Wandosell: «El flamenco fue alimento espiritual de almas necesitadas»

El decano de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), Gonzalo Wandosell Fernández de Bobadilla, miembro de la Real Academia Alfonso X El Sabio y Cronista Oficial de La Unión, ofreció anoche el pregón de la LXII edición del Festival Internacional del Cante de las Minas. En medio del escenario del antiguo Mercado Público, hoy sede del festival, y sin ningún guion, Wandossel hizo durante unos seis minutos un repaso a los orígenes de su primer apellido y a su vinculación con el flamenco y con La Unión, y enlazó una serie de agradecimientos: a los presentes en la Catedral del Cante, a los que lo veían en directo por internet en todo el mundo, a su familia y a la Fundación del Cante de las Minas por designarle pregonero.

A continuación, se desplazó al atril y en unos veinte minutos leyó las palabras escritas de su pregón, en las que incluyó unos versos de Miguel Hernández, Rainer María Rilke y Antonio Machado. Comenzó afirmando que los cantes mineros son el «cuerpo y alma» de La Unión, parte de su paisaje y esencia, y su referencia en todo el mundo. Según Wandosell constituyen una tradición única, por sus matices dramáticos, pura interioridad y verismo; y una expresión cultural total, por su equilibrada conjunción de música, cante, baile y tradición oral. Asimismo comentó que su evolución hasta este festival donde se les rinde culto no había sido un paseo triunfal, no en vano han sufrido durante mucho tiempo desprecio, maltrato y olvido.

El Cronista Oficial de La Unión hizo una breve crónica de como había sucedido. En su opinión los cantes mineros, nacidos del corazón de la actividad minera de la sierra, se expansionaron rápidamente por los cafés cantantes a lo largo del final del siglo XIX iniciando la pujanza del flamenco como «arte tabernario», pero propiciando también una continua campaña de la prensa ilustrada de La Unión contra esos locales acusados de ser centros de inmoralidad y sicalipsis. Ese panorama antiflamenco continuó hasta que en 1925 tuvo lugar, bajo la alcaldía del joven químico José Páez Ríos, el proceso de reintegración del flamenco en lo políticamente correcto con la organización, con un éxito rotundo, del primer concurso de cante jondo con jurado de La Unión, el 16 de octubre, dentro del programa de fiestas patronales.

Después del esplendor del flamenco durante la Segunda República, la guerra civil lo paró casi todo, pero en los posteriores años de la posguerra y de la década de los 50 se celebraron en el municipio varios espectáculos de cante, copla y variedades. De manera que, según insistió el pregonero de esta edición, la aparición del Festival del Cante de Las Minas en 1961 no fue una «resurrección», en opinión de Wandosell, sino un justo y afortunado recuerdo y reconocimiento.

Afirmó también que hoy el flamenco tiene el sitio merecido en la sociedad gracias a certámenes como este festival, por lo que dio las gracias a quienes habían ayudado a lo largo de sesenta y dos años a cuidar el flamenco emanado de este bendito lugar, alimento espiritual de almas necesitadas. Terminó su pregón haciendo referencia a su amor insondable por los cantes mineros y pidiendo al público, otra vez desde el centro del escenario y sin guion, que se recogieran en su intimidad, abrieran el corazón de par en par y disfrutaran al máximo de los diez días del festival.

Este sábado, La Unión acoge la gala protagonizada por Marina Heredia. Anoche, en la Catedral del Cante actuaron los ganadores de los concursos de 2022: Esther Merino ('Lámpara Minera'), Álvaro Mora ('Bordón Minero'), Ángel Bocanegra ('Filón'), Irene Lozano ('Desplante Femenino') y David Romero ('Desplante Masculino'). Por la tarde también se pudo en la Casa del Piñón el documental 'Familia Piñana, una pasión flamenca' a cargo de su director, Antonio Parra.

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