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Una peregrina camina en solitario por las duras rectas del Camino de Santiago en la provincia de Palencia.
El Camino, en su encrucijada

El Camino, en su encrucijada

Un año después del crimen de una peregrina en Astorga, la ruta jacobea ha olvidado aquel drama

ANTONIO CORBILLÓN

Lunes, 5 de septiembre 2016, 12:06

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Melanie arranca su etapa del día ante la Catedral de Astorga. Todo es novedad en el ritual jacobeo para esta californiana de 25 años y rasgos asiáticos. Se hace selfis con la seo detrás y sonríe mientras saluda. «Voy sola. Sé que es duro pero voy a disfrutar de la experiencia». Rechaza dejarse hacer fotos. No quiere líos en sus redes sociales. Pero no ha oído hablar de Denise Pikka Thiem, peregrina estadounidense cuya desaparición, hace ahora un año, capitalizó muchos de los mensajes de alerta y ayuda que se podían leer en esos canales que también han invadido el milenario Camino de Santiago.

La última vez que se la vio, el 5 de abril de 2015, enfilaba la misma calle que Melanie. El 11 de septiembre se cumplirá un año de la aparición de su cadáver. Su asesino confeso, Miguel Ángel Muñoz, espera juicio y sentencia en la cárcel de Mansilla de las Mulas (León). Pero Denise llegó finalmente a la plaza del Obradoiro. El peregrino italiano Lino Schifano, la última persona que la vio con vida, repitió este 2016 su peregrinar empujado por su recuerdo. En cada etapa pidió que le sellaran su credencial junto a la de la malograda caminante. El pasado 5 de abril ganaba en Santiago para su amiga el jubileo a título póstumo.

La tragedia desató el debate sobre las incógnitas y el futuro del Camino. Pero no parece haber afectado a su salud. Este 2016 se espera que arriben a Santiago 275.000 peregrinos, el 5% más de los que lo hicieron en 2015. El 54% eran extranjeros. Con semejante tránsito de personas, el asesinato de Denise es una cuota incluso pequeña de criminalidad. El presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Astorga, Juan Carlos Pérez, suele insistir en que «ya quisieran muchas ciudades con menos trasiego tener el índice de peligro que tenemos». Pero es el tramo que une Astorga con Ponferrada el que concentra la mayor cifra de siniestros. Solo en este mes de agosto 40.000 caminantes han puesto rumbo a la tumba del apóstol. Así que estos días y el tramo Astorga-Ponferrada parecen el momento y el lugar para echarse al camino y hacerle un chequeo.

«Todos los problemas que ha habido han sido por el desvío interesado de las señalizaciones». Alfredo, el hospitalero del albergue de los Amigos del Camino de Astorga, se desahoga después de acomodar a varios peregrinos dispuestos a dormir en la calle. Sus 156 plazas se han quedado pequeñas. Él también estaba el año pasado cuando el 'caso Denise' hizo saltar las alarmas. «Se prometieron cambios. No se ha hecho nada. Hay muchos intereses creados en cada municipio», lamenta.

Cuando alguien pinta una raya de más, como las que despistaron a Denise y la llevaron hasta su cruel destino, «legalmente no se puede hacer nada», reconoce el presidente de la Federación de Asociaciones del Camino, Luis Gutiérrez, que reclama unas directrices armonizadas. Trabaja duro para que en el próximo Xacobeo (2021) las cosas hayan cambiado y se cumpla el deseo de todo peregrino: «Un camino bien señalizado y que dé seguridad».

Al hospitalero astorgano le ayuda en estos días el peregrino japonés Katsuhiro Nakamura. A sus 72 años lleva 1.550 kilómetros este año. Hace resumen en su incipiente castellano: «Alicante-Tordesillas; después me fui a Oporto para hacer el Portugués, luego el Sanabrés por la Vía de la Plata... en 2000 ya había hecho el del Norte desde Irún».

- ¿Qué le motiva?

- Huyo del Camino Francés. Me gusta caminar solo y sentir la naturaleza. Y me motiva la gente, que es muy amable.

