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ARocío Monasterio, carita visible de Vox en Madrid y facilitadora de gobiernos liberales y reformistas, le dio por decir hace unos días que, en fiestas como la del Orgullo, «se denigra la dignidad de las personas» al exhibirse los participantes «de forma poco decorosa». Que «cuando unos padres salen con dos niños del portal de su casa no tienen por qué encontrarse con ese espectáculo». También pidió «un mínimo de civismo, un mínimo de respeto a los demás y un mínimo de respeto a la persona». De las sandeces que decía no dijo nada. En cambio, añadió que «incluso los miembros del colectivo LGTBI se sienten incómodos con la caricatura que se hace de ellos». Mujer, se sentirán más incómodos viendo cómo se justifica el rechazo y el odio desde la política. Justificando comportamientos violentos como el de aquel energúmeno que amenazó a un muchacho en una hamburguesería con «hacerlo heterosexual a hostias». Y solo porque no le gustaba su extravagante forma de vestir.

Donald Trump quiere levantar un muro en la frontera con México para impedir la «invasión» de inmigrantes, según sus propias palabras, pero luego dice lamentar que uno de sus votantes- porque esta gente también vota-, mate a tiros a 20 personas (entre ellas cuatro niños) en Texas para frenar esa «invasión» que pregonaba su líder. Convencido estoy de que los dirigentes de Vox también lamentan cualquier agresión homófoba y racista. Porque Vox, ya se sabe, es el partido de la libertad. Y también el de levantar un muro en Ceuta y Melilla -al estilo Trump- para que no se cuelen más inmigrantes de tercera.

Entre lamento y lamento, los que sí que se siguen colando son unos discursos peligrosos que precisamente han motivado persecuciones, agresiones y matanzas durante años. No me imagino un país en el que Vox nos diga cómo debe vestir un gay con pluma o un heterosexual amigo de acudir a una fiesta de media etiqueta con unas zapatillas de andar por casa. Que haberlos, haylos. Si hay que marcar los límites del decoro, algunos deberían empezar a mirarse la parte más obsoleta de sus cabezas, que pueden ser mucho más dañinas que unos culos al aire.

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