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António Zambujo, este lunes, durante su actuación en La Mar de Músicas. Pablo Sánchez / AGM
Lindísima amapola

Lindísima amapola

El canto preciso y sutil de António Zambujo, con ese suave vibrato tan propio del fado, tiene la capacidad de arrullar el corazón

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Martes, 23 de julio 2019, 14:26

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Portugal sigue dejando buena huella en La Mar de Músicas, en esta ocasión gracias al bello concierto de un António Zambujo algo más pop de lo que recordábamos por su anterior visita en 2013, pero también si cabe más delicado y exquisito. Considerado como una de las principales figuras y el renovador de la música de su país, en realidad lo que ofrece el cantante y autor de El Alentejo es un menú de música popular portuguesa cocinado con modos gourmet. No es revolucionario, ni siquiera sorprendente, pero sabe ciertamente a estrella Michelin. Es delicioso.

Utilizando sabiamente materias primas de calidad –de la nostalgia del fado al trazo acuarelado de la bossa nova, la brisa caboverdiana y una pizca de jazz– su canto preciso y sutil, con ese suave vibrato tan propio del fado, tiene la capacidad de arrullar el corazón, de sonar a secreto desvelado, de hacer fluir la ternura. Emerge desde algún lugar interior y acaba calando sutil pero cierto como la llovizna de verano. No es tan nuevo, pero sí tan bueno.

Ficha

  • Conciertos: António Zambujo / Salif Keita.

  • Lugar: Patio CIM / Auditorio El Batel.

  • Calificaciones: Muy bueno / Notable.

Su concierto en el Patio del CIM –con la salvedad de Kamasi Washington, los mejores directos están aconteciendo en este escenario– tuvo como base principal las canciones de su última entrega, 'Do avesso'. De ahí sonaron la titular, la composición de Luísa Sobral 'Se ja nao me queres', 'Catavento da sé', la sensacional 'Madera de deriva', de Jorge Drexler, 'Sem palavras', antes de la despedida, o esa lindísima 'Amapola' original de José María Lacalle y popularizada entre otros por el genial Caetano Veloso, a la sazón una de sus mayores influencias y de quien probablemente heredó sus delicados modos vocales, otorgando gran valor a la palabra. Un estupendo concierto, en suma, extraordinariamente agradable.

A continuación, ya en El Batel, llegó el turno del premio especial que cada año otorga el festival y que en esta edición correspondió muy merecidamente a Salif Keita, el astro maliense que nos visitaba nada menos que por sexta vez. Debe tener el récord, con permiso de Youssou N'Dour. Sobradamente conocido, pues, lo mejor que cabe decir es que a sus 70 años el albino que se dedicó a la música sin ser un griot –toda una transgresión cultural en su país- se mantiene en una forma espléndida.

La voz poderosa, la presencia magnética. Con sus innegociables gafas ahumadas, su sombrero blanco y con una nutrida banda uniformada en la que destaca la guitarra mandinga de Djessou Mory Kante, la kora de Mamadou Diabate y las voces femeninas de Aminata Dante y Bah Kouyate, el emperador Keita comenzó con dos piezas a solas con la guitarra acústica para ir dando paso a esa rítmica suya que va entrando de manera progresiva y acaba haciendo mover las piernas de manera inevitable –e inevitada, aunque fuera concierto de asiento–. Una suerte de trance con un pie en cada continente pero con corazón inconfundiblemente africano. Salif Keita presentó 'Un autre blanc', el que anuncia será su último álbum de estudio. Seguro que en directo seguirá haciendo disfrutar.

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