«Los bebés vienen con un pan...»

Si alguien busca esa publicación, no existe. O eso espero. Me lo acabo de inventar para ilustrar algo que, aunque parezca mentira, ocurre. Y la culpa la tienen los peques, por guapos. Seguro que esa es la única razón por la que los y las influencers cuelgan en sus redes sociales una fotografía de su recién nacida, a las dos horas de nacer, completamente bañada, vestida con ropita cuca, boca abajo, sobre unas sábanas de seda a juego con la chichonera mientras, cerca de su carita, un muñeco hecho a mano reposa tranquilamente. Y, cómo no, en el texto de la foto los influencers no solo presentan a su retoño, sino que aprovechan para –hacer caja– etiquetar a todas las marcas que han colaborado en tan bucólica imagen.

¿Cuál es el problema?, se preguntarán mientras leen esto. ¿No tienen derecho los padres a ganar dinero explotando la imagen de sus hijos? Pues no pienso posicionarme, porque hoy no estoy hablando de niños youtubers que juegan a cosas. Hoy escribo sobre seguridad infantil. Esa foto que describo se podría etiquetar con el lema: «Todo mal». Desde que el bebé nace debe permanecer con la madre (o el padre o la otra madre), haciendo piel con piel, de modo que se mantenga la estabilidad térmica del bebé y se refuerce el vínculo. Así que, bañarlo, vestirlo y que pose a las dos horas de nacer, no es la mejor idea. Si a eso le sumamos que está boca abajo, que tiene chichonera y un objeto junto a él, en este caso un muñeco, aumentamos por tres vías diferentes el riesgo de muerte súbita o asfixia accidental.

Así que, influencers, más vale que cuiden a sus bebés y los mantengan con vida. Piénsenlo: cuanto más vivan, más fotos patrocinadas podrán colgar.