Ovación para Els Joglars en San Javier

Segundo: calor de horno de leña. Luna llena. Ganas de que las obras de remozamiento del Parque Almansa finalicen. Pese al calor de horno, muchas ganas de teatro en el ambiente; por ahí vamos bien. Tercero: ver a los cómicos de Els Joglars es siempre un gusto, y no lo es precisamente desde hace poco tiempo, sino desde que en 1962 la compañía se puso en marcha dirigida por el gran bufón, ¡maestro!, Albert Boadella. Dicho lo cual, lo del gusto y lo de que, cierto, qué verdad es que los queremos, la realidad es que este nuevo montaje de '¡Que salga Aristófanes!' no consigue dar un paso más en la altísima calidad lograda con su anterior trabajo, el excelente 'Señor Ruiseñor', de una profundidad admirable y de una belleza que te acompañaba dulce tras finalizar la representación.

'¡Que salga Aristófanes!' es una función de ritmo mucho más titubeante, de plasticidad más olvidable y de un resultado global lejano al embeleso. Y de Els Joglars se espera siempre el diez. Este montaje entretiene, aunque también hay tiempo para el parpadeo, pero no subyuga. Vapulea 'suavemente' la estupidez reinante en nuestros días, pero no inquieta todo lo necesario, ni posa la mirada en nada que no resulte de lo más evidente. Hay más perspicacia que inteligencia, y de lo que estamos muy necesitados es de lo segundo.

Ramón Fontserè dirige de nuevo la función, que también protagoniza con su peculiar y ya conocido y aplaudido estilo: he aquí el esperpento, y el aullido del lobo que avisa de los peligros que pisamos y que defiende toda verdad y belleza, subido a lomos, por ejemplo, de espíritus como el de Don Quijote o de la maravilla mayúscula y salvífica de la música para piano de Schubert.

En '¡Qué salga Aristófanes!', muy bien interpretada también por la grandísima Pilar Sáenz y por Dolors Tuneu, Xevi Vilà, Alberto Castrillo-Ferrer y Angelo Crotti, un aire como de siesta le resta brillantez al desarrollo de la obra, siempre tendente a desplegar en tono pícaro & canalla la sátira y la denuncia, con esa encantadora naturalidad con la que saben transitar por todas las bobadas que nos rodean, incluidas las que cada uno aportamos.

¿De qué va esto? Estamos en un modernísimo Centro de Reeducación Psicocultural, ¡eh!, donde se imparten talleres del tipo... 'Nuevas masculinidades', ¡ah!, y donde nos encontramos con unos personajes que parecen encarnar sonoras características de criaturas en los márgenes, a lo Ionesco, Valle-Inclán y Groucho Marx todos juntos. Absurdos, idos, avispados, tiernos, perdidos, indefensos, verdaderos... Entre ellos, José Redondo, profesor universitario de Clásicas al que sus alumnos consiguieron expulsar de las aulas, vía presión en las redes, por sus «comentarios hirientes»; ejemplos: 'Vayan a la Biblioteca, ¡no muerde!', 'Martínez, deje los estupefacientes y lea un libro'. Tengamos en cuenta que los alumnos de Redondo estaban en tercero de Clásicas y no habían leído 'La Odisea'. En fin... Ahora, en sus alucinaciones, dice ser el comediógrafo griego Aristófanes; ya saben: dramaturgo y poeta del siglo IV a.C., experto en detectar manipuladores y manipulaciones de toda condición.

Redondo/Aristófanes, a los que da vida Fontserè con cierto aire de bruja, reivindican la voluptuosa desnudez femenina de las pinturas de Tiziano y están en contra del adanismo y la cancelación cultural, así como de que se derriben estatuas de Colón, de quienes ven en el uso del burka un ejercicio de libertad individual, y del uso de 'nosotres'. No lo están de que se vaya siempre por delante con las verdades del barquero. O de Fidias.

Hay mucho chiste en esta función, incluso alguno bastante malo, pero Els Joglars es imbatible a la hora de señalar que el rey está desnudo. Teatro de corte artesanal y cuerpo a cuerpo. Dominan el mimo y es espléndida la utilización que hacen de los objetos en escena, un gran falo de cartón incluido.

Aristófanes/Els Joglars contra la estupidez. Y contra los puritanos, los púlpitos, los enredadores, los trepas, los aprovechados, el acoso en las redes, la dictadura del 'trending topic', la ignorancia galopante, las nuevas cazas de brujas. Eso es, pero también es verdad que, en esta ocasión, el epicentro de la sátira está centradísimo en la izquierda, lo que puede resultar una visión muy pobre de la ídem realidad política.

El caso es que no puedes evitar estar todo el tiempo pensando, por ejemplo, en Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030. Y, claro, eso no es bueno para la salud, mental sobre todo, ni tampoco para la función, que peca, ay, de algo tendenciosa. Bobadas a mansalva las encontramos también a la derecha de Belarra, sin con ello querer quitarle a ella todos sus méritos.