«Las artes no entienden de géneros»

La creación y las artes, deja claro María Moya (Bullas, 1988), «no entienden de géneros». «Otra cosa es que luego el trabajo de los creativos se valore diferente» según lo firme, apunta, un hombre o una mujer. Moya es ceramista e ilustradora. Se formó en Bellas Artes y en ilustración editorial, pero es la cerámica la que hoy ocupa el 80% de su tiempo. Cuenta con su propio taller y una marca personal que «funciona», aunque para consolidarla, reconoce, todavía le queda «mucho trabajo por hacer». Es consciente de que «no se ven mujeres en los tornos». Ella, dice, no es alfarera, pero cuando ha intentado acercarse a ese mundo nunca ha encontrado a mujeres en el proceso de producción más allá de la fase decorativa. Tiene la percepción de que su trabajo no se valora igual y le «fastidia» que, en un día como hoy, en el que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, ellas tengan que seguir luchando por derechos «tan básicos».

Recuerda Moya que cuando estudiaba ilustración, las autoras que le daban clase ya le advertían, y después lo ha podido, dice, comprobar, de que a las ilustradoras «siempre se les ha intentado pagar menos», y el motivo, cuenta, «se achaca a que somos menos competitivas y menos firmes con los presupuestos».

Nos decían: «Tenéis que romper esta tendencia», rememora las palabras que escuchó entonces en el aula. Y en ello confía, porque «hay muchas profesionales buenas que están marcando las directrices de otra forma de trabajar» y, poco a poco «esto se irá notando». Pero «el cambio es lento» y todavía no es visible. Pone un ejemplo: «Si acudes a escuelas o cursos de ilustración, ves que la mayor parte de los alumnos son mujeres, pero cuando vas a comprar libros hay tantos y tantos hombres... que algo falla», sostiene.

La brecha de género no es igual en todos los ámbitos, ni siquiera es exportable a todas las experiencias. Inés Alonso (Madrid, 1995) no ha encontrado en este sentido ningún obstáculo a la hora de desarrollar su carrera profesional. Soprano y miembro del cuarteto vocal murciano Cantoría, Alonso coincide con Moya en que las artes «no entienden de género» y todos, hombres y mujeres, pueden tener igual «potencial creativo»: «En mi caso, no me he encontrado con prejuicios ni como alumna ni como intérprete», relata, aunque es consciente de que su experiencia «no tiene que ser igual a la de otras mujeres».

Alonso comenzó en la música con siete años. Primero, en el conservatorio, donde aprendió a tocar el violonchelo. Lo dejó tras acabar el Grado Medio, y estuvo a punto de estudiar Diseño, pero en su camino se cruzó la música renacentista y cayó, dice, «enamorada». «Acabé presentándome a la ESMUC (Escuela Superior de Música de Cataluña), que es el único lugar en España en el que existe la especialidad de canto histórico y allí conocí a Jorge [Losana] y a Valentín [Miralles]», con quienes en 2016 dio vida a Cantoría. Actualmente, el grupo forma parte del programa europeo EEEmerging, de apoyo a ensembles emergentes, lo que les ha abierto el circuito internacional.

Para Alonso, el 8 de marzo es un día de «reivindicación», aunque, matiza, «debería de dejar de haber un día en el que se preste atención a las mujeres, y que se les tenga en cuenta todo el año».

A Ana Barceló (Murcia, 1992), por ejemplo, no le gusta, dice, que le «feliciten» por el Día de la Mujer. Graduada en Filosofía y Dirección de Escena y Dramaturgia por la ESAD (Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia), accedió hace unos meses a una residencia artística en el Teatro Español y en las Naves del Español en Matadero Madrid, donde trabaja como ayudante de dirección. Está feliz, cuenta, porque esta oportunidad le «ha cambiado la vida», pero llegar, reconoce, no ha sido sencillo.

A si ha sido o no más difícil por ser mujer responde que «en algunas cosas sí, pero no en todo»: «En Murcia –dice– me han reconocido mucho –Barceló ganó en 2019 la convocatoria 'Nuevas cineastas' de la Universidad de Murcia (UMU) y un accésit en el certamen CreaMurcia de 2018 en la categoría de cortometrajes– y me siento muy querida, pero sí he vivido situaciones que, de ser un chico, no hubiera experimentado». Y cita una ocasión en la que, trabajando como técnico de iluminación, la persona con quien tenía que departir prefería dirigirse a su compañero, a pesar de que ella era la responsable. En otra ocasión, relata, «me dijeron que me iba a costar más encontrar un empleo que a una chica delgada».

Para Barceló «ser creadora, joven y mujer en este país es complicado» pero advierte una tendencia de corrección que le hace ser optimista: «En los equipos que caigo cada vez hay más mujeres y eso es importante porque implica otra mirada. Hombres y mujeres vemos las cosas desde puntos de vista diferentes, por lo que si todo el panorama lo manejan hombres nosotras no nos vamos a sentir identificadas». Lo que le apena es que un movimiento como el feminista, «tan necesario y que ha ayudado a tanta gente, a mí lo ha hecho –confiesa– se politice, porque está poniendo en contra a muchas personas que no están en barcos diferentes».