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guillermo carrión / AGM
Eduardo Martínez Oliva: Lamiendo heridas del pasado

Eduardo Martínez Oliva: Lamiendo heridas del pasado

Mi mascota y yo ·

FERNANDO PERALS

Sábado, 10 de agosto 2019, 13:13

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No lo pudo esquivar. El empeño y la tenacidad de sus hijos acabaron venciendo la resistencia por la llegada de un perro a casa. Él no quería. Una dura y triste experiencia varios años atrás retumbaba en su cabeza ante la posibilidad de recibir a otra mascota. Eduardo Martínez-Oliva, concejal de Hacienda de Murcia, es el dueño de 'Pinki', un cruce de caniche y spitz que tiene una década de vida. Hace un tiempo le robaron dos perros que nunca volvió a encontrar. Una vivencia marcada a fuego en la vida del político. No siempre un clavo saca otro clavo, pero la llegada de este nuevo animal hizo regresar la felicidad a la vida de Eduardo. Y a la de su familia, porque sus hijos y su mujer se pusieron de acuerdo para darle la bienvenida al hogar a 'Pinki' sin que el concejal tuviera idea.

Venía para ser la mascota de los pequeños de la casa. Ahora, la relación entre el político y su perro es incomparable a la que el animal mantiene con el resto. «Tiene predilección por mí. Es muy fiel. Muy cariñoso. Duerme debajo de mi lado de la cama. El perro es uno más en todas las cosas que puedan surgir en el día a día. Es uno más en la casa. Cuando son 10 años viviendo eso, el perro pasa a ser algo más que importante». La mascota da botes de alegría cuando su amo coge la correa. Adora la calle. Es su momento preferido del día. Aunque lo comparte con otra pasión: la pelota. El animal se vuelve loco jugando con ella. «Ni en casa descansa del balón. Mi hijo le 'pica', le tira la bola y él va de un lado a otro buscándola. Es un no parar todos los días», relata el concejal.

'Pinki' es un perro especial. Diferente a los demás. No porque reconozca cuando alguien de la familia sube en el ascensor hacia casa, que también, sino porque posee habilidades un tanto particulares: «Cuando ve a otros animales o, sobre todo, a otras perras, él se pone de pie sobre las dos patas traseras como si fuera una persona. Se puede tirar así 30-40 segundos. Y no se queda ahí. Hace unos días mi hijo estaba paseándolo, pasó una ambulancia con el sonido de la sirena, y 'Pinki' se puso a imitarlo y lo hizo igual. Lo tenemos grabado en vídeo. Fue muy gracioso».

Lo que empezó como un compromiso se convirtió pronto en una linda compañía que inunda de cariño cada rincón del hogar. Él no quería, ahora lo ama. Eduardo asegura que su adiós será eterno: «Esperamos que disfrute con nosotros todo el tiempo que pueda. En el futuro dejará un vacío enorme que nadie más podrá llenar. Primero porque es único, y segundo, porque estoy seguro de que será el último que pase por mi vida».

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