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Churros en el paraíso

Churros en el paraíso

Ramón Cortés Rodríguez, apacible churrero, inventor de las 'Salchipapas' y niño oculto de su propio 'Verano azul'. «Buceaba a pulmón por pura curiosidad», añora

ALEXIA SALAS

Jueves, 24 de julio 2014, 13:33

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Entre las incansables aspas de la máquina de granizado de limón y las bandejas de buñuelos del mostrador, los ojos encuentran el mandil negro y la sonrisa bonachona de Ramón Cortés Rodríguez. En la puerta de la plaza de Abastos de Mazarrón tiene su caravana churrera para perdición del michelín veraniego de todo el que pasa por allí. El sol no empieza a asomar hasta que no aspira el humillo de masa frita que sale del carromato de Ramón junto con el pecaminoso olor del chocolate caliente. La parroquia, casi toda conocida, tarda una ducha rápida -o una aguadilla por provincias, como dijo un apresurado hombre de campo- en sentarse a su terraza a mojar el churro.

  • Quién.

  • Ramón Cortés Rodríguez.

  • Qué.

  • Churrero.

  • Dónde.

  • Mazarrón.

  • Pasiones.

  • El campo y el mar.

  • Pensamiento.

  • «La naturaleza te hace ver las cosas de otra manera».

En la plácida canícula mazarronera, cuando el tiempo discurre a la carta, enseguida toca el turno del 'botellín' y la tertulia. «Yo le hablo de política, pero él como si nada», se queja un cliente del 'Justa y Lele', el negocio de Ramón. «Yo es que de esas cosas...», regatea por la banda, buscando más bien la charla gastronómica. «Los vecinos cuentan qué van a hacer de comer y yo les digo algún secretillo», cuenta el asesor culinario, alimentado de buñuelos de Pascua y recuerdos de su propio 'Verano azul'.

Es lo que tiene haber caído de niño en el poblado pescador de Puntas de Calnegre, «en una infancia fabulosa, en una casa frente al mar, jugando siempre al fútbol en la arena y buceando», rebusca en la memoria. Era «pura curiosidad» lo que despertaba el mar en Ramón porque «nunca pescaba, solo buceaba, a veces bajando 17 metros a pulmón, solo por ver». Cuando los cumpleaños ya le pusieron difícil seguir viviendo como un Orzowei playero en ese recodo lorquino de olas color turquesa, Ramón se echó a lomos de la bicicleta. Igual que bajaba en apnea a los abismos, se echaba a las pantorrillas una tunda de kilómetros por Puerto Lumbreras y Sierra María. «Vas tú solo por la montaña, que te hace ver las cosas de otra manera, percibir el olor a campo, subir y bajar por la sierra», recuerda del Ramón que desayunaba viento y peñascos en lugar de aceite hirviendo. Prefería pedalear solo, porque así es como si uno diera cuerda a los pensamientos, y además, «yo siempre iba por delante de los demás, y alguno hasta quería llevarme en coche de vuelta», cuenta. Ya dejó los deportes solitarios por el bricolaje casero y las masas de harina. Mucho tuvo que ver una María de ojos claros que tenía muy cerca. «Nos conocíamos de siempre, porque somos primos, y la familia al principio se oponía, pero luego vieron que no se podía hacer nada», explica Ramón, padre ya de dos hijos.

Amasar y despachar

Con su buena pasta, no ha sido difícil caminar por el cable que es vivir y trabajar las 24 horas con la parienta. «Yo hago la masa y ella despacha», zanja la cuestión. Con el bostezo del día, la asistencia a la caravana demanda otros vicios terrenales, alentados por el aroma a perritos calientes, crepes y gofres en la caravana de Ramón, aunque se impone pedir unas 'Salchipapas', una pareja de hecho, al pasar por allí de camino a cualquier lado. «No se lo va a creer, pero de noche también se come chocolate con churros», cuenta atónito Ramón, presto a hacer nueva masa para estirar la tarde de verano. Como dijo el escritor de ciencia ficción William Gibson, «el mundo es menos imaginable que nunca».

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