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A Estrella le fluye por las venas el cante de Enrique Morente
La cantaora recuerda en la 'Catedral del Cante' la obra de su padre
No es nada fácil ser la hija de un cantaor ya mítico como Enrique Morente y seguir esa estela, buscar en cada concierto la estrella que le guíe. Estrella Morente fue pregonera en ese mismo escenario en 2015 y tiene el Castillete de Oro de 2014, máximo galardón del Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión. Ya ha actuado en distintas ocasiones en esas mismas tablas, y así lo recordó este martes en la gala que que protagonizó en el antiguo Mercado Público: «Aquí estoy como en casa, cada vez que actúo es como la primera vez, y para mí La Unión siempre es la 'Catedral del Cante'. Y a pesar de esa relación lo pasado no cuenta y cada actuación es un volver a empezar».
La Morente ofreció un recital con muchos matices, sin estridencias y con momentos especiales, empezando por la caña y el polo. Tomándole el pulso a su voz muy pronto se fue para la querencia de su tierra por una serie fandangos de Graná, con ese verdial de Francisco Yerbabuena: «Un sereno se dormía / y la cruz le daba voces / Sereno. Qué viene el día». Proseguía por tangos y ahí con todo su grupo, con su familia, con las guitarras de Montoyita y Monti, con los coros de Ángel Gabarre y Antonio Carbonell y la percusión de Curro Conde y Popo Gabarre, la guitarra de Montoyita la espoleaba. Por Granada seguía y homenajeaba a uno de los grandes de su tierra: Carlos Cano, con la bella letra de su 'Habanera imposible': «Granada vive en sí misma / tan prisionera, / que sólo tiene salida / por las estrellas». Con mucha cadencia y también con pasión, Estrella Morente se paseó por esas hermosas estrofas poéticas: «Granada es como una rosa / más bonita que ninguna, / que se duerme con el Sol / y florece con la Luna». Ya desde niña le gustaba esa cadencia de los Cantes de Levante, que tanto encantaban a Enrique, y a sus siete años ya grabó una taranta con el maestro Sabicas. Y ahí se arrancó con la cartagenera de Antonio Chacón: «Una pena impertinente / reina en mí de noche y de día / porque a mí nada me divierte / ni tengo más alegría / que el rato que vengo a verte»; continuó con la taranta, 'Tú la joya y yo el joyero' de Manuel Vallejo y la del Niño de Almadén: «Que viva Puertollano y Murcia / y Almadén y Carolina / Mazarrón y Linares / viva el terreno de minas / que borraron mis pesares».
Terminó con el «taranto Veneno» marca de la casa, que su padre grabó en el álbum 'Sueño de Alhambra'. Con esa adaptación que Morente hizo de la Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández: «Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas, / compañero del alma, tan temprano. / Tanto dolor se agrupa en mi costado, / que por doler me duele hasta el aliento», que grabó en su disco 'Despegando' en 1977. Simplemente, impresionante. Estrella lo dedicó a todos los mineros. Por soleá se volvió a lucir, siempre recordando a Enrique: «Tú vienes vendiendo flores. Las mías son amarillas. Las tuyas de dos colores», con esas letras tan suyas: «Pañuelo que me llevas / en el cuello tan florío que bien saben los serranos / que a un tiempo ha sío mío». Hasta que llegó el momento del lucimiento de los músicos y ahí se despacharon, y muy bien, los cantaores. Ángel Gabarre y Antonio Carbonell, bulerías por siguiriyas. Regresó Estrella al escenario para despedirse por con esa adaptación festera de 'Una espina clavá' y con otro temazo: 'La noche de mi amor', que tantos intérpretes han cantado, como Chavela Vargas. La Morente, ya preparando la salida, tomó la palabra: «Me voy con el corazón lleno, espero que hayáis disfrutado un poquito de lo que yo he disfrutado esta noche».
Ante un público siempre expectante, que mantuvo un silencio sepulcral y le pedía más, Estrella Morente, se acordó de su primer disco, ya con veinte años, y de ese tangazo de Carlos Gardel que interpretó en la película 'Volver' de Pedro Almodóvar, que cantó a capela.
