Mi hija ha estado 15 días de campamento, justo como yo a su edad. Preparando las cosas que tenía que llevarse, me acordé de un ... objeto de mi lista que ya entonces sonaba como de otro planeta: jabón Lagarto. Yo no sabía lo que era porque en la tele lo llamaban «jabón de Marsella», que suena más fino, y, siendo niña de ciudad, la palabra «lagarto» me hacía pensar en aquellos extraterrestres de 'V' que comían ratones. El jabón era para que laváramos la ropa a mano, porque era impensable que una chica de 14 años tuviera 15 mudas de ropa interior. Supongo que ahora lo increíble es que una chica de esa edad se lleve una pastilla de jabón para lavar a mano y sepa qué hacer con ella.
Recuerdo un día de aquel mes de julio, a finales de los 80, siendo una adolescente llena de complejos (como todas), mirando aquel bloque de jabón Lagarto y las bragas sucias y sintiéndome como una dama medieval o como Jane Eyre en su orfanato. Durante aquellos días de campamento en un pueblo de Cataluña nos llevaron de excursión a Barcelona y allí vi el metro por primera vez y me metí en una cabina para llamar a cobro revertido a mi casa. El metro sigue existiendo, las cabinas cada vez son más difíciles de encontrar y supongo que ya no hay operadoras que te gestionen una llamada a cobro revertido.
La lista de mi hija no llevaba jabón Lagarto, pero ha tenido que hacerse una prueba de antígenos, llevar protección solar 50, dos mascarillas para cada día y le han quitado el móvil. A lo mejor también se siente una dama medieval.
Si algún día tengo una nieta quizá necesite escudo térmico, máscara antigás o un traje burbuja autolimpiable. O tal vez volvamos al jabón Lagarto.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión