Borrar

Calentamiento global

En 1988 la porno salsa llega a España, Perico Delgado nos despierta de la siesta al ganar el Tour de Francia y en Cartagena se descubre el Teatro Romano

ROSA PALO

Lunes, 22 de agosto 2016, 12:00

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

No sé bailar salsa. Ni bachata, ni cumbia, ni merengue ni ninguna otra cosa donde tenga que menear el bullarengue. Será porque tengo dos pies izquierdos, o porque cuando intento contonearme en plan sexy parezco Carmen de Mairena en pleno ataque epiléptico. Por eso maldigo el día de 1988 en el que Lalo Rodríguez trajo a España los ritmos latinos y se me complicó la vida para siempre. Esa sí que es la venganza de Moctezuma, y no lo de que se te suelte la tripa.

Con el portorriqueño llegó 'Ven, devórame otra vez', y la porno salsa se hizo hueco aquel verano entre el 'Camino Soria' de Gabinete Caligari y el 'Gimme Hope Joanna' de Eddie Grant, que ni Soria ni Jamaica ni pa ti ni pa mí, que viva Puerto Rico, mi 'amol', y venga a devorarse, y venga a castigarse con sus deseos más, y venga vigor que guardé para ti, y venga a mojar las sábanas recordándote, y así todo. Finísimo. Pero nosotros no nos asustamos de nada, que en el tema del autoconocimiento carnal ya llevábamos lo nuestro: sin llegar a ser tan explícito como el salsero, Aute ya había cantado 'Dentro' («Dentro / me quemo por ti / me vierto sin ti / y nace un muerto») y Rocío Jurado ya había gemido en 'Amores a solas': «Mis manos que juegan / me siento flotando. ¡Ay!». No hay más preguntas, señoría.

Mientras que el país se devoraba por Lalo Rodríguez y Felipe González, igual que ahora, devoraba a sus hijos (en julio de 1988 hizo cambios ministeriales para dar y regalar, sin que ello impidiera que en diciembre de ese año hubiera una huelga general de las que hacen época), yo dormía la siesta como una bendita con el Tour de Francia de fondo. A mí es que es ver el Alpe d'Huez y darme una pájara, como a Perico Delgado. Ni siquiera recuerdo el día en que el segoviano ganó el Tour (será porque, como dice Ander Izaguirre, «de Perico recordamos más el Tour que perdió por llegar tarde que el Tour que ganó», o será porque me pilló un poquico 'eclipsá'), pero mi santo se acuerda perfectamente. Y tanto le emocionó que, viniendo del concierto de Springsteen en el Calderón, se desvió hacia Segovia para ver cómo una ciudad entera se rendía a los pies de su hijo favorito. Hasta Cándido, ese señor que desconoce que se pude cortar el cochinillo con un cuchillo, creó para la ocasión las Criadillas de Perico en Salsa Maillot Amarillo. Otro al que le dio por la porno salsa.

Pero es que el calentamiento global lo invadía todo: no es casualidad que en ese momento se acuñara el término «cambio climático», ni que en Nochevieja Sabrina hubiera empezado el año calentando al personal, dejando bizca a toda una generación, y desatando una auténtica guerra de tetonas (del Este nos llegaron Danuta y Tatjana dispuestas a destronarla) ante la mirada atónita de adolescentes que mojaban sus sábanas blancas (y azules, y verdes, y amarillas con lunares). En el Barça, Núñez también mojaba las suyas, que se meó encima del susto que le produjo el 'Motín del Hesperia', aquel levantamiento que la plantilla del Barça realizó a través de un manifiesto en el que se enfrentaban directamente al presidente. Núñez cambió la ropa de cama, invirtió 2.000 millones de pesetas para limpiar el vestuario, se cargó de un plumazo a trece jugadores, fichó a Cruyff y puso las bases del Dream Team. Y se acabó todo. O empezó.

Los cartageneros también pasamos nuestra propia crisis deportiva (el Efesé bajó aquel año a Segunda B), aunque las penas con pan eran menos, que en febrero habíamos inaugurado el estadio Cartagonova. Y aún nos quedaba una sorpresa por descubrir: en octubre aparecería el Teatro Romano, al hacer unas excavaciones para construir el Centro Regional de Artesanía. Muertos nos quedamos cuando supimos que habíamos estado años tomando copas (y echando la pota, y pelando la pava, y más cosas que no voy a contar porque una tiene derecho a su intimidad, hombre ya) sobre unas ruinas romanas del s. I a.C. En Cartagena somos así de chulos.

En ruinas se habían quedado Irán e Irak: tras ocho años de guerra, el conflicto finalizó en 1988 sin un claro ganador. Con ese ojo clínico que han tenido siempre los norteamericanos, los EE UU apoyaron a Sadam Hussein, válgame la soledad. Lo dijo Goeffrey Kemp, el asesor de Reagan: «Sabíamos que era un tirano, pero era nuestro tirano». Las noticias sobre el fin de la guerra comparten espacio con las primeras fotos de una niña de catorce años llamada Kate Moss, '¡HOLA!' saca su versión en inglés (sí, se llamaba 'HELLO!', cómo se iba a llamar), y en la versión española de la revista aparecen la primera entrevista de Isabel Preysler como señora de Boyer y las memorias de Philippe Junot contando intimidades sobre su matrimonio con Carolina de Mónaco y confirmando lo que habíamos sospechado en su momento Su Alteza Serenísima Gracia de Mónaco (a la que aquel casorio había puesto nerviosa tirando a 'atacá'), Jaime Peñafiel y servidora: que Junot era de la raza cobriza y un 'play boy' de medio pelo. La reina Isabel II realiza la primera y última visita de un monarca británico a España, la Infanta Cristina es la abanderada del equipo español en los Juegos Olímpicos de Seúl y su abuelo Don Juan atraca su yate 'Giralda' en el puerto de Cartagena y, al día siguiente, se va a Murcia a visitar el Museo Salzillo, la Catedral y el casino, donde se pimpla una ginebra con jamón de jabugo y lomo de caña, que los progenitores de reyes siempre han sido muy ginebrinos (y si no que se lo digan a William Tallon, mayordomo de la Reina Madre, a la que estuvo preparando los gintonics durante cincuenta años).

Yo veo pasar el verano de 1988 encerrada en mi casa de la playa: tras llegar a la universidad con una sensación de libertad más grande que Carmen Martínez Bordiú cuando se fue a París a vivir con Rossi, he descubierto 'Murcia la nuit' (y 'Murcia le matin', y 'Murcia l'après midi') y no abro un libro. Así me va el curso y así me van las vacaciones, que ni Lalo Rodríguez ni 'ná': mis padres sí que estuvieron a punto de devorarme y de comerme enteretica cuando les enseñé las papeletas de las notas. Pero qué quieren: en aquel momento, y con dieciocho años recién cumplidos, no todo estaba en los libros. Por mucho que lo cantara Vainica Doble.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios