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Historias de confinamiento en alta mar

Historias de confinamiento en alta mar

La 'mamparitis' es un mal que afecta a los marinos embarcados durante meses. Cuatro nos cuentan su experiencia

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Sábado, 28 de marzo 2020

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Qué demontre sabemos de la mar, el mar, los que no somos marinos? Ni siquiera la experiencia de permanecer encerrado en un barco es la misma para los profesionales que trabajaron en grandes buques mercantes hace 20, 30, 40 años... que la que se vive hoy, pues antaño los periodos de embarque podían llegar a los once meses (y uno de vacaciones), mientras que ahora raramente superan los seis. Ya es bastante. Semanas sin tocar tierra. En el caso de petroleros, veintitantas personas en un barco, puede que sin hablar el mismo idioma, cada uno con su carácter. Antiguamente, sin el alivio de internet, móviles... Día tras día, mes tras mes... Los marinos llaman 'mamparitis' (de mamparo: pared del barco) al estado de ansiedad o depresión que en ocasiones les afecta durante una prolongada permanencia a bordo. El coronavirus nos tiene confinados desde hace 15 días, ¿podría parecerse? Cuatro experimentados lobos de mar lo cuentan aquí.

  1. Julio A. Fernández Fanjul. Capitán. Profesor Esc. Sup. de Marina Civil (Gijón). 52 años

    «La gente corría dando vueltas a los 600 metros de cubierta, como presos»

El capitán Julio A. Fernández Fanjul se puso extremadamente enfermo a bordo de un buque, hablamos de 2014, tanto que tuvieron que ir a sacarle y acto seguido recibió un doble trasplante de pulmón. Aquello provocó su retirada de la navegación antes de tiempo, y hoy, con 52, es profesor en la Escuela Superior de Marina Civil de Gijón. Asegura no haber sufrido por la 'mamparitis' mientras estuvo embarcado 17 años y durante meses en petroleros y otros grandes buques, aunque sí padeció la de otros: «Navegué con gente que llevaba fatal el encierro y hacía de la convivencia un infierno», explica desde su confinamiento total, ya que por su trasplante es persona de 'alto riesgo'. Lo lleva bien, dando clases a sus alumnos por internet, aunque si le preguntan si preferiría cuatro meses a bordo o en casa no duda: «Embarcado».

Se acuerda de un chico al que su novia le comunicó por teléfono que no quería casarse con él: «Hablábamos con los nuestros una vez cada 15 días... Pues se volvió loco, solo quería marcharse de allí, no aguantaba el encierro, pensábamos que se tiraba al mar. Hubo que sacarle como sea. Pero la mamparitis es también cuestión de carácter, hay gente más de agobiarse y otra que es de otra manera, aunque al estar en un círculo tan restringido... pues te desayunas, comes y cenas con el que lo lleva mal». Recuerda que para paliar aquellos 'encierros' de meses, solían correr dando vueltas a los 600 metros de cubierta del petrolero. «Vistos desde arriba, desde el puente, parecíamos presos en la cárcel». Vivió los tiempos en los que se tenían que conformar con la peli que echaban a las ocho para todos, «aunque fuera mala, «mientras que ahora la gente se mete en su camarote con el ordenador y su música y está a su rollo, es distinto». De repente, se acuerda de los 4 meses que pasó postrado por el doble trasplante: «Ahí sí tuve 'mamparitis'...».

  1. Gabriel Ruiz de Zugadi. Jefe de máquinas. 68 años

    «No puedes escapar de esa sensación: gente que habla sola, grita, despotrica...»

Está todo inventado. Los vídeos de gente paseando a perros de peluche con tal de salir de casa no son nada nuevo; hace mucho, hubo un maquinista naval que se dedicaba a arrastrar un perno –un gran tornillo de metal– amarrado con un cordel por la pasarela de cubierta de un gasero, mientras fumaba en pipa, llamándole Sultán: «¡Vamos Sultán, que tienes que mear en el molinete de proa!». Mes y medio de extensión de campaña llevaba aquel pobre hombre. Sabe bien lo que es la 'mamparitis' Gabriel Ruiz de Zugadi, jefe de máquinas, 35 años navegando y hoy jubilado con 68. Hasta 18 meses ha llegado a estar embarcado: «La he experimentado en casi todos los barcos. No es una enfermedad, sino un estado de ánimo. Al aproximarse las vacaciones, es más fuerte, soportas menos a la gente, la comida, los horarios... Y no hay forma de escapar de esa sensación: gente que habla sola, grita, que despotrica contra todo... Serían interminables los casos graciosos y los que no lo son. A veces las cosas eran difíciles, pasabas hambre, era raro que no se terminaran o estropearan alimentos por corruptelas a la hora de comprarlos...».

El encierro se hace entonces más cuesta arriba: «A la semana ya no teníamos vino, lo habían metido en garrafas que habían contenido colonia, y las cucarachas paseaban sobre los panecillos». Desde su casa de El Albir (Alicante), dice no sentir aquello. Se nota el entrenamiento: «Esto es como estar embarcado con una buenísima mar que me deja dormir, mear sin mearme por los golpes de mar, andar por el suelo y no por los aires como muchas veces a bordo. Y puedo disfrutar de mis cosas». Pintando sus cuadros de barcos, por ejemplo.

