Francisco Olivares Díaz, ropa cómoda y material de escritura y dibujo para viajar ligero de equipaje

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Con los deberes hechos, más de mochila que de maleta y acompañado por pareja y amigos –«los mejores viajes»–, entre sus bártulos no hay neceseres, sino complementos y atavíos imprescindibles que van llenando compartimentos: un pequeño peine de carey, con mango; su desodorante Tulipán Negro, cargado del olor «de toda la vida»; su perfume favorito, el número 1 de Oysho en formato de 50 mililitros, y un antifaz negro y tapones, «porque uno nunca sabe dónde va a caer». Casi nunca lo usa, pero siempre le acompaña un cuaderno de hojas blancas y tapa dura, cerrado con goma tipo Moleskine, tan bonito que acaba el viaje intacto. Con él, una solapa cargada de lápices, bolígrafos, pinceles, rotuladores, una goma de borrar blanca Milan y ningún sacapuntas. Menos respeto le tiene, y por eso le da más uso, a otra libretita pequeña con tapa blanda de papel reciclado con hojas cuadriculadas. En ella va anotando ideas, aunque de cuando en cuando cae algún dibujo también.

No usa crema solar, pero se protege del sol con un sombrero Panamá. Con la comodidad como santo y seña, en su equipaje no faltan las camisetas de tirantes blancas estilo Abanderado, la chaqueta vaquera Lois que le acompaña desde sus tiempos universitarios, camisetas básicas sin logo y una americana fina «por si surge la ocasión».