Cuando era niño, trabajaba en LA VERDAD y me fijaba mucho en las fotografías. En una de las primeras que recuerdo, decenas de vecinos formaban ... las siglas 'SOS' sobre una playa del Mar Menor. Yo aún no sabía qué significaba aquello, y seguí creciendo.
Publicidad
Ni siquiera había aprendido a andar cuando llegó la Covid. El virus atacó primero a los más jóvenes y, luego, muchos meses más tarde, desenterró a miles de mayores.
En los hipermercados, había aglomeraciones en los pasillos porque todos querían depositar los primeros sus paquetes de papel higiénico y levadura en las estanterías. En las cajas cambiaban productos por dinero. Eso fue justo antes de que nos encerraran a todos en casa.
Recuerdo que entonces no me gustaba ir al Mar Menor. Había visto cómo cientos de peces muertos revivían y se metían repentinamente al agua. No me fiaba. Es cierto que, desde ese momento, la zona empezó a mejorar.
En plena adolescencia decidí dejar el periódico y probar suerte en un medio más pequeño. Fueron años de muchos cambios. Un día conduje marcha atrás hasta un concesionario y devolví mi coche impoluto para volver a casa en una chatarra de utilitario. Con el paso del tiempo fui haciendo cada vez más tonterías como esa. Pronto abandoné aquel segundo coche para decantarme por el autobús, y así llegué a la universidad, donde empecé 4º de carrera por el final.
Publicidad
Ahora, ya de adulto, he comenzado a pasar todos los veranos en casa de mi abuelo en Los Urrutias y, siempre que llego, los perros hacen un torbellino a mi alrededor en sentido contrario a las agujas del reloj. En la playa, me acuerdo mucho de la foto de aquellos vecinos formando siglas, y de los peces muertos.
Esta mañana, al entrar de espaldas en las aguas cristalinas del Mar Menor, pensaba en la suerte que tenemos de saber que seguirán siempre así. Frente a mí, a unos ocho kilómetros en línea recta a través de la laguna, unos albañiles desmontaban ya el primer edificio de La Manga.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión