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A la izquierda, Anita Díez de Revenga y Josefa Leal Gambín; en el centro, el médico Martínez Ladrón de Guevara, a la derecha con gafas, con otros sanitarios en una fotografía cedida por su familia; y, a la derecha, Manuel Medina Romero y José María Sobejano.

Las vidas que truncó la gripe española en Murcia

Una investigación recupera las historias de víctimas de la epidemia, que se cebó con las clases humildes y la población más joven

Domingo, 14 de noviembre 2021, 07:34

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Cuando todos pensaban que lo peor de la enfermedad ya había pasado, una cuarta ola golpeó con fuerza Murcia, en pleno invierno de 1920. Solo en la ciudad, la cifra de fallecidos por gripe española esos tres fríos meses superó el centenar. En las zonas rurales, la sangría resultó todavía mayor. Un siglo después, una investigación pone rostro a algunas de las víctimas mortales de aquella tragedia que desató «una situación de histeria colectiva», en palabras de Klaus Schriewer, catedrático de Antropología Social de la Universidad de Murcia (UMU), que ha dirigido el trabajo ayudado por un grupo de alumnos de la Facultad de Filosofía.

Las estadísticas recopiladas contabilizan 800 muertes solo en el término de Murcia desde que se declaró el primer brote en la primavera de 1918. Octubre y noviembre de ese negro año registraron los picos más elevados de contagios, con casi cien enfermos diarios en el casco urbano y el triple en la huerta. La gripe también hizo estragos en otros municipios como Cartagena y Águilas.

El estudio que ahora ve la luz, después de más de un año de indagaciones, se centra en los enterramientos practicados en el cementerio municipal de Nuestro Padre Jesús de víctimas de la epidemia que residían en la ciudad. El rastreo en archivos, hemerotecas y registros oficiales, además de los recuerdos de descendientes transmitidos de generación en generación, ha permitido no solo reconstruir historias personales sino también obtener una radiografía de cómo se expandió el virus y de sus consecuencias en la estructura social.

El virus atacó en especial a las embarazadas, y muchos niños quedaron huérfanos sin que nadie se hiciera cargo de ellos

La enfermedad se cebó con la población más joven, de entre 20 y 40 años, lo que afectó de lleno a las cadenas de producción de la época, ya que se trataba del principal colectivo de mano de obra que debía mantener la actividad. La investigación rescata, por ejemplo, la memoria de José María Arias de Vega, destacado luchador del movimiento obrero al que la epidemia fulminó con 32 años. Su muerte dejó a la familia en una difícil situación económica, lo que al parecer llevó a su hijo a cometer algún que otro robo.

La gripe atacó con mayor incidencia a las mujeres (56%) que a los hombres, y dentro del colectivo femenino las embarazadas sufrieron «formas más graves de la epidemia», según dejó escrito en 1919 el galeno Sánchez de Vega. Consta que algunas murieron sin llegar a dar a luz. Ese pudo ser el caso de Antonia Hernández Montesinos; perteneciente a una influyente saga y esposa del médico municipal Emilio Palazón Clemares, falleció a los 22 años y solo dos meses y medio después de su boda.

Klaus Schriewer, en la zona 20 del cementerio municipal. Vicente Vicéns / AGM

«La pérdida de los progenitores supuso un verdadero drama. Incluso muchos niños quedaron huérfanos sin nadie que se hiciera cargo de ellos», recuerda Schriewer. En octubre de 1918, el diario 'ABC' informaba de recién nacidos que morían al quedarse sin madres. Pocas familias escaparon de los zarpazos de la epidemia. La recopilación publicada ahora recuerda a los hermanos Antonio y Ricardo Hernández Gallego, el primero de 5 años y el segundo de nueve meses, que fallecieron con solo un día de diferencia. Y a Josefa Leal Gambín, que se marchó en la flor de vida, quedando desconsolados sus tres vástagos.

El estudio constata que la gripe se propagó con mayor virulencia por las zonas humildes debido a los problemas de insalubridad y hacinamiento que arrastraban esas barriadas. Causó «una catástrofe» en la huerta, remarca el catedrático, a consecuencia también de la falta de información de sus habitantes a los que no llegaban con suficiente claridad las recomendaciones sanitarias para contener la expansión del virus. Como ha ocurrido con la pandemia de la Covid-19, hace un siglo los profesionales sanitarios también destacaron por su entrega. En especial, el profesor Schriewer resalta la figura del médico Juan Antonio Martínez Ladrón de Guevara, «todo un ejemplo de amor al prójimo, ya que incluso llegó a comprar medicamentos para las familias pobres».

«Un trauma colectivo»

Murcia quedó sumida «en un trauma colectivo. Al principio, los ciudadanos no sabían cómo actuar; y se instaló la desesperación». En muchas parroquias hasta las campanas dejaron de tocar a difunto para no alarmar más a la población por la elevada mortandad.

De la epidemia tampoco escaparon las clases pudientes. Entre las primeras víctimas mortales figura en la investigación el pintor costumbrista José María Sobejano López. También de gripe fallecieron otros conocidos personajes del momento, como el ciclista Antonio Avilés Rocamora, que llegó a dirigir el primer velódromo de Murcia a finales del siglo XIX; el periodista Roque Forte Cussac, que desde 'El Fomento', su rotativo, no se cansó prácticamente hasta el día de su muerte de difundir consejos a la población sobre cómo prevenir los contagios, y el comerciante Manuel Medina Romero, con varios negocios en la céntrica calle Trapería y que llegó a ser concejal por el Partido Conservador. La tragedia alcanzó, además, a ilustres apellidos, como el de la familia Díez de Revenga. Anita, la primogénita de Emilio Díez de Revenga Vicente, diputado y cofundador de la Universidad de Murcia, murió a los 21 años.

La desgracia alcanzó a reconocidas sagas, como los Díez de Revenga, y a personajes famosos, como el pintor Sobejano

El trabajo liderado por el catedrático de la UMU ha conseguido recuperar diecisiete historias de murcianos fallecidos de gripe, que aparecen recopiladas en una guía editada con la colaboración del Ayuntamiento y que se puede consultar en la página web de la Sociedad Murciana de Antropología (SOMA). Pero Klaus Schriewer quiere dar un paso más y pretende rendir un homenaje a todas las víctimas mortales de aquella tragedia mediante la colocación de una placa en la zona 20 de la necrópolis. Allí recibieron sepultura los fallecidos con menos recursos, muchos de ellos en fosas comunes. Cuando pasaron diez años, los cuerpos fueron exhumados y depositados en el osario general. «Fue como si la Murcia de esa época quisiera pasar página, deshacerse de esa pena, olvidarlo todo. Y en muchas casas nunca más se llegó hablar de aquella tragedia».

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