Alemania se ha puesto imposible de cara a Europa
«Ha pasado de tener 'vocación cívica universal' a manifestarse codiciosa, egoísta, arrogante e introvertida», afirma López Pina, quien presentó su libro 'La cuestión alemana' ante la sola audiencia de cinco amigos
Solo un murciano, no ya de dinamita, que también, sino nacido en San Antolín es capaz de presentar su último libro ante una audiencia, para él suficiente sin embargo, de cinco amigos, dando así ejemplo de franciscana modestia y exquisita naturalidad. Y cuando digo cinco es porque éramos de verdad solamente cinco. Una especie de 'Quinteto de la Suerte', por haber tenido el privilegio de escucharle y porque ya estamos todos felizmente vacunados. El evento tuvo lugar en torno a una mesa en la que se sirvieron alimentos excelentes, pero frugales (de gastronomía de último grito), cosa ligera, con el fin de que no se nos embotara el entendimiento.
Provistos de mascarilla, cada uno la suya, Antonio López Pina (sabio en legislación constitucional) abrió el acto con la misma formalidad que si tuviera delante una audiencia de medio millar. El tema era sugerente incluso para no versados. Ni más ni menos que 'La cuestión alemana', es decir las idas y venidas de ese país, en relación con los otros veintiséis que componen la Unión Europea. Dividió su explicación en cuatro partes. 1. Su admiración por Alemania. 2. El Volknacionalismo (o 'cultura de la nación'). 3. El país resultante de la Reunificación. Y 4. La jurisprudencia constitucional como muro para bloquear la construcción federal de Europa.
«Desde que, en 1960, llegué a Munich y Berlín –comenzó, en formato narración, delante de una copa de vino blanco, previa a la comida– desarrollé una gran admiración por la genialidad alemana, debido a la creación y a la originalidad de lo nuevo, en la literatura y en el arte. Me embargó Alemania con su grandeza de espíritu y capacidad de formalización (¡la lengua alemana es arquitectura!). Inspiraron mi reflexión y mi conducta la tolerancia, el imperio del Derecho, la igualdad ante la ley, la libertad de prensa, de conciencia y de expresión. No tengo que recordaros cómo eran la Murcia y la España del Plan de Estabilización de 1960, de las que yo había partido».
«No tengo que recordaros cómo eran la Murcia y la España del Plan de Estabilización de 1960, de las que yo había partido»
«Entre 1969 y 1989, la Alemania de postguerra tuvo 'vocación cívica universal'. Por primera vez desde los siglos XIX y XX, había encontrado su lugar en la Europa de la Comunidad Europea. En aquellos excepcionales y venturosos años era difícil encontrar en Occidente una sociedad más libre, consciente, pluralista, multicultural, tolerante, abierta y debatidora». Todo eso sin contar el auge económico y su disposición de dar trabajo a millones de extranjeros, españoles y murcianos, entre ellos. (Llegados a ese punto, Carlos Egea le solicitó algún dato: económico, naturalmente, y siguió picando en los tostones de maíz de un cazuelín de barro vidriado en amarillo).
Según nos iba contando Antonio (con muchos pelos y señales que se contienen en el libro, editado por Aranzadi), la nueva Alemania estuvo a punto de caramelo para ser el motor de Europa. Pero, desde la Reunificación hasta nuestros días, el bolo no ruló como se pensaba que rularía. «Hay que tener en cuenta que, a lo largo del siglo XXI –continuó López Pina, tras advertirle al camarero que él no suele tomar carne–, el nacionalismo retorna para ser la más poderosa y destructiva fuerza en despliegue». Europa no puede ignorar los problemas geopolíticos que ha provocado el nacionalismo alemán. «Tras la caída del Muro, la Alemania resultante cambió de piel. Y llegó a preguntarse, a voz en grito, cómo podían Francia y el resto de los estados miembros de la UE considerarse iguales a Alemania. ¿Acaso no era ella la primera de la clase?».
Irreconocible
«Algo había cambiado de naturaleza. Surgió una Alemania irreconocible. Con una economía hegemónica en Europa, desde luego, pero se mostró codiciosa, egoísta, arrogante e introvertida. Y, además, intelectual y políticamente bloqueada y bloqueadora del proyecto de aquella unión política europea soñada». En esto estábamos cuando Manuel Fernández-Delgado pellizcaba un panecillo y los cinco que escuchábamos coincidimos con la mirada en que 'La cuestión alemana' (que así se titula escuetamente el libro), tal como iba colocándola Antonio encima del mantel, nos parecía un relato en verdad apasionante. Era de ver cómo un asunto así (y, encima, mientras esperábamos para comenzar la jalanda), había atrapado de aquella manera nuestra atención.
Lo expresado «no significa, todo hay que decirlo, que en la extendida orfandad continental de ideas, fuese Alemania el único Estado que careciera de un proyecto para la construcción europea». Lograr una Constitución para los 27 países, tanto del centro como de la periferia, es aquella ilusión hasta ahora frustrada. Aunque López Pina se resiste a aceptar que tenga que ser una utopía inalcanzable. Hicimos una pausa para darle un tiento al vino blanco, si bien el maestro apenas se mojó los labios. Esa austeridad suya en el comer y beber contrasta con una contenida euforia, en el trato con quienes considera sus amigos, aparte del paisanaje. La misma que le hace decir: «Hoy estoy pasando con vuestra compañía, uno de los mejores días de mi vida». Y así será cuando él lo dice. Pero, tocante al papel de Alemania en el futuro europeo, nuestro gozo en un pozo.
El colofón de la cuestión
Por entonces iba llegando ya el primer plato (platito, en realidad), y también algo rarito en el contenido, pues se trataba en realidad de un menú degustación, tipo 'fusión gastronómica' o similar, muy bien traído. Carlos Egea se interesó en seguida por el cariz económico de la cuestión alemana. A partir de la caída del Muro «llega el momento de inflexión de esa nueva Alemania. No solamente se propone como objetivo la hegemonía en los mercados europeos (con su condición de primera potencia global en exportaciones). Además, inmersa como anda en introvertida 'volknacional' (cultura nacionalista) de auto realización, comienza a alzar una tras otra tantas diversas barreras constitucionales como sea posible a la Unión Europea, excluyendo cualquier suerte de transferencia fiscal y presupuestaria».
Adolfo Fernández, como es inquieto y temerario, pidió a López Pina que nos diera una conclusión para no iniciados, pero en alemán, idioma que nuestro hombre domina. Se sumó con ganas a la petición el ilustrador José Luis Montero, al que habían operado de una rodilla ¡el día anterior! Y aun así se presentó al cónclave.
Y dijo el ilustre, ni corto, ni perezoso: «Zum Schluss kan ich nur hinzufügen, dass Europa ohne Deutschland am Ende ist». («Terminado mi discurso solo puedo añadir que, si Alemania flojea, es cuando Europa, verdaderamente, estará jodida de verdad»).
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión