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El «aliciente» de los desfiles festivos

The Villages y Gomorra

En la mayor ciudad de pensionistas del mundo, a una hora de Orlando, hay más carritos de golf que taxis en Nueva York. También tiene una de las tasas de enfermedades de transmisión sexual que más crece del país

ICÍAR OCHOA DE OLANO

Lunes, 1 de agosto 2016, 12:36

Entre el Golfo de México y el Océano Atlántico, en la soleada Florida central, existe un lugar en el que se vive cada día del año como si fueran vacaciones. Esa es la cantinela que repiten los relaciones públicas de The Villages, la mayor comunidad de jubilados del mundo. Y vaya si el eslógan ha calado entre los pensionitas pudientes norteamericanos. En todo Estados Unidos no existe ningún otro área urbana que crezca a un ritmo tan trepidante. Para encontrar un fenómeno similar hay que recurrir a los censos de Nigeria, Lagos o Bangladesh. La ciudad levantada de la nada en las décadas de los ochenta y noventa para brindar a los mayores una entretenida edad de oro ha visto multiplicada por cuatro su población en lo que llevamos de siglo XXI. Con sus 157.000 habitantes actuales rebasa ya el padrón de Logroño.

Pese al frenesí constructivo que registra para dar cabida a tanta demanda dispuesta a pagar entre 170.000 dólares y un millón de dólares por una casa en propiedad, la vida transcurre en sus calles a apenas veinte kilómetros por hora, la velocidad que imprimen los carritos de golf que serpentean sin descanso bajo la sombra de las palmeras. Son el medio de transporte número uno en la comunidad. Su parqué supera nada menos que al de taxis en Nueva York. Los residentes los utilizan lo mismo para ir a ensayar su 'swing' en alguno de los 32 campos de golf del complejo o cenar en alguno de sus 60 bares y restaurantes, que para ir a la piscina, el bingo, la iglesia, el teatro, la clase de tiro con arco, una partida de bolos, el taller de cerámica o a navegar por el lago a bordo de un kayak. Prácticamente, cualquier cosa que le apetezca hacer uno, The Villages se la ofrece. Siempre y cuando, eso sí, se tengan de 55 años, la edad mínima de ingreso, para arriba.

Concebida como un decorado gigante al estilo del plató de televisión que Truman Burbank habitaba engañado en la película de Peter Weir, la ciudad-pastiche se expande sin miedo -su superficie es similar a la de Manhattan y ocupa ya terreno de tres condados de Florida- sin que su índice de criminalidad se resienta. En su historial solo figura un delito de sangre -en 2006 un residente fue asesinado en un atraco a su casa-, todo un récord en uno de los países ricos del mundo con mayor tasa de muertes por arma de fuego. No es lo único en lo que sobresale. The Villages, donde los niños tienen prohibido el acceso, cuenta también con una de las tasas de enfermedades de transmisión sexual entre los mayores de 65 años que más aumenta de todos los Estados Unidos de América. «Aquí he tratado más casos de herpes y del virus del papiloma humano que en todos los años en que trabajé en Miami», certificaba una ginecóloga local a unos reporteros del 'New York Post' durante la elaboración de un reportaje sobre las entretelas del «retiro salvaje» de Florida.

Sexo en el feudo republicano

A los altos niveles de bilirrubina en sangre de los que, al parecer, goza la población, se une un desequilibrio de género que causa verdaderos estragos. Por cada hombre residente hay diez mujeres, lo que ha abonado el camino a un lucrativo mercado negro de viagra. Por quince dólares, cualquier donjuán arrebatado puede hacerse con una vigorizante pildorita azul. «Aquí todas las mujeres trabajan duro para estar bien. Te das la vuelta, y siempre hay alguna tratando de robarte al marido. No puedes bajar la guardia», asegura Belinda Beard, de 62 años. «'Any night is Saturday night at The Villages'», remata. Huelgan las traducciones.

Los agentes de la Policía Local están acostumbrados a intervenir en peleas de septuagenarios que se disputan los favores de una coqueta coetánea e, incluso, a tener que interrumpir refriegas sexuales en el interior de algún carrito de golf. En el bar Salsa Roja sirven 'Sex in the square', en lugar del archiconocido 'Sex on the beach'. Todo en honor de Peggy, una ardorosa vecina de 68 años, que hace un par de años fue arrestada por practicar sexo ebria con un trabajador del complejo, de 49 años, en plena plaza pública.

Conocido como el Disney World para adultos -está situado a apenas una hora en coche de Orlando, sede del de verdad-, The Villages ha visto pasear por su calles al ex presidente George Bush o a su fallido sucesor, Mitt Rommey. Es el imperio caliente y republicano que han heredado los tres hijos de Harold Gary Morse, un billonario de Chicago que hasta su muerte, hace año y medio, tenía su residencia en una de sus villas, y que, en vida, hinchó de dólares las arcas del partido ultraconservador norteamericano. Es de esperar que, el próximo noviembre, el grueso de los jubilados retozones de Florida votará a Trump y que lo haga desde la cama.

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