Alejandro Solano, virtuoso embajador de la percusión flamenca
Apasionado y familiar, el percusionista flamenco y profesor en el Conservatorio Profesional de Música de la ciudad portuaria presenta el próximo jueves, en el 43 Cartagena Jazz Festival, su proyecto 'Flamencusión'
Fabula que nació sentado en un cajón flamenco y quizá no falte a la realidad, ya que se crió rodeado de música y asegura haber golpeado desde siempre aquello que tenía a mano, aunque comenzara tocando la bandurria. De formación clásica, primero en la Agrupación Musical Sauces y después en el Conservatorio Profesional de Cartagena, se especializó en Percusión en 2018 en el Conservatorio Superior de Música Óscar Esplá de Alicante, bajo la tutela del catedrático Juan Iborra. Con una solidez deslumbrante para sus 29 años de edad, Alejandro Solano presenta el próximo jueves, 31 de octubre, su proyecto 'Flamencusión' en el 43 Cartagena Jazz Festival, en una actuación en primicia que tendrá lugar en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, a las 20.30 horas.
Tras obtener el título superior de Percusión, amplió sus estudios con Israel Suárez 'Piraña', Paquito González, Ramón Porrina, Bandolero y José Montaña. Experto marimbista, humilde y algo tímido a la hora de relatar sus logros, nunca olvidará la noche en la que se alzó con el premio Filón para instrumentistas del Festival Internacional del Cante de las Minas en 2019. Compañero habitual del cantaor flamenco Curro Piñana, forma parte de la primera generación de titulados en el Máster de Flamenco de Música Creativa de Madrid y combina sus múltiples proyectos musicales con su faceta docente en el Conservatorio Profesional de Cartagena.
Inspirado sin remedio por Paco de Lucía, al que considera maestro entre los maestros, aún se siente en una nube al recordar su participación en el Paco de Lucía Legacy, festival homenaje que llevó a Nueva York, el pasado febrero, la magia del artista diez años después de su muerte. Maniático en la preparación de sus actuaciones, en su mochila no faltan dos toallas negras para secarse el sudor, las cintas de sus baquetas, herramientas necesarias para resolver cualquier imprevisto técnico y, ante todo, un sueño: exportar la marimba y la percusión flamenca por todo el mundo.
Lunes
11.00 horas. Quiero poder dedicarle a mi espectáculo, 'Flamencusión', el tiempo que necesita. Esto empieza ahora con el Cartagena Jazz Festival. Cuento con un equipazo: Alfonso de Miguel, a la batería; Emilio Saura, que tocará percusiones africanas y el balafón, algo así como el 'papá' de la marimba y en el que los tubos son calabazas; José Antonio Chacón, al cante; Juanito Rubio, a la trompeta; Pablo Abellán, al bajo; Fran Tornero, a la guitarra flamenca, y Marcos Morales, al baile. No estará acompañándonos mi bailaora de siempre, Nadia Márquez, por problemas de salud. Vamos a mandarle fuerzas desde el escenario para que pronto esté de nuevo al pie del cañón. Tengo en mente grabar un próximo 'single' que quizá estrenemos este jueves en el Luzzy para ver cómo funciona. Después, quiero plantear una estrategia a uno o dos años para sacar el proyecto fuera de la Región y fuera de España, participando en festivales de flamenco y jazz por todo el mundo.
Martes
17.00 horas. Somos bastantes profesores jóvenes en el conservatorio. Llevo dando clases allí cuatro años y, después de haber sido alumno, al principio fue un impacto, aunque llevaba mucho tiempo dedicándome a la docencia, siendo profesor de percusión de la Agrupación Musical Sauces. Voy andando por el pasillo y lo mismo escucho a un alumno tocando Bach, con la marimba, que a otro tocando por bulerías. Me hace feliz. Tuve la suerte de tener como profesor a Antonio Sola en el Profesional de Cartagena, y al maestro Juan Iborra, que cambió mi forma de entender la música por completo, en el Superior de Música Óscar Esplá. Me hicieron ver la música con los ojos con los que la veo actualmente.
