Lo reconozco: yo alguna vez he pensado así, pero no hay nada mejor que formarse para eliminar sesgos. Conocer los problemas desde todos sus ángulos ... nos permite una visión completa de su casuística; nos concede el privilegio de discernir qué es igualdad de oportunidades, qué es equidad y en qué posición de la balanza estamos. Nos da la oportunidad de hacer lo correcto. De ser buenas personas. De no pisotear al que está en el suelo, aunque lo hagamos de forma inconsciente.
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Uno de los ejemplos más claros para ilustrar lo anterior es el derecho a las becas de estudio. Durante mucho tiempo, se han asociado dos conceptos que, aunque parezca lógico unirlos, son injustos: aprobar para recibir y/o mantener una beca. Pero las becas no deben existir para premiar las buenas notas, sino para que las personas con menos recursos puedan formarse.
«Pero si vamos a pagar con el dinero de todos sus estudios, qué mínimo que se esfuercen», pensará alguien. Como si fuese tan fácil estudiar un grado universitario cuando también tienes que trabajar. O cuando tienes que cuidar de familiares. O cuando compartes habitación con dos hermanos más. O cuando tus padres no pueden permitirse clases particulares. O cuando tienes una mala época.
Igualdad de oportunidades sería dar una beca a dos personas, independientemente de sus condicionantes sociales. Y que se renueve si aprueban. Pero si ambas suspenden y la primera puede continuar, porque sus padres se lo pagan, mientras que la segunda debe abandonar, vemos que la igualdad de oportunidades es injusta. Necesitamos equidad, es decir, dotar a la segunda persona de apoyos para poder continuar estudiando y que sus determinantes socioeconómicos no lastren su desarrollo. Equidad no es igualdad. Equidad es equiparar. Es eliminar las desventajas. Es, en definitiva, hacer una sociedad más justa, miremos desde donde miremos.
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