  1. Senén Alonso Marcos. Jefe de máquinas. 73 años

    «Te pones a pensar en cárcel, impotencia, injusticia, muerto viviente, emparedado...»

En 29 años navegados como jefe de máquinas, principalmente en petroleros, Senén Alonso, 73 años, ha visto de todo: «La 'mamparitis' se experimenta siempre, en cualquier barco y destino. Se supera por la capacidad de sufrimiento que cada cual tiene». Dice este veterano profesional que la sensación se acentúa cuando tienes alguna enfermedad o problemas personales; «entonces es cuando te pones a pensar en cárcel, impotencia, injusticia, recluido, muerto viviente, emparedado... Y aunque sabes que cada Cristo lleva su cruz, en esas circunstancias y en los barcos es necesario un control superior por ser más difícil la solución». «Yo sufrí y gocé en todos y cada uno de los barcos».

Y Senén atravesó momentos malos, de los que hacen sentir el confinamiento como si se acabara el mundo. Le pasó cuando le diagnosticaron a uno de sus cuatro hijos una enfermedad irreversible: «Rompí con todo por estar con el médico.Abandoné el barco en puerto y le dije al capitán que me iba. Eran las seis de la tarde, cogí un avión de Cartagena a Barcelona, donde tenía el coche, y las 11 de la mañana estaba en Valladolid hablando con el doctor». También vivió la muerte de su padre navegando hacia Bilbao: «A la altura de Gijón, el capitán se desvió, llamo a prácticos y me llevaron en la lancha. Llegué a tiempo al entierro».

  1. Ángel Anidos Nogueira. Capitán. 61 años

    «Vi a todos con el salvavidas puesto y el terror en la cara; '¡Es solo un susto!', les dije»

Ángel Anidos, capitán, considera que la 'mamparitis' es un reflejo de la personalidad que se manifiesta en situaciones complejas como el confinamiento, tanto a bordo como ahora en tierra. «Si eres nervioso lo estarás más y si eres tranquilo lo llevarás con resignación». Recuerda casos en sus buques que se resolvieron «por la experiencia de jefes de máquinas, oficiales y capitán, con liderazgo y mano izquierda, y dando ejemplo el capitán en cumplir las normas. Y es importante agradecer los esfuerzos extra de la tripulación».

En una larga travesía por zonas de alta temperatura, «se paró el aire acondicionado, el jefe de máquinas no daba explicaciones y las miradas cortaban. Razonando con él le pedí que hablara a la tripulación y serenó ánimos. Pero durante la comida, comenzó una pelea en el comedor; el capitán y yo, como primer oficial, fuimos y por nuestra decisión y seguridad, un hombre que era un 'armario' abandonó la pelea».

Tiene muchas anécdotas este marino de Ferrol: salía de la bahía de Guanabara (Río de Janeiro) en un petrolero con 30.000 toneladas de queroseno cuando tocaron fondo. «Y por la gracia de Dios, zafamos, o como decimos en Galicia, 'safamos'. Me ordenó el capitán que bajara y comprobara sondas de tanques y posibles fugas y averías. Al llegar a la cámara de subalternos allí estaban todos, sin experiencia como marinos, embarcados porque resultaban más baratos, con el chaleco salvavidas puesto y el terror que les impedía moverse en la cara. Me reí, 'es solo un susto', les dije. Logré que reaccionaran y cumplieran órdenes de revisión de daños. Poniéndome yo el primero a la faena, claro».

¿'Mamparitis' en casa?

Según las impresiones recabadas entre marinos por el Colegio de Oficiales de la Marina Mercante Española (COMME), hay un patrón común de la 'mamparitis': un espacio reducido (el barco) en el que hay que trabajar y convivir; aislamiento físico y personal (imposible salir y hay embarcaciones con muchas nacionalidades, lo que dificulta la relación personal); aislamiento del entorno (en alta mar), y el temor ante accidentes o incidentes por la lejanía a medios de auxilio y la deficiente comunicación entre tripulantes (se confunde lo profesional con lo personal por el confinamiento y el trabajo a turnos). En la actualidad, con periodos de embarque más cortos y una más fácil comunicación con el exterior, podría parecer más sencillo controlar la 'mamparitis', pero sigue siendo difícil desprenderse de esa sensación por la reducción de tripulaciones –con su incremento de la carga de trabajo–, la mejora de las comunicaciones que supone una mayor exigencia y las nuevas instalaciones portuarias lejos de las ciudades, que dificultan la oportunidad de salir durante la carga y descarga. Las estadías a bordo no son equiparables al confinamiento por el coronavirus, porque las primeras son lo normal para los marinos y la población desconoce situaciones como la que estamos viviendo. Pero pueden plantearse episodios comunes: ansiedad, tendencias depresivas, pérdida del sentido de la realidad y conflictos que se manifiestan de forma más cruda y virulenta.

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