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En la consulta del... filósofo

En la consulta del... filósofo

Si los problemas del día a día te generan malestar, hay una opción diferente al diván o las pastillas

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Lunes, 7 de junio 2021, 00:03

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Una de las acepciones que la Real Academia de la Lengua recoge para la palabra filosofía es «fortaleza o serenidad de ánimo para soportar las vicisitudes de la vida». Es decir, que se podría utilizar como terapia para paliar el malestar existencial, según propuso en su tesis doctoral el filósofo granadino Omar Linares, desde hace unos años al frente del gabinete de Asesoramiento Filosófico Thelos Resumiendo, que «no siempre que nos sentimos mal es porque tenemos un problema psicológico, sino que los problemas de la vida a veces nos provocan un malestar porque no sabemos cómo gestionarlos». Ahí es donde aparece la figura del consultor filosófico.

«Se trata de algo poco conocido en España –explica él–, una idea puesta en práctica en la Alemania de los años 80 del pasado siglo pero que hunde sus raíces en la antigua Grecia». Señala que el boom se produjo con el libro 'Más Platón y menos Prozac', del canadiense Lou Marinoff, un 'best seller' publicado en 1999 con el subtítulo de 'Cómo aplicar la filosofía a los problemas cotidianos' que, en su primera parte, 'Los nuevos usos de la sabiduría antigua', plantea esta disciplina como rebosante de un gran potencial terapéutico. El año anterior, Marinoff había fundado la American Philosophical Practitioners Association (APPA) para formar asesores filosóficos que ayudaran a sus clientes a resolver sus conflictos. En España no llegan a la treintena, entre ellos Linares: «Académicamente ha habido un rechazo a este tipo de práctica, porque existe la idea de que hay que vivir para la filosofía y no de ella, y que lo único que se puede hacer es enseñarla. Pero esto se va superando. En cuarto de carrera tuve un profesor bastante ignorante que nos habló muy en contra y eso fue lo que me empujó a investigar».

En realidad, Linares no se dedica a citar a los filósofos clásicos a sus pacientes –mejor dicho consultantes–, aunque los haya estudiado: «Para ser consultor filosófico hay que tener la carrera, es evidente, aunque luego yo no diga a la persona que tengo enfrente que si Descartes propuso esto o lo otro. Además, hice el doctorado sobre este tema y me he formado mucho tiempo. Lo que pretendo es acompañar a la persona para que tome conciencia de lo que está viviendo. Cuando sentimos ciertos conflictos y tenemos la sensación de que no deberíamos estar sufriendo pero no podemos evitarlo, toca hacer un trabajo de toma de conciencia para cambiar la perspectiva, y llegamos ahí con cuestionamiento y diálogo».

A juicio de Soledad Hernández, de Consulta Filosófica, mucha de la mala fama de esta práctica, de las reticencias, proviene de «algunos que se han dedicado a hacer una especie de 'coaching' con ella y la han degradado a una especie de consultorio 'new age' vendiendo humo». «Esto no es 'fast food' espiritual', no hay recetas simplistas como '7 pasos para alcanzar la felicidad'», le apoya Linares.

Hernández aclara que si te deprimes «porque has perdido a un ser querido es absolutamente normal, o si te encuentras mal porque has dejado el trabajo o has roto con tu pareja. Y no deberías tratarlo en principio desde el punto de vista psicológico, sino desde el diálogo, porque esos sentimientos son normales, no hay nada patológico ahí».

En la consulta

No hay diván en la consulta de Linares, dos sillas frente a frente «porque se trata de dialogar». Y en la primera sesión, Hernández pregunta al consultante «de qué quiere hablar. Si tiene algo en especial, un tema. Le pido que formule una pregunta concreta, pasar de las ideas a la práctica. No hablar sobre conceptos abstractos, como libertad o muerte, sino de cuestiones concretas. Pero a veces no es tan fácil formular esa pregunta y nos pasamos esa primera hora soltando un montón de cosas, ideas enlazadas de manera incorrecta. En la segunda sesión ya decidimos por dónde vamos». El precio oscila entre los 50 y los 70 euros por hora.

Marta y Félix son nombres ficticios para dos personas reales que han recibido consulta 'online' con Linares. Ambos conocieron esta figura del consultor filosófico gracias al libro de Marinoff. Felix: «Lo leí allá por 2008 y me pareció espantoso, un auténtico panfleto. Fue más tarde, cuando, en plena depresión, me dio por leer ensayo filosófico, y empecé a considerar la idea».

– ¿Había acudido al psicólogo?

Félix: Sí, en múltiples ocasiones. Fracaso tras fracaso. Soy un chico de 38 años, homosexual, nacido en un pueblo de Andalucía. He sufrido 'bullying' y he vivido en una familia con muchos problemas. Una vida tratando de escapar de muchas cosas pero con éxito: conseguí un buen trabajo, buenos amigos, etc. Pero al final del camino yo seguía tremendamente triste... cansado ya. Muy afectado. Los psicólogos me ofrecían fórmulas crípticas, charlas asépticas y en las terapias me resultaba muy difícil dejar de sentirme 'paciente'. Porque ser el paciente conlleva, de forma implícita o explícita, cierto grado de obediencia, de reconocimiento al profesional y de subordinación. Sentía que la comunicación con los psicólogos no se daba de una manera que a mí me fuera a ayudar a medio o largo plazo. Así que los abandoné.

Marta: En mi caso acudí al psicólogo y al psiquiatra. Llevaba con depresión y ansiedad bastante tiempo a consecuencia de la enfermedad de mi madre. No sabía cómo enfrentarla. Mi estado de ánimo iba en función del día que ella tenía: si tenía un día bueno, yo estaba tranquila; si ella estaba mal, la tristeza se apoderaba de mí y apenas podía hacer mi vida. Había días en que lo único que hacía era quedarme en la cama.

– ¿Cómo supo que necesitaba un consultor filosófico?

Félix: Como ejercicio de autoterapia, después de leerme unos cuantos clásicos del pensamiento occidental, pensé que sería bueno empezar a estudiar filosofía en serio. Me ayudaba. Encontraba más preguntas que respuestas, y preguntas válidas que me ayudaron a desmontar un mundo hecho en torno a asunciones externas y nunca cuestionadas.

Marta: Me veía en una situación sin salida y necesitaba probar algo nuevo y distinto. Los especialistas citados me ayudaron en cierta manera, pero no acababa de encontrar lo que buscaba.

Félix: He luchado por salir de situaciones difíciles. Me he tragado la receta del 'pelea por tus sueños' cuando ni sueños tenía, porque lo que quería era vivir tranquilo. Tras años de precariedad, armarios, emigración, rupturas sentimentales, etc... me encontré en la treintena sin saber exactamente qué hacer con mi vida, triste y completamente agotado. Tenía trabajo, una casa, un matrimonio... pero llegó la hora de pagar el dichoso peaje.

– ¿Qué es lo que le proporcionó el consultor?

Félix: Se empieza eliminando esas barreras que, a priori, aparecen en una consulta filosófica. El trato ya es mucho más próximo, las sesiones están centradas en escuchar nuestro relato íntegramente... La comodidad y la apertura es enorme... Una salida del armario en toda regla. Y luego, las preguntas. Esas preguntas correctas para la vida. Preguntarnos por qué hacemos las cosas y si las razones por las que hacemos las cosas y sufrimos están suficientemente justificadas. El mundo entero se descompone para bien: los mil y un 'contratos' que firmamos con la sociedad y la cultura que nos rodea; contratos en fraude de vida, de los que sacamos bien poco. Los miedos que antes dirigían mis acciones empezaron a desvanecerse, a perder sentido. Estaba claro que, para salir de donde una vez tuve que salir, debí hacer sacrificios. La filosofía no saca del mundo, tienes que vivir en él. No obstante, gestionar las energías del día a día no tanto a los miedos sino ya a aquello que te hace feliz ayuda muchísimo a superar la angustia y la depresión.

– ¿Cuántas consultas necesitó?

Félix: Estuve un año con consultas bisemanales. Pasamos a vernos una vez al mes. Y ahora cada dos meses. No tengo intención de dejarlo.

Marta: Fueron unos meses. Al principio todas las semanas y, a medida que pasaba el tiempo, las íbamos espaciando. Hemos finalizado pero sé que podré contar con él siempre que lo necesite.

– ¿Cómo le ayudó a solucionar sus conflictos?

Félix: Gracias a mis conversaciones en la consulta he podido redirigir totalmente mi vida. No solo solucionar el conflicto... He ido más allá y ahora estoy tomando decisiones absolutamente revolucionarias.

Marta: Él iba haciéndome ver cosas sobre mí que yo no era capaz de ver: situaciones que yo enfrentaba de un modo en el que no estaba a gusto, sentimientos que ni siquiera sabía que tenía acerca de mí, de mi familia y amigos... Me dio las herramientas que me permitieron afrontar mi vida del mejor modo posible y gestionar el mal momento por el que pasaba. Y, sorprendentemente, me ayudó a darme cuenta de que dichas herramientas estaban dentro de mí y a mi alcance. Hicimos un trabajo de autoconocimiento muy importante. Ahora soy una persona con más confianza en mí misma, con una visión de la vida mucho más positiva, con la capacidad de enfrentarme a cosas que me causan dolor, pero sin sufrimiento. En definitiva, me ha hecho ser más feliz.

¿Por qué buscan la ayuda filosófica?

Soledad Hernández, de Consulta Filosófica, identifica los tipos de problemas que empujan a las personas a buscar ayuda en su consulta: «Tenemos padres que vienen con sus niños de entre 5 y 10 años porque no les hacen caso o hacen cosas que no se consideran 'normales', porque tienen un miedo excesivo a la oscuridad, se hacen pis en la cama... Luego están los adolescentes con problemas de identidad y la definición de su persona, chavales perdidos que no saben lo que les gusta ni a qué se van a dedicar tras la Selectividad, desmotivados, sin ganas de nada... En cuanto a los adultos, llegan personas preocupadas por la ruptura de su pareja, con problemas de infidelidades, bien porque están siendo infieles o porque la sufren. También porque no les gusta el trabajo que tienen. Luego hay gente más mayor, mayores de 50 y 60, que piensan que no pueden hacer un cambio radical en sus vidas y que se deben contentar con lo que tienen... Otros nos llegan con tratamientos psicológicos o psiquiátricos y yo les pongo como condición para atenderles que deben seguir con ellos, aunque conmigo obtienen una ayuda diferente para afrontar los problemas...».

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