez (Madrid), Candean (Vigo), Sòller (Mallorca), Finisterre (La Coruña), Cueto (Santander) y Cabo de Palos (Cartagena). Esta última empezó a funcionar el 1 de diciembre de 1913, con una antena de 75 metros y el sistema de telegrafía sin hilos Marconi, con un alcance de entre 300 y 400 millas, según las publicaciones especializadas de la época.
Estas instalaciones, de las que hoy quedan los dos edificios originales -«La instalación comprende dos cuerpos, uno para la estación propiamente dicha y otro para el alojamiento de los oficiales», rezaba la 'Revista de la Electricidad. Industria e Invenciones' de 9 de agosto de 1913- y la portada apuntalada de acceso al recinto, sigue manteniendo, en mitad del enjambre de construcciones que puebla hoy Cabo de Palos, vista directa al mar y al Faro de Cabo de Palos. Un tándem eficaz para auxiliar a los navegantes en el despertar industrial y de las telecomunicaciones.
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Un legado pedagógico y literario ligado a la estación
La ilustre poeta, novelista, dramaturga, ensayista y primera mujer académica de la lengua, Carmen Conde (Cartagena, 1907-Majadahonda, 1996), está ligada, tanto por nacimiento como por su obra literaria y su actividad como docente, a Cabo de Palos, su faro y su estación telegráfica. Un legado cultural que quedó reflejado en sus escritos, la mayoría en prosa, y en los cursos de las Misiones Pedagógicas de la II República para alfabetizar y mejorar el nivel educativo y cultural de campesinos, pescadores, obreros, niños y habitantes de lugares de difícil acceso. De hecho, en 1933, realizó junto a Antonio Oliver varias sesiones en Cabo de Palos, donde el jefe de la estación telegráfica, Rojas, les prestó el fluido eléctrico en un litoral aún sin electricidad, para la proyección de cine educativo, la reproducción de discos, además de lecturas comentadas de poesía y prosa lírica.
Hasta el Faro de Cabo de Palos y la Estación de Telegrafía acompañó a Gabriel Miró, al que conocía a través de unos amigos de su abuelo con los que vivió en Cabo de Palos. Un pasaje de su vida que recrea en un texto: «Subimos al faro, palmera que cimbrea cuando el viento sopla amenazador. Nos tendimos en la playa, escalamos rocas agudas, vimos funcionar la radiotelegrafía del Cabo, sembrando chispazos en torno suyo, al mando de un apuesto funcionario llamado Rojas...».
Ligada a su tierra y a la costa del cabo, en 1935 y también dentro de las Misiones Pedagógicas, llevó a un joven Miguel Hernández a visitar la biblioteca cedida por la Universidad Popular y leyeron en el faro, junto a otros colegas, relatos de Gabriel Miró inspirados en Cabo de Palos.
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