La esperanza, quizás...
FLAMEN-COLÍAS ·
Echo de menos a gente que no solía faltar a este certamen y llenaba de alegría las calles de La UniónQuiero pensar que es la crisis, el maldito virus, todavía muy latente. Quiero pensar que es eso y que el año que viene, ya con ... todo mucho más normalizado, regresemos al futuro, que es en realidad regresar al pasado reciente. Pero el caso es que echo de menos a gente que no solía faltar a este certamen, que incluso llenaba de alegría las calles de La Unión por estas fechas.
Ha habido «bajas», incluso personas de la propia «ciudad alucinante». Por distintos motivos, imagino. Gente ya querida, con la que reías, con la que celebrabas. Por ejemplo, ¿dónde está este año la feliz muchachada del Peyú, que daba esos disparatados premios alternativos, cada vez con más éxito, y con el gran Gamboa a la cabeza? ¿Dónde está la divertidísima Ajo? ¿Dónde está Onésimo, el gran documentalista del flamenco, que todavía no lo he visto? ¿Dónde está mi pintora favorita de La Unión, Antonia?
¿Dónde está uno de los grandes fotógrafos españoles del flamenco, Paco Manzano, «una gloria nacional», como lo llamé en un artículo, y que últimamente venía todos los años? Igual están por ahí y yo no los he visto con los cambios de escenario, que todo queda más diseminado. Igual aparecen estos últimos días con la llegada del concurso y la gran final del sábado. Quizás, quizás, quizás.
Pero hay cosas que no se van, que siempre están ahí. Por primera vez voy este año al restaurante y bar 'Nuevo museo', con miedo de que la pandemia se lo haya llevado por delante. Pero no, ahí sigue, con la misma gente agradable y cariñosa, aunque la señora de la casa se queja con tristeza: «Nos han cortado a todos el vuelo, esa Alegría...». El establecimiento está justo enfrente del centro cultural Asensio Sáez, en la calle Real, en la parte baja de la ciudad. Allí se concentraba todo lo del festival cuando yo era director. Y a ese bar me escapaba a respirar de vez en cuando, a tomar café y fumar, cuando se fumaba en todas partes, lo que ahora comprendo que era un disparate.
No digo lo que me cobraron por una comida abundante y suculenta porque me da vergüenza decirlo, incluida una mascarilla (de las caras) que me regaló la señora porque la mía se me había roto allí mismo. Hay gente buena, hay gente que se conforma con ganar lo justo. Hay esperanza.
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