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Gina Boss por el barrio del Carmen de Murcia con uno de sus diseños. A. S.
Ellas duermen al lado
PROPIOS Y EXTRAÑOS

Ellas duermen al lado

Amando Martínez Valverde, en escena 'Gina Boss', 28 años de espectáculo como transformista de cien personajes. «De crío pensaba que era el único mariquita del mundo», se temió

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Jueves, 16 de agosto 2018

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Claro que cree en la otra vida la 'Gina', como la llaman sus 'hijas' adoptivas y amigas, como la conoce todo quisqui en su pueblo, Hellín, y como la ven pasar a comprar perejil para ponerle a su San Pancracio, por el barrio del Carmen de Murcia, donde tiene su cuartel general. Escora el morro en cambio ante la perspectiva de la reencarnación: «Ya tengo más de cien personajes, mi alma», reflexiona Gina ante las estampas de su Cristo de Medinaceli y la Virgen del Rosario que lo observan en su trajín de vida, que si pelucas de colores para allá, y plataformas de un palmo para acá, en un esfuerzo de hormiga para mantenerse ya 28 años en los escenarios como «la transformista más famosa de Murcia», se lo ha currado el niño que salió de Hellín con tacones y minifalda para darse su primera vuelta liberadora por Murcia. «Me silbaban desde los coches y yo aluciné», se le abrieron a Amando las cancelas de la vida en el jardín de Floridablanca.

El pequeño de seis hermanos era un bendito de criatura hasta que los Reyes le trajeron una hormigonera de plástico y a sus hermanas unas neumáticas 'Barbies' que él miraba con ojos de deseo. «Me pensaba que era el único mariquita del mundo», se le anochecía de soledad, porque a su naturaleza no le cabían dudas: «Siempre lo tuve muy claro», confirma.

  • Quién Amando Martínez Valverde 'Gina Boss'.

  • Qué Transformista.

  • Dónde Barrio del Carmen (Murcia).

  • Gustos Los trajes, las pelucas y los santos.

  • ADN Tierno y perfeccionista.

  • Pensamiento «La humildad me abre muchas puertas».

De unos ojos almendrados y raciales, que la Gina aprendió a transformar con habilidad de ardilla, extrajo más de cien miradas. «Soy la Pantoja, Alaska, Marta Sánchez, Rocío Jurado, Mónica Naranjo y otros que yo me he inventado, como la dama de 'El fantasma de la ópera' o la flamenca», ya ni puede reunirlas a todas en su pensamiento. En las salas de Londres se reinventó «de ambigüa, con traje de chaqueta entallado y liguero, porque mi fuerte son mis piernas y mis ojos».

«Soy muy perfeccionista maquillándome. Si me veo una motica, me lo borro todo»

Ha ganado ya más de 35 concursos de drag queen, presentado mil festivales y conquistado teatros y discotecas. Compartió galas con Las Virtudes, Charo Reina y Juanito Valderrama, pero su papel más apoteósico es el de sorpresa. «Soy la que sale de la tarta para animar la fiesta. Me ha pasado de todo, desde que el anfitrión salga corriendo hasta que me hicieran esconderme bajo una mesa de camilla con el brasero. Salí como una alcachofa chamuscada», tiró para 'alante' Gina con su sonrisa de abrazo.

A su ánimo incumbustible tuvo que apelar para sobrevivir en la floresta del camerino: «Me han llegado a poner cristales en los polvos de la cara o dejarme tirada para que volviera de noche andando», se contiene Gina. «En mi primer contrato, una compañera le fue dando patadas a mi maleta. Yo, que venía del pueblo como Paco Martínez Soria», no olvida el artista, que optó por la solidaridad como respuesta: «He ayudado a muchas. Y además tengo a mis 'hijas', las que yo amadrino».

La metamorfosis arrolladora que alborota los escenarios esconde un proceso íntimo de desdoblamiento, como si de una sola oruga partiera una colonia de mariposas monarca. De la memoria de Amando y de sus manos creadoras nace la Gina, con anhelos de otras identidades. «Primero tengo horas de estudio con videos para asimilar los gestos, los movimientos y el aire. Después creo el vestuario de cada personaje, que a veces tiene varios. Lo bueno es que soy mañosa para las pelucas y para la costura. Me hago yo muchas cosas», van naciendo otras.

En el momento decisivo, surge la metamorfosis a golpe de brocha y sombreados. «Tardo dos horas en maquillarme. Soy muy perfeccionista. Si veo solo una motica, me lo borro todo», se profesionalizó Gina desde el primer día que se subió a unas alzas con purpurina. Su doble rizo se puede ver en sus espectáculos-mutación: una conversión a cara descubierta de Gina a Amando, o viceversa, que deja sin aliento el patio de butacas. En el camino de vuelta siempre está Amando, con su gata Rosita y energías para cien identidades más mientras obre su San Pancracio: «No voy a estar con 80 años con bata de cola. Cuando no me vea, me retiro».

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