Llego a La Unión en el coche de la mejor taxista de España, Inma, que vive y es de La Unión. Como a parte de ... ofrecer sus excelentes servicios profesionales en este ramo es ya amiga, tras tantos años requiriendo su auxilio para moverme por la zona, nos tomamos el viaje como si fuese de largo recorrido, o como esos viajes de los años sesenta, con viejos autos y por malas carreteras, en los que viajar al mar con tus padres en verano era toda una aventura impaciente, lenta y nerviosa.
Inma heredó el taxi de su tío Ricardo, que fue taxista y concejal aquí, en La Unión, en la ciudad 'alucinante', que dejó escrito el gran y añorado Asensio Sáez. Era concejal cuando yo fui director de este certamen, es decir, fue mi concejal de Hacienda. Fue y es gran persona, pero buenos sustos que me daba a mí cuando había que pagar a los artistas y decía, media hora antes del espectáculo, que no había un duro en las arcas municipales. Eran malos tiempos para la lírica; claro, que... ¿cuándo fueron buenos tiempos para la lírica? Al final siempre aparecía dinero para pagar, no sé cómo, pero aparecía. Claro que, para entonces, yo ya me había tenido que tomar un lexatín.
Inma, en su paseo turístico, me lleva delante de la terraza donde ahora su tío, felizmente retirado de todo, toma el aperitivo con los amigos. Lo saludo sin bajarme del taxi, y seguimos. Está fenomenal. Antes, a medio camino entre Murcia y La Unión, hemos parado a tomar café y a echar humo, como antes lo echaban los viejos turismos cuando se calentaban, y se calentaban mucho.
Aunque parezca mentira, tantos años viniendo a mi segundo pueblo, nunca había visto interiormente las instalaciones de La Maquinista de Levante, sede este año, al aire libre, de los espectáculos del Cante de las Minas. Así que Inma me lleva hasta allí, me hago con la situación. La Maquinista de Levante fue la vieja empresa que en el pasado suministraba materiales para la minería. Ha sido perfectamente acondicionada para celebrar este año el Festival.
Después, al Sierra Mar a dejar el equipaje en recepción. Y desde allí, sin ocupar siquiera la habitación, le digo a Inma que marchando al Vinagrero. Allí, como siempre, saludo a Mamen, que inventa delicias en la cocina, y a Fernando, como siempre dirigiendo sudoroso todo, entre la angustia y la felicidad. Me siento con una caña, y al poco llega Pepe Guerrero, el barbero que peló y acicaló a Poveda el año que ganó el Festival y, como si nos hubiésemos visto ayer, me saluda, se sienta y comenzamos a hablar de flamenco sin parar. Ya estoy en La Unión.
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