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'Vecinus ordinaris', lo peor que te puede pasar
FLORA Y FAUNA

'Vecinus ordinaris', lo peor que te puede pasar

Gritones y maleducados, los 'Ordinaris' se caracterizan por convertir las vacaciones de sus vecinos en un infierno

ROSA PALO

Lunes, 20 de agosto 2018, 08:54

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El 'Vecinus Ordinaris' es, posiblemente, el espécimen más temido de todo el Mar Menor. Su capacidad de incordiar al resto de los veraneantes supera con creces al camión de la basura, al afilador, al tapicero, al panadero, a la Orquesta Sensaciones y a cualquier otra especie capaz de emitir sonidos insoportables a deshoras. Tal es su facultad para desquiciar al personal que los pobres que tengan por vecinos a estos 'Ordinaris' desearán que llegue septiembre antes de tiempo. O se irán al desierto de Gobi a pasar el mes de agosto. O rezarán para que les arrase un tsunami. O pronunciarán cinco veces el nombre de Candyman en el espejo. Lo que sea, en tal de librarse de ellos.

Anidación

Los 'Vecinus Ordinaris' llegan a la playa en manada. Convencidos de que donde caben dos caben ocho, meten a toda la familia en un apartamento minúsculo, «que tú no te preocupes, Loli, que echamos unos colchones al suelo y no pasa 'ná', que en el suelo se duerme más fresquico. Y el 'Rocky', al balcón». Porque sí, también se llevan a 'Rocky', un ejemplar de 'Chucho Mierderus' enano que se pasa las noches ladrando, se cuela entre los barrotes de los balcones, destroza las bolsas de basura y se caga en el portal. 'Rocky' vive en un brote psicótico permanente. Y está sin medicar.

Los 'Vecinus Ordinaris' son una especie depredadora e invasiva que acostumbra a marcar su territorio acumulando cosas en las zonas comunes: en la entrada del edificio dejan las bicis, las colchonetas de publicidad, las sillas plegables y la sombrilla de la Caja Rural. Eso sí: el día en el que al vecino del cuarto se le ocurre dejar una esterilla, le montan una escandalera monumental. Y el 'Rocky' se tira a por la esterilla y la convierte en un mantel individual para sushi.

Usos y costumbres

Inmunes a cualquier ruido, las hembras más jóvenes de la manada duermen hasta tarde mientras que la 'Vecinus Ordinaris', limpísima ella, pasa la aspiradora y pone la lavadora bien temprano para despertar a todo el bloque con la maravillosa melodía del centrifugado loco. Al mismo tiempo, y taladro en mano, el macho se dedica a hacer pequeñas obras de bricolaje en el apartamento, como colgar un espejo de cuerpo entero estilo remordimiento porque la Jessi no tiene ningún sitio donde comprobar si se le sale suficientemente la cacha del culo por los 'shorts' del Bershka que se ha comprado. Cuando la Jessi, la Vane y sus amigas, que están de visita, se despiertan, empiezan el día con energía poniendo a Maluma, a Antonio José y a Luis Fonsi. Nadie sabe lo que es el infierno si no se ha despertado a ritmo de Luis Fonsi.

Lo que sigue causando estupor entre los científicos es el tipo de comunicación existente entre los componentes de la manada de 'Vecinus Ordinaris': temen que padezcan alguna forma de sordera congénita ya que, en lugar de hablarse entre ellos, se gritan. Mucho. Muchísimo. Se gritan de la calle al balcón, del balcón a la cocina, de la cocina al baño. Como si no hubiera un mañana. Como si pudieran perderse en un piso de 30 metros cuadrados. Como si vivieran en La Casa Blanca y tuvieran que llamarse de un ala a otra. Como si cuando Pepe va al servicio tuviera que informar oficialmente a la junta de vecinos al grito de NENAAAA, TRÁEME PAPEL, QUE 'SA CABAO'. La única que guarda silencio es la abuela: entrenada en el Mosad, permanece todo el día en el balcón sentada en una sillita de plástico, controlando absolutamente a todo el que entra y sale del edificio. Para su noventa y cinco cumpleaños, ha pedido un telescopio. Para ver las estrellas, dice.

Por las noches, los 'Vecinus Ordinaris' organizan en la terraza unas partidas de parchís de tal calibre que solo les falta un Dry Martini para que aquello sea Casino Royale. Y, cuando ya parece que uno va asumiendo el sonido del dado en el cubilete e integrándolo en el sueño, llegan la Jessi, la Vane y las colegas de marcha taconeando sin parar. Y gritando. Y cantando otra vez por Luis Fonsi.

Dieta

La 'Vecinus Ordinaris' es especialista en cocinar al aire libre: para impedir que su apartamento se inunde de malos olores, sale a la terraza a hervir coliflor, asar sardinas y freír boquerón en un aceite que no ha cambiado desde el verano pasado, consiguiendo así la famosa fritura que hizo llorar a Chicote. De esta forma, y mientras la casa de la 'Ordinaris' permanece limpia y perfumada, la colada del vecino pasará de desprender un fresco aroma a suavizante Brisa del Mar a oler a Fritanga Requemá.

Adaptación al medio

Los 'Vecinus Ordinaris', animales terrestres en invierno, se convierten en acuáticos en verano: este año se han comprado barco. Pequeñico, pero apañado: «Mi Loli, mi 'Rocky' y mis dos flores», se llama la embarcación. También intentarán vencer las leyes de la física metiendo en él a la familia y a las amistades: cuatro a popa, tres a proa y la abuela a remolque en un flotador. Llegan a La Cala del Pino con el reguetón sonando a toda máquina, y echan el ancla justo donde están los bañistas. Acto seguido llegan otros 'Vecinus Ordinaris' procedentes de Los Nietos, se abarloan y comienzan a saltar de barco a barco y a pasarse cervezas, táperes y bocadillos de chorizo. Y la Jessi, la Vane y sus colegas comienzan a contonearse delante del Jonathan y del Kevin. Y siguen gritando, claro. Pero la última vez tuvieron mala suerte: inocentes, atracaron junto a Arturo Pérez-Reverte. Este, tras cerrar su libro de malas maneras, les bombardeó con los cañones de Navarone mientras votaba a Bríos y se cagaba en la RAE, en Maluma y en el lenguaje inclusivo. Y ahí se acabaron las vacaciones de los 'Ordinaris', y empezaron las de su vecinos.

Obra citada:

-La Mierda, La Sole (1994). 'Endevé. Que te meto con el mechero y otras máximas'. Editorial Cárdenas.

-Grasienta Fritúrez, Loli (2018). '1080 recetas para freír boquerones sin cambiar el aceite en dos años'. Pringosa Ediciones.

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