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Estaba despatarrada en la silla de plástico blanco del chiringuito de verano, con la cabeza hundida en los hombros, mientras se daba un buen atracón de trap en 'modo comunitario'. Esto es, sin auriculares en sus orejas para evitar tamaña tortura auditiva al resto de mortales allí presentes. Como ya nos conocemos todo aquello que se alienta con la prohibición, la familia incidió en el 'modo sarcástico-me tengo que morder la lengua'. Esto es, en la profunda calidad literaria y artística de la ¿música? que se tragaba sin medida la cría de 13 añitos recién cumplidos y uñas recién pintadas. Toda digna ella, miró al personal con mirada displicente (en 'modo C. Tangana', sería), tiró de expediente académico -brillante, por otra parte- y aseguró que era «más que capaz» de escribir un texto sin que a mí me diera un patatús. Al menos no se plantearon retos como cagar en la piscina o dar por saco a los vecinos de número. Un pequeño paso para la humanidad.

A falta de papel y boli en el bar, le ofrecí una página en blanco-marrón en el teléfono inteligente. «Oye tú», tecleó. Sin coma, pero con tilde. El comienzo no es que fuera muy alentador, sobre todo teniendo en cuenta las dosis de reguetón que acababa de meterse entre pecho y espalda: «Quiere salir, fumar, beber / subir un video pa' que lo vea él / pa' que se dé cuenta de lo que perdió / pa' que el hijueputa se sienta peor», glosaba el altavoz minutos antes. Entonces, la niña encontró la inspiración en Rosa. En su madre. «Siempre estás resplandeciente al sol y al frío de la noche. Tú eres el color q más reluce y también la persona más reluciente. Tan bonita por dentro y sobre todo por fuera. Eres el sol q alumbra mis mañanas y la estrella q miro por las noches. No te hace falta tanto brilli brilli para brillar xq tú eres la estrella q ilumina mi camino. En el miedo de la noche tú también estás ahí para alumbrarme», escribió. Y sonrió. Yo la miré, ella me miró -parafraseando a Camela-, y me dio por imaginar un reto viral en el que la chavalería leía periódicos y libros y pugnaban por escribir en Whatsapp con el estilazo de Antonio Arco. Me valdría con que la prosa romántica preadolescente inspirada en el amor maternofilial no acabe devorada por el insaciable reguetón.

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