Miércoles
9.00 horas. Mi mayor virtud es también mi mayor defecto. No sé desconectar de la música, algo que comento a menudo con Cristina, mi pareja. Eso es un problema. Me digo: «Alejandro, hay más vida». Sí que disfruto jugando al pádel, y voy al gimnasio entre tres y cuatro días a la semana, aunque allí también estoy pensando en música e incluso componiendo. Me suelo levantar temprano, pero también me acuesto tarde. Si no madrugo tengo la sensación de que pierdo el día, pero por la noche no me acuesto cuando debería.
Jueves
20.30 horas. Me siento muy afortunado, porque mi tierra me brinda muchísimas oportunidades para actuar y me siento querido. Algo que haría es intentar impulsar más el talento de la Región en el ámbito nacional e internacional, porque hay proyectos que pueden funcionar muy bien. En Cartagena, si hiciéramos fuerza entre todos, podrían hacerse más conciertos como los que se organizan en Mister Witt, y estaría bien que hubiera más certámenes tipo CreaMurcia. Hay gente muy buena que hace música africana y latina; solo hay que buscar huecos para tocar. Tenemos unos festivales increíbles, no solo el Cartagena Jazz, que es referente absoluto, sino también La Mar de Músicas, para mí uno de los mejores de España y en el que sería un sueño presentar 'Flamencusión'. Por no hablar del Festival Internacional del Cante de las Minas, en La Unión. Qué respeto le tengo a ese escenario. No me suelo poner nervioso cuando actúo, pero el día que toqué en el festival, el año que gané el Filón, me tuve que perder para sentarme y controlarme el ataque de ansiedad que me entró.
Viernes
14.00 horas. Desde pequeño he tenido la suerte de vivir en una familia donde la música es protagonista. Mi tío es guitarrista flamenco, mi abuelo nos inculcó a todos la pasión por la música, mi padre no se dedica profesionalmente a ella pero toca la trompeta, el bajo... Yo nací sentado en un cajón, porque desde bien pequeño estoy dando golpes, según cuenta mi madre. Oía un tambor en un desfile y me volvía loco. Sin embargo, mi primer instrumento fue la bandurria, y también pasé por el clarinete y por el saxofón. Juntarnos toda la familia es difícil, porque somos más de 30 por parte de madre y otros tantos por parte de padre. Somos muy familiares. Me gusta ir todas las semanas a comer con mis abuelos y con mis padres, e intentamos quedar para las celebraciones. Después del Cante de las Minas de 2019, se cerró una gira bastante grande que, con la llegada de la pandemia, paró. Ni grabé disco ni giré lo que debería de haber girado. Años más tarde, un día estando en casa, con el piano, volví a un tema que tenía compuesto en homenaje a mis abuelos. El primer single que saqué fue 'Calle Espín', que era donde vivían.
Sábado
21.00 horas. Los fines de semana generalmente estoy de conciertos. Hace dos sábados toqué en Madrid, la semana anterior en Málaga... Me fui por primera vez de gira fuera de España con Curro Piñana, con 17 años, y ese momento en Fez me marcó muchísimo. Me encanta exportar una música tan nuestra y ver la reacción de la gente. Ni en Marruecos, ni en Jordania, ni en Holanda, ni en Rumanía, ni en Estados Unidos... me he encontrado a alguien a quien no le haya gustado o no se haya emocionado escuchando flamenco. Aquí estamos acostumbrados, pero fuera se coge con un cariño increíble. También disfruto juntándome con músicos de otras culturas. Es muy bonito ver cómo casa nuestro flamenco con la música árabe o hindú.
Domingo
20.00 horas. Me encantaría volver a Nueva York. Lo más bestia que he hecho en mis 29 años, con lo que me quedo, es con el Paco de Lucía Legacy. Estuve una semana tocando en los mejores sitios de Manhattan con los que son, han sido y serán mis ídolos: Pepe Habichuela, Diego el Cigala, Carmen Linares, Tomatito, Dani de Morón y dos de mis referentes de la percusión, El Piraña, percusionista de Paco de Lucía, y Rubem Dantas, que introdujo el cajón flamenco. Viví un sueño, aunque al principio pensé: «Adónde voy yo, el chaval de Cartagena, con esta gente». Una vez allí, los maestros me hicieron sentir que formaba parte del equipo. También me haría mucha ilusión ir a Japón, porque después de España es el país más flamenco. Tiene una afición increíble y un nivelazo. Los mejores marimbistas son casi todos japoneses.
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