Esta comarca rompe con la planicie castellana que tanto temen los peregrinos. Muchos la evitan y 'saltan' desde Burgos hasta Astorga. Es este un tramo bien señalizado. Cuando salimos de Astorga, los caminantes, que casi nunca se ven solos, se cruzan con los militares del cercano cuartel de Artillería, que sudan la instrucción mientras cargan con sus pesados fusiles.

Carla, Erika, Alessandro y Lidia llegaron desde Milán, vía Barajas, y arrancaron su aventura en León. Van en parejas pero se citan para dar señales de vida en un bar de El Ganso (a 13,4 kilómetros de Astorga). Esta es una rutina de seguridad muy habitual. Cada vez más webs ofrecen contactos y compañeros de peregrinación. Ninguno de los cuatro jóvenes italianos ha oído hablar de Denise Pikka. Tampoco Martin y Tullia, una pareja de australianos que recorren lo mejor de la «fiesta española». No se han perdido los sanfermines, ni la tomatina de Buñol. En estas fiestas «alguien nos habló del Camino... y aquí estamos».

Se cruzan con uno de esos personajes varados al borde de la ruta jacobea. Toca un banjo, va vestido con aires místicos hindúes y vende artesanía. Un cartel avisa de que Jerónimo («el Apache», le apodan) rechaza las fotos. Igual que la californiana Melanie.

- ¿Cómo va la temporada?

- El Camino está muriendo de éxito. Hay mucha gente que viene a encajar las piezas de su vida, pero van con sus aparatitos y no se comunican. Vienen de la luz de Oriente hacia la muerte (en Finisterre se pone el sol).

- Y la gente, ¿camina segura?

- Bueno, no es la primera vez que tenemos que hacer una patrulla para buscar a alguien perdido.

En Rabanal del Camino, el surcoreano de 38 años Sei Hyuk Ahn espera a las puertas del monasterio benedictino de San Salvador del Monte Irago la celebración vespertina de las vísperas. Sei empezó en Saint Jean Pied-de-Port, límite con Francia, «como una experiencia personal y ahora es algo religioso», explica este hombre tan frugal como su mochila. La eclosión de asiáticos es más habitual en invierno (época de sus vacaciones). Sus ojos rasgados se expanden cuando escucha la historia de la peregrina. Tampoco sabía absolutamente nada. Sei Hyuk anda solo, pero se siente «muy seguro. Además solemos usar algún albergue como 'check point'».

Con media docena de albergues y hasta un camping cuasi 'hippie' con la bandera arcoíris, Rabanal ha reverdecido gracias al Camino. Aunque ha sido superado por su rival en la zona, Foncebadón, al que los caminantes llegan tras superar las rampas de la Cruz de Ferro (1.530 metros de altitud). La mayoría deja allí una piedra con la que 'expiar' sus pecados. Y, si no lo logran, siempre les quedará escuchar las arengas de Tomás Martínez 'el Templario', en la cercana bajada hacia Manjarín. En mitad de la nada, su refugio anárquico y desconchado es una referencia desde hace 23 años. «Aquí solucionamos las cosas como hace 800 años. Yo acepto todo y a todos, menos alcohol y drogas», avisa al caminante este hombre vestido del Temple y que lleva atendidas a 75.000 personas «a cambio solo de la voluntad».

En cada etapa, en cada albergue, nadie rehúye el debate sobre el futuro. «Tal vez el Camino se tenga que morir de éxito. Pero al menos se debería diferenciar entre peregrinos y turistas», reclama Alfredo Álvarez, desde el albergue Santa Marina en Molinaseca, a las puertas de Ponferrada, y que es uno de los más respetados. De hecho, asesora a los caminos de peregrinación japoneses, que tienen incluso un monumento en este pueblo leonés.

Melanie, la peregrina que abrió este reportaje, salió de Astorga enfilando la calle Leopoldo Panero, el poeta que quiso descansar «a dos metros de la nieve». En su casa natal, convertida en fundación, se expone la muestra del pintor local Sendo '40 años de movimiento y agresión'. Parece una metáfora del Camino. Hace cuatro décadas, cuando se empezó a recuperar, apenas unas docenas de peregrinos seguían su llamada. Ahora son cientos de miles por las más variadas razones. «Todo se ha desparramado y desmadrado», concluye el hospitalero de Molinaseca.

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