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Vladimir Salazar. Martínez Bueso
Murcianos del año

Vladimir Salazar, así en la vida como en la muerte

Artífice de la Fundación Never Surrender para enfermos de cáncer

Viernes, 23 de diciembre 2022, 22:43

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La fotografía de este hombre que ven sonriente, repartiendo optimismo, fue tomada en su casa en agosto pasado. Nadie que lo haya conocido podrá olvidarle y son muchos los que sin haber tratado con él le estarán agradecidos. Su legado es doble: una lección de vida, y de saber encarar su final con asombrosa entereza, y la Fundación Never Surrender para enfermos de cáncer a la que, con constancia y finalmente con éxito, se entregó en el último tramo de su existencia, muy consciente ya de que no era mucho el tiempo del que disponía.

De madre española y padre portugués, residió en la Región de Murcia desde los diez años, y hasta su fallecimiento fue jefe de la Unidad de Trombosis del Hospital Virgen de la Arrixaca. Padre de tres hijos, el 5 de enero de 2021 le diagnosticaron un cáncer de colon metastásico, y desde entonces estuvo en tratamiento. Deportista y hombre de muchos amigos, parecía haber nacido para generar buen ambiente a su alrededor; andaba siempre de frente por la vida y tenía una canción favorita, 'Straight Outta Compton', de N.W.A.

Enemigo de la falsedad, consideraba que la suerte también hay que buscarla, y eran muchas las veces en las que recurría al buen humor para quitarle hierro a los zarpazos con los que a veces te sorprende el destino. En una ocasión, cuando su hijo mayor le preguntó por la cicatriz que le dejó una operación en el hígado, le dijo que le atacó un tiburón haciendo surf en Australia y que tuvo que defenderse. Afirmaba que de haber sido millonario habría tenido muchos hijos.

Era sincero a la hora de reconocer sus fallos: «Soy muy rencoroso y muy competitivo». Le encantaba viajar y organizar él mismo sus viajes: buscar los hoteles, ¡descubrir restaurantes!, ir a ellos con su gente querida. También era «muy bailón» y un apasionado de la música, el rap incluido. Durante su etapa de estudiante en la Facultad le decían «el príncipe de Bel-Air». «Era un personajillo; iba con gorra, pantalones anchos, camiseta de baloncesto...», contaba. Tenía cero paciencia con la burocracia. Vivió intensamente.

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Vladimir Salazar, así en la vida como en la muerte