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Una vez celebramos el cumpleaños de Miguel sin Miguel. Es cierto que no fue elegante por nuestra parte, pero somos unos entusiastas. Lo pasamos tan bien que todavía se lo recordamos. Me ha venido a la memoria al pensar en la cantidad de gente que anda borrándose de sus propias vacaciones, igual que nuestro amigo 'Mike' decidió ausentarse entonces de su fiesta de cumpleaños. Me refiero a esas personas que renuncian a vivirlo para poder contarlo, y cuya principal motivación para ir a un lugar parece ser la imagen resultante. Vas a cualquier sitio y ahí los tienes, posando, ensayando la misma foto veinte veces hasta que queda perfecta, saltando eufóricos como si festejaran algo durante los tres segundos escasos que dura el vídeo que subirán de inmediato. Luego, capturado el momento, el silencio: la fiesta de los ausentes, hipnotizados por el fogonazo mientras revisan sus pantallas.

La obsesión por lucir verano causa ceguera. Una mujer perdió la vida esta semana buscando el autobús de la película 'Hacia rutas salvajes' en un bosque de Alaska. Quería una foto como la del cartel del filme. En 2010 otra murió persiguiendo lo mismo. Es solo un ejemplo. Este verano lo arrancamos con las instantáneas de algunos incautos bañándose en la hermosa disolución de wolframio del lago del Monte Neme, en Galicia, tan turquesa como tóxico. Todo por la imagen.

Toni Morrison narra, en su excelente novela 'Jazz', cómo los hombres y mujeres que se trasladaban a Nueva York a principios del siglo XX caían de inmediato presos de una extraña fascinación: la que les provocaba su idea de sí mismos en la gran ciudad. El embrujo llegaba a tal punto que se convertían en otros: ya no amaban a las personas, «sino la forma de ser de las personas en la ciudad». Más tarde, la autopercepción adquiría tanto protagonismo que ni reparaban en los demás. No es tan distinto de lo que vemos hoy en la mayor de las ciudades: internet. A veces asisto a la farsa de un desconocido que finge frente a la cámara de su 'smartphone', que abandona a su acompañante para revisar el móvil, o graba su canción preferida mientras se pierde el concierto. Entonces recuerdo esas páginas de 'Jazz' y me sorprendo deseándole el bien secretamente. Ojalá te quedes sin batería. Y encuentres lo que tienes delante.

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