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La casa de tu vida ·
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La casa de tu vida ·
Domingo, 18 de agosto 2019, 13:06
Lo pasamos tan bien construyéndola que con frecuencia su marido y yo le animamos a venderla y hacerse otra. Aunque su respuesta es siempre la misma: «¡Jamás, ésta es la casa de mi vida!». Y ciertamente siempre fue así, mucho antes de ser yo su arquitecto.
Hace unos días, cenando con este matrimonio en su casa, ella confesó que de niña jugaba precisamente en el mismo lugar donde nos encontrábamos, que por entonces era el solar donde su padre guardaba los corderos. Allí de pequeña construía cabañas soñando que aquí viviría de mayor.
Es más, siendo adolescente, cuando sus padres pensaron en vender el solar para pagar los gastos de enfermedad del padre, ella comenzó a trabajar duro para evitar la venta.
También el origen de mi relación con la casa es curioso. Cuando solicité presupuesto a un constructor para realizar una de mis obras, éste me explicó que le gustaban mis planos, pero que no disponía de tiempo. Finalmente fue él quien me ofreció un trabajo: deseaba presentarme a una amiga suya para que yo le proyectase su casa. En efecto, se trataba de este matrimonio.
A ellos les propuse una arquitectura que, al adentrarse, ganase vistas al Castillo de Monteagudo. La pareja era feliz con la idea, hasta que una tarde, ya con el proyecto básico listo para solicitar su visado en el Colegio de Arquitectos, ella me preguntó: «¿Dónde organizaré las comidas y cenas familiares? Suelen ser varias al mes... y nos podemos juntar 70». Nunca lo comentó antes puesto que para ellos es algo normal. «¿Es que no son así las tuyas?».
Todos los clientes poseen historias de casas que desvelar. Volviendo a nuestro caso, tras tirar ese primer proyecto a la papelera, les pedí que me invitasen a la siguiente cena familiar. Allí aprendí que la nueva idea debía comenzar con el dibujo detallado de su gran mesa. En realidad, dos: una mesa dispuesta para celebraciones de verano y otra en invierno.
Autor: Estudio SARQ - Javier Sánchez Merina
Ubicación: Cabezo de Torres (Murcia)
En este hogar, la mesa del comedor se extiende para acomodar los banquetes familiares y convertirse en el vínculo entre el interior y el jardín. Del mismo modo, el resto de las estancias se conectan con diferentes terrazas al este y al oeste, para disfrutar, dependiendo del sol y las brisas, de la piscina, las áreas de juego y vistas al Santo